CAP 7: ¿VAMOS A JUGAR?

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Primer movimiento.

Cellos, violas y bajos.

4/8

Adagio.

Sawamori Rouga miraba a través del cristal a la pacífica superficie marítima, que a su vez, se movía un tanto inquieta por la inestabilidad del clima, en una noche nubosa de un 29 de octubre.

Era finales de otoño.

La inquietud de dicha superficie mostraba perfectamente lo que Sawamori sentía con respecto a sus sentimientos.

El humo bloqueó su visión momentáneamente, y él pegó otra profunda chupada a ese cigarrillo que se consumía en su mano derecha.

Ésta sensación no era sólo una mera ilusión, empezando por el hecho de que la persona que producía esta inestabilidad, dormía tranquilamente en otra habitación de la casa.

Eran alrededor de la 1:20 de la mañana.

Absolutamente nadie entendía la fuerza del sentimiento hacia aquella chica. Esa chica que cuando menos pensó se convirtió en una mujer hermosa y voluptuosa, que él amaba con incandescente pasión desde su niñez.

Esa chica que había sido su mejor amiga, prima, novia y ahora prometida, era Yuuki Asuna, portadora de una larga cabellera caoba y ojos de miel.

Por eso la imagen del pasado jueves 27 de octubre, cuando el atrevido y apuesto trompetista de UPT decidió posar sus labios sobre la piel porcelana de su prometida, el asco, ira, y peor aún, el temor, eran sensaciones que lo atormentaban y le quitaban el sueño desde entonces.

Verdadero temor a que él le quitase lo que por derecho divino era suyo. A la oboísta.

La furia que tenía contra aquel trompetista sólo era comparada con la furia que sentía contra sí mismo. Una furia originada de la impotencia de no poder merecer el amor de esa oboísta, que hace mucho tiempo, había dejado de amarlo.

Y él lo sabía. Él era consiente de que ella ya no lo amaba.

Pero él sí. Él la amaba.

Pero la única forma que tenía, la única forma que poseía, entendía, conocía y sabía de expresar su amor se veía reflejada en los tristes ojos miel de ella, y en los morados que aparecían después de cada paliza que él le propagaba, cautivado por los celos, por la inseguridad y por la intensidad de su amor a ella.

Nadie entendía que si había necesidad, él moriría por ella. No. Eso nadie lo entendía.

Sus reflexiones siguieron así por diez minutos, hasta por fín su cigarrillo se acabó. Decidió entonces ir a la habitación de la muchacha para poder así, tal vez con un toque o una palabra, poder intentar calmar su torturada alma.

El silencio era rotundo y él no lo quebrantó. Su llegada y entrada a la cama de la chica habían sido en completo silencio.

El pecho de la chica, movido por la rítmica respiración de la profundidad de su sueño, sirvió para que el chico sintiera en un principio paz.

Un suave toque a sus pechos. Sí, eso lo calmaría. Moviendo hacía arriba la camiseta, la piel de porcelana quedó a la vista de él, maravillandolo.

-Kazuto…-ese susurro escapó de la boca de la chica, que seguía dormida.

¿Soñaba acaso con Kazuto? ¿Con el trompetista que se atrevió a posar sus asquerosos labios en el rostro de porcelana de ella?

-¿Kazuto?- sin reprimir la sorpresa y la tristeza, a él se le escapó ese nefasto susurro.

MÚSICA Y TÚ, ASUNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora