- ¿Qué tal has dormido hoy? - me preguntó Maggie sin más.
Sin saber cómo me temblaban las piernas.
- Bien, supongo...
- ¿Estás nerviosa? - me interrogó, sin dejar de mirar al volante.
- ¿Se nota? - Esbozé un sonrisa vacilona.
- Un poqui - Me guiñó el ojo y me sacó tímidamente la lengua.
Hoy no quería sonar borde con mi hermana. Sé de sobras que no es su culpa que mamá haya decidido separarse de papá, y que nos mudáramos aquí. De vez en cuando, tengo que aprender a no hacer sentir culpable a las personas, cuando estas no tienen la culpa.
Apreté mi mochila con las manos, para hacer de sustituto a bola desestredante. Pero no. No funcionó. Estaba muy nerviosa y no sabía el por qué. Probablemente porque me avergonzaba de ser la chica nueva que entra a mitad de curso, así de imprevisto... Simplemente me sumergí en Say my name de Odesza.
El coche paró, y el corazón parecía salirse de mi pecho en cualquier momento. Miré a Maggie y me dedicó una sonrisa sincera. Se la devolví y la abracé.
- Te queda muy poco para acabar el curso. - me frotó suavemente la espalda - Le hemos dicho al director que eres de matrícula de honor por lo menos; aunque la Geografía no es lo tuyo la verdad. - soltó una leve risa, y a mi me regalimaban unas lágrimas. Ella lo notó y me estrechó más fuerte - No te tienes que preocupar, eres muy fuerte. Fíjate, más que Tris de Divergente. - Una carcajada salió de mi boca y me despegué de ella.
- Tienes razón, - cojí mi mochila y me la puse a la espalda - no me tengo que preocupar, he vivido cosas peores. - Abro la puerta y la cierro. Maggie baja la ventanilla del todo - Lo que muchos dicen: Que hablen, que inventen, que yo disfruto de la gente.
- La frase no es así.
Ya empezamos... Con lo bien que me había quedado... El caso es que yo me comencé a reír.
- ¡Esa es mi chica! Te quiero Macu! Nos vemos a la 13:00, - subió un poco la ventanilla - ¡y haz amigos! - me lanzó un beso imaginario, y me despedí repitiendo el gesto también.
Ya no estaba. Mi hermana no estaba, parecía ridículo pero la echaba de menos. Quería huir o hacer que me desmayaba, pero no valía la pena. ¡¿En serio?! Podía. Podía someterme a las cosas que me dirían a lo bajo, y pasar de las críticas.
Me giré y me dirigí al instituto. Más decidida que nunca.
∆|∆|∆|∆|∆|∆|∆|∆|∆|∆|∆|∆|∆|∆|∆|∆|∆|∆|
El interior del instituto era un caos: gente del equipo de Lacrosse, animadoras, profesores... Y cómo no, los estudiantes divididos según sus hobbies; los y las deportistas, que no eran de Lacrosse, los "científicos", los del club de lectura... Creo que me podría unir al club de lectura de las 17:30...
Agarré las llaves de mi nueva taquilla y me fui hacia ella. La abrí y me encontré mi nuevo horario semanal. ¡Bien! musité. A primer hora, tenía Literatura, cosa que me encantaba. A segunda piscina, después libre. A la cuarta hora Matemáticas y a la quinta ciencias. La hora de comer era a las 12:00, algo que no me gustaba, dado que he desayunado fuerte hace dos horas.
Dejé mi mochila de piscina, junto con los libros que no necesitaba para la clase de Literatura, y aparqué a un lado mi chaleco vaquero, ¡hacía demasiada calor!
ESTÁS LEYENDO
El arte de ser NORMAL
Teen FictionMacallan Calder, una adolescente de 17 años se muda desde Boston hasta Portland, con su madre Melissa y su hermana mayor Margareth, "Maggie". Allí comienza su nueva "no deseada vida". Hasta que conoce a los mellizos Grayson; Will y Newt, los hermano...