Capítulo 4

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La Caída de Satanás

El Purgatorio.

No había luz de Sol en aquél tétrico bosque. Sin embargo, tampoco era de noche. Podía decirse que aquel lugar vivía un eterno crepúsculo, una penumbra perpetua y anodina acompañada de niebla.

Si le hubieran dado a elegir a Constantine un color para identificar el Purgatorio, se decantaría por el gris. No estaría errado. Incluso, los grandes árboles de raíces nudosas que los rodeaban se veían más grises que marrones...

Edward y él acabaron por hacer un alto en un claro -palabra mal empleada para definir cualquier cosa respecto a ese lugar, pero no existía otra-. Aprovecharon para descansar y reponer fuerzas. Según el vampiro, les aguardaba una caminata aún más larga de la que venían teniendo hasta ahora.

Encendieron un improvisado fuego con hojas secas, unas ramas y el zippo de John. Éste último rebuscó entre sus ropas y encontró un cigarrillo. Se sentó sobre una roca, fumándoselo con placer.

-Te ofrecería uno - le dijo a Edward - pero evidentemente, es el único que llevo encima. Al menos, por el momento. Cuando vuelva a casa, planeo fumar muchos más.

-Gracias, pero no fumo - el vampiro estiró las manos e intentó calentárselas en el fuego. Tenía la mirada perdida entre las llamas, triste.

Constantine intentó convencerse de que no era su problema, que no le interesaba saber nada de él, sólo hallar la llave y encerrar al puto de Gabriel en el Abismo... pero fue inútil. Dando una profunda calada a su cigarrillo dejó pasar un momento antes de dejar caer la pregunta.

-¿Cuál es tú historia? ¿Por qué estás aquí?

-Por amor - Edward suspiró. Esbozó una triste sonrisa - Había una chica... se llamaba Isabella Swann. Era una mortal.

-¿Y te liaste con ella?

-Podríamos decir que sí. Pero el nuestro era un amor maldito e imposible. Éramos de mundos diferentes.

-Ya.

-Aun así, no nos importó nada y lo intentamos. Lo intentamos de veras. Mis años con Bella fueron los más felices de mi no-vida.

-¿Y qué pasó?

Silencio. El pálido rostro del vampiro se ensombreció.

-Había... gente... miembros de mi raza, los más antiguos... nunca vieron con buenos ojos nuestra unión. Para ellos, sólo éramos una "abominación" - hizo una pausa. Meneó la cabeza - Nos tendieron una emboscada. Ignoró qué pasó con Bella. En lo que a mí respecta, me arrancaron la cabeza y me estaquearon... y lo último que supe fue que llegué aquí, a este lugar - le echó una mirada al bosque - Desde entonces, vengo huyendo desde hace rato.

-¿De quién? ¿De qué?

-Hay algunos de mi especie aquí. Oh, no exactamente como yo, pero sí de mi raza...

-Vampiros - no era una pregunta, era una afirmación. Edward asintió.

-Son partidarios de los que me ejecutaron. Para ellos, aun en esta tierra de monstruos, sigo siendo una aberración.

-Que putada - John fumó su cigarrillo en silencio. La charla había acabado. Al menos, en lo que respecta a la vida vampírica de Edward. Él todavía tenía enfrente temas más urgentes. Como por ejemplo, hallar la llave del Abismo.

-Escucha, Ed - dijo, al cabo de un momento - No puedo perder más tiempo. En verdad, necesito encontrar esa llave de la que te hablé. ¿No conoces un atajo para llegar más rápido a ella?

Constantine- Apocalipsis (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora