Capítulo 4

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- ¿Qué tal has dormido hoy? - me preguntó Maggie sin más.

Sin saber cómo me temblaban las piernas.

- Bien, supongo...

- ¿Estás nerviosa? - me interrogó, sin dejar de mirar al volante.

- ¿Se nota? - Esbozé un sonrisa vacilona.

- Un poqui - Me guiñó el ojo y me sacó tímidamente la lengua.

Hoy no quería sonar borde con mi hermana. Sé de sobras que no es su culpa que mamá haya decidido separarse de papá, y que nos mudáramos aquí. De vez en cuando, tengo que aprender a no hacer sentir culpable a las personas, cuando estas no tienen la culpa.

Apreté mi mochila con las manos, para hacer de sustituto a bola desestredante. Pero no. No funcionó. Estaba muy nerviosa y no sabía el por qué. Probablemente porque me avergonzaba de ser la chica nueva que entra a mitad de curso, así de imprevisto... Simplemente me sumergí en Say my name de Odesza.

El coche paró, y el corazón parecía salirse de mi pecho en cualquier momento. Miré a Maggie y me dedicó una sonrisa sincera. Se la devolví y la abracé.

- Te queda muy poco para acabar el curso. - me frotó suavemente la espalda - Le hemos dicho al director que eres de matrícula de honor por lo menos; aunque la Geografía no es lo tuyo la verdad. - soltó una leve risa, y a mi me regalimaban unas lágrimas. Ella lo notó y me estrechó más fuerte - No te tienes que preocupar, eres muy fuerte. Fíjate, más que Tris de Divergente. - Una carcajada salió de mi boca y me despegué de ella.

- Tienes razón, - cojí mi mochila y me la puse a la espalda - no me tengo que preocupar, he vivido cosas peores. - Abro la puerta y la cierro. Maggie baja la ventanilla del todo - Lo que muchos dicen: Que hablen, que inventen, que yo disfruto de la gente.

- La frase no es así.

Ya empezamos... Con lo bien que me había quedado... El caso es que yo me comencé a reír.

- ¡Esa es mi chica! Te quiero Macu! Nos vemos a la 13:00, - subió un poco la ventanilla - ¡y haz amigos! - me lanzó un beso imaginario, y me despedí repitiendo el gesto también.

Ya no estaba. Mi hermana no estaba, parecía ridículo pero la echaba de menos. Quería huir o hacer que me desmayaba, pero no valía la pena. ¡¿En serio?! Podía. Podía someterme a las cosas que me dirían a lo bajo, y pasar de las críticas.

Me giré y me dirigí al instituto. Más decidida que nunca.

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El interior del instituto era un caos: gente del equipo de Lacrosse, animadoras, profesores... Y cómo no, los estudiantes divididos según sus hobbies; los y las deportistas, que no eran de Lacrosse, los "científicos", los del club de lectura... Creo que me podría unir al club de lectura de las 17:30...

Agarré las llaves de mi nueva taquilla y me fui hacia ella. La abrí y me encontré mi nuevo horario semanal. ¡Bien! musité. A primer hora, tenía Literatura, cosa que me encantaba. A segunda piscina, después libre. A la cuarta hora Matemáticas y a la quinta ciencias. La hora de comer era a las 12:00, algo que no me gustaba, dado que he desayunado fuerte hace dos horas.

Dejé mi mochila de piscina, junto con los libros que no necesitaba para la clase de Literatura, y aparqué a un lado mi chaleco vaquero, ¡hacía demasiada calor!

El arte de ser  NORMALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora