Capítulo 2

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Tierra de monstruos

Mientras tanto...

El Purgatorio.

Constantine caminaba sigilosamente por el tenebroso bosque, la escopeta en alto y mirando para todos lados, por si se presentaba alguna eventualidad. Llevaba un buen rato avanzando por un sendero pedregoso y todavía no había visto nada. Sí había escuchado cosas entre el denso follaje, a través de árboles nudosos: gemidos, aullidos y hasta un ocasional alarido. Pero hasta el momento, ningún monstruo se había presentado...

"Tétrico lugar", pensó, haciendo un alto en el camino. "Ahora, lo más importante: ¿Cómo diablos encuentro esa dichosa llave? Ese bastardo de Lucifer no me dijo en qué lugar del Purgatorio se encontraba... y no creo que haya nadie aquí para preguntarle".

Tan sumido estaba en la resolución de aquél problema, que no vio como aquella criatura que lo acechaba hace rato decidía atacarlo por la espalda.

-¡Cuidado! - le gritó alguien. Fue la única advertencia que tuvo y llegó a tiempo. John se volvió y descargó un escopetazo a la criatura en el pecho.

La enorme bestia -un Hombre-Lobo de aspecto feroz - se desplomó en el suelo, liquidado. Sin perder ni un segundo, Constantine se volvió otra vez con el arma en alto y apuntó al dueño de la voz que le había advertido.

-¡Quieto! ¡Manos en alto y acércate sin hacer nada! - ordenó. Un joven salió de detrás de un árbol, levantando las manos en señal de rendición.

-¡No dispare! No le haré daño - dijo, asustado.

-Eso lo decidiré yo. ¡Acércate! Despacio.

El joven obedeció. John pudo observarlo mejor. Se trataba de un muchacho guapo, de piel pálida y vestido con ropa sucia de tierra y lodo. Parecía haber estado huyendo de algo y por su aspecto, se diría que conocía mejor que nadie el terreno.

-¿Quién eres? - preguntó Constantine. Jamás bajó el arma y por supuesto, nunca dejó de apuntarle - ¿Qué eres?

-Me llamo Edward - dijo el extraño - y soy un...

La revelación se vio súbitamente cortada por dos fuertes alaridos. Dos nuevos Hombres-Lobo habían aparecido y ya los estaban atacando. El primero se arrojó encima de Constantine e intentó morderlo. John se salvó de esto interponiendo su arma entre la bestia y él. Se produjo un violento forcejeo, donde el Licántropo daba dentelladas al aire, a centímetros de su cara, y él empujaba para sacárselo de encima, sin éxito.

-¡Maldito! - masculló, pateando al Hombre-Lobo - ¡Sal de encima mío!

Pero el monstruo no se quitaba. A cada dentellada, su boca estaba más cerca del rostro de Constantine. Un poco más y esos apestosos colmillos desgarrarían su carne y sería su fin...

Sorpresivamente, el muchacho pálido llamado Edward acudió en su auxilio. Rugiendo como un animal, aferró al Licántropo por la espalda y lo alejó de John. Fueron unos centímetros, que Constantine aprovechó para apuntar su arma y disparar. El escopetazo le voló la cabeza a la bestia y la liquidó. Tambaleándose, volvió el cañón en dirección del segundo Hombre-Lobo... sólo para descubrir que yacía muerto en el piso, con la cabeza quebrada, dada vuelta.

Miró al muchacho inquisitivamente... y vio los filosos colmillos en su boca.

-¡Vampiro! - exclamó. Alzó la escopeta de nuevo. Edward levantó las manos y se cubrió.

-¡No dispare! ¡Por el amor de Dios, no dispare! - suplicó - ¡No voy a hacerle daño, se lo juro! ¡Por favor, no me mate!

Constantine vaciló, el dedo en el gatillo.

-¿Por qué debería creerte? ¡También eres un monstruo!

-No soy como ellos... como los que están en este bosque. Nunca le he hecho daño a ningún ser humano. ¡Lo juro!

-¡A otro con ese cuento! ¿Eres vampiro y nunca has matado personas? ¿Esperas que me lo crea?

-¡Es la verdad! ¡Se lo juro! No todos los vampiros tenemos que matar para alimentarnos... yo era uno de ellos. Uno de esa clase.

-¿Y cómo conseguías sangre?

-Hospitales. Robaba suministros del banco de sangre. Se lo juro, señor. Nunca, jamás tuve que matar a nadie.

Constantine lo pensó. Miró a Edward y luego al bosque.

-¿Conoces el territorio? - le preguntó.

-Bastante. Hace tiempo que estoy aquí.

Silencio. John meditó sobre el hecho detenidamente...

-¿Has oído algo sobre una "llave del Abismo"? - inquirió.

-Sí.

-¿Sabes dónde está? ¿Dónde podría encontrarla?

-Sí, sí. Yo puedo llevarlo hasta ella.

-Bien.

-...por un precio.

Constantine enarcó una ceja. El arma seguía en alto entre ellos dos.

-¿Qué quieres?

-Salir de aquí - Edward señaló al bosque - No soportaría pasar ni un año más en este sitio. Hay... gente que quiere mi cabeza. Mi única esperanza es salir de este reino. Si me saca de aquí, lo ayudare.

-Veremos. Tú llévame hasta dónde está esa dichosa llave y luego vemos si puedo sacarte de aquí. No puedo prometerte nada, pero lo intentaré. ¿Vale?

-De acuerdo. Es mejor que nada - el vampiro le tendió la mano, amistosamente.

John dudó... pero a la final bajó la escopeta y se la estrechó. Estaba fría, como la de un cadáver.

-John Constantine - se presentó.

-Mucho gusto - el vampiro sonrió - Edward... Edward Cullen.

Constantine- Apocalipsis (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora