La luna indicaba que era la mitad de la noche. Por las calles de Tithmendel no había un alma excepto la de una mujer cubierta en una capa negra con forro violeta. Tenía mucho cuidado que nadie la viera; sabía que si alguien la agarraba sería muy difícil explicar porque estaba afuera a estas horas.
Caminaba apresuradamente, estaba llegando tarde. Todos la estaban esperando implícitamente. Nua Grenbejoh era esa clase de mujeres a las que se la esperan, una mujer de poder. Supo desde que era chica, de que iba a ser como era, con carácter e indomable.
Finalmente en el contorno de la ciudad se divisó un almacén con pinta de estar abandonado. Nua había pensado que estaba demasiado expuesto y que tal vez ya era hora de moverse de lugar. Lo plantearía para más tarde, ahora tenía que estar presente en otros asuntos.
Tocó tres veces la puerta. Ese era el código.
- Soy dama.
En unos instantes, un soldado cuyo nombre no recordaba le abrió, y el mundo de silencio que quedaba en la ciudad se quebró.
Adentro había demasiado ruido provocado por gente lastimada con heridas sangrientas. Nua intentó identificar si alguno de los heridos era alguien más cercano a ella. Con una mirada rápida, pudo ver que había tenido suerte hoy.
- ¿Dónde está Lumiere? – pregunto a nadie en particular
Un cadete le informó que estaba encerrado en su despacho desde que había vuelto. Subió de un tirón con demasiada agitación. Cuando abrió la puerta, Víctor Lazzareff (llamado en la resistencia Lumiere) estaba entre sombras iluminado por una vela detrás del escritorio.
- ¿Qué pasó?
- Fue mi culpa. Es mi culpa. Yo di la orden de que fueran, yo estaba a cargo, mi deber era protegerlos y...
Parecía que Lumiere estuviera a punto de quebrarse
- Salieron heridos, nos estaban esperando. Era una trampa, Dama.
- No puede ser. La información era verídica. Estaba todo bien. Estaba todo bien.
Nua había entrado en un frenesí. Esto no iba a ser bueno para la resistencia. Ya poca gente se afiliaba sin rumores de muertes catastróficas. Si empezaban a matarlos, no iba a quedar nadie.
- Todavía nadie murió. Solo son heridos. – se repetía Lumiere con esperanza.
Nua tomó la cara de Lumiere con sus manos y lo miró a los ojos. Estaba ido. No parecía sí mismo.
- Lo vamos a resolver. Siempre lo resolvemos. Juntos.
Con esas palabras, Lumiere pareció volver a su centro y se dio cuenta de donde estaba. Miro a Nua detenidamente y logro fingir una sonrisa.
- ¿Y vos? Sabían que estábamos yendo. Tal vez saben la verdad sobre vos.
- Soy la dama del engaño, si supieran mi identidad, estaría muerta.
El silencio tomó la habitación. Sin dejarlo ir, lo miró a los ojos, intentando transmitirle algo de calidez. Eran un equipo. Ambos eran responsables de lo que había pasado pero Nua sabía que Lumiere le pesaba más porque él había estado a cargo de la situación.
Las órdenes para Nua había sido quedarse en la casa pero no pudo evitarlo. Tuvo una sensación que algo estaba mal. Nunca había desobedecido a su instinto, así que se escabulló de su casa y corrió al almacén.
- Tengo que volver a la casa pero si necesitas ayuda con los heridos puedo quedarme.
- No. Anda a tu casa, está bien. Tu marido debe estar preocupado
Nua miró de nuevo a Lumiere y se dio vuelta. Pero antes de llegar a la puerta, Lumiere la tiró del brazo y la atrajo hacia sí dándole un beso desesperado. El corazón de Nua se aceleró mientras sus labios se fundían.
- Te amo – le susurró Lumiere al oído.
- Yo también.
Le dedicó una sonrisa coqueta y salió del cuarto. La sensación de calidez se había ido y el olor metálico de sangre la invadió. Quería quedarse, quería ayudar pero sabía que podía comprometer su situación si se quedaba demasiado.
Enfiló entonces hacia la puerta. Pero en el camino, chocó con un chico rubio de 16 años que reconocía perfectamente bien.
- ¿Wallace? ¿Qué haces acá?
- Vine a ayudar
Nua le dirigió una intensa mirada de reprobación y lo tomó del brazo más fuerte de lo que intentaba, para llevarlo a un rincón donde no lo escucharan.
- Sabes que no podes estar acá.
- ¿Por qué? ¿Por mi hermana? Puedo manejar a Harlette, no se dio cuenta que salí siquiera. Además necesitan toda la ayuda que puedan, esto no se ve bien.
Wallace tenía razón. Sabía que sus intenciones eran buenas pero si fuera madre y Wallace fuera su hijo, no dejaría que participara en estas actividades.
- Okay. Quédate, ayuda. Pero te quiero en El Marino antes de amanezca.
Wallace sonrío y le dio un beso en el cachete. Nua lo vio irse a medida que ella avanzo hacia la puerta. Cuando abrió las puertas, el silencio volvió a invadirla. Cada vez que sentía el silencio, una sensación de vacío la acompañaba.
Cuando llegó a la calle de su casa, vio que las luces del comedor estaban prendidas. Bru no estaba en la casa cuando salió pero había vuelto a casa después de la emboscada seguramente.
Estaba lista para usar su máscara de esposa preocupada. A lo largo de los años, había aprendido a manejar el arte de las máscaras más allá de los bailes. En la resistencia todos tenían un nombre secreto, por seguridad. Ahí todos la veían perfectamente falsa, una maestra del engaño. De ahí venía su apodo: dama, corto para dama del engaño.
- ¡Estaba tan preocupada!- dijo entrando a la casa – Me desperté y no estabas, creí que te había pasado algo.
Nua corrió a abrazar a Bru, que la apretó con demasiada fortaleza.
- Perdón, no creí que te despertarías. Tenía que hacer un operativo.
Nua le sirvió una botella de licor mientras Bru se sentaba pesadamente sobre la mesa.
- ¿Querés contarme?
Bru sabía que no debía contarle nada. Pero Nua le dio esa mirada de esposa devota que todas las dudas se disiparon.
- Los emboscamos, Nu. La resistencia, los teníamos ahí.
- ¿Cómo?
- Corrimos la información de que un evento "extra-oficial" iba a pasar en los muelles. – dijo con orgullo
- ¿Y? ¿Capturaron a alguien?
La burbuja de orgullo se pinchó tan rápido como se vino.
- No. Pero creo que lastimamos, y posiblemente matamos a varios. Y tenemos nombres.
Nua procedió con precaución, ojeando el cuchillo de la cocina.
- Interceptamos una carta, hablan de los líderes. Está en código pero sabemos que se hacen llamar Lumiere y la dama del engaño.
- ¿Qué decía la carta?
Ahí Bru empezó a sospechar y Nua le dio una de sus sonrisas afectuosas. Sabía que no iba a decir más, lo que seguía era confidencial. Pero ella lo averiguaría por sus propios medios.
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Hijos del Sol y la Luna
FantasiaAntes del principio de la humanidad solo existían los dioses del sol y la luna, los primeros amantes del universo. Centurias después de su primer encuentro amoroso, procrearon cuatro hijos: agua, tierra, aire y fuego. Los hermanos eran posesivos e...