Epilogo
Deus ex Machina
John estaba cansado de caminar. Parecía ser que el Valle de la Muerte se extendía por kilómetros y kilómetros interminables. Se había sacado la gabardina, aflojado la corbata y arremangado la camisa. Sudada y el Sol allá en lo alto no ayudaba para nada.
Lo sabía.
Iba a morir en el desierto.
-Menuda mierda – dijo, observando al horizonte. Allá a lo lejos, el calor le jugó una mala pasada. Entre el vapor que emergía del suelo, divisó algo de color amarillo que se acercaba velozmente hacia él. Por supuesto, no podía ser lo que parecía. Tenía que ser un espejismo.
Pero resultó que no lo era. Lo supo incluso antes de que el vehículo se detuviera a su lado, levantando una nube de polvo.
Se trataba de un taxi. Y era bien real.
-¿Quiere que lo lleve, amigo? – le preguntó el conductor, bajando la ventanilla.
John se quedó helado. Conocía a aquel "hombre". Si bien se veía como el clon exacto del actor Morgan Freeman, él sabía quién era el ser que se le apareció con su aspecto. Lo había visto fugazmente una vez, en el Cielo, instantes antes de que muriera apuñalado.
-¡Tú! – dijo, sorprendido – Pero… ¡Se supone que estabas muerto!
-Qué curioso: Nietzsche también dijo lo mismo hace muchos años… y aquí sigo – Dios sonrió. Se tocó la gorra que llevaba puesta sobre su cabeza. Iba vestido como un auténtico taxista de ciudad – Bueno. ¿Subes o qué? Aquí dentro se está más fresco que ahí fuera.
Constantine vaciló. Miró al auto y a su conductor, y luego, observó al desierto. Meneó la cabeza y se encogió de hombros.
-Rayos. ¿Por qué no? Al fin de cuentas, ¿Qué otra opción tengo? – dijo y se subió al taxi. Era verdad: el interior estaba mucho más fresco que el exterior.
-Tienes otra: quedarte afuera y morir achicharrado. Yo no puedo forzarte a no tomar esa decisión – miró a John por el retrovisor – Pero por suerte, eres un tipo sensato e inteligente – arrancó el coche. Muy pronto, cruzaban el desierto a toda velocidad.
Constantine se prometió a sí mismo que no iba a caer en la trampa. No iba a preguntarle nada. Pero la curiosidad acabo ganándole.
-Yo te vi morir – insistió.
-Por supuesto, John – asintió Dios, con una sonrisa – Y lo mismo pasó hace dos mil años, aproximadamente, cuando fui Cristo. Salvo que no duró. Tres días después, seguía dando vueltas por ahí – suspiró – No tengo que contarte el resto. Creo que si agarras una Biblia y lees los cuatro Evangelios y Hechos de Apóstoles, sabrás cómo continuó la cosa.
-Yo… no entiendo esto.
-¿Quieres un consejo sabio? Ahí te va: no lo intentes.
-¡Pero se supone que Gabriel te apuñaló! ¡Maldita sea! ¡Yo lo vi hacerlo! ¡Vi como morías y él ocupaba tu lugar!
-Porque yo se lo permití. Y en cuanto a "morir"… como decía mi buen amigo Albert Einstein, eso es relativo. Más, hablando de mí.
-Sigo sin entender. ¿Fingiste tu muerte?
-Sí. Podría decir que sí.
-¿Con qué fin?
-¿Me creerías si te digo que todo lo que pasó estaba destinado a suceder? – Dios volvió a mirarlo por el retrovisor – El Ragnarok, la muerte de los dioses, mi "muerte", la caída de los ángeles, la ascensión de Gabriel, el Apocalipsis, la derrota de Satanás… Todo lo que ha pasado, estaba escrito, fijado que debería pasar.
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Constantine- Apocalipsis (2)
Science Fiction¡Segunda Parte de esta historia! En una marcha a contrarreloj, John Constantine deberá buscar en el Purgatorio la llave del Abismo para encerrar al Arcángel Gabriel en él. Mientras tanto, Lucifer sufre en carne propia la ira del nuevo Dios, quien lo...