Seis

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— ¡Marie! —grité corriendo hacia ella. Me hacían falta sus abrazos y su aroma, pero no logré captar ninguno de los dos ya que sus brazos estaban amarrados a la camilla y tenía el típico aroma a hospital que tanto odiaba.

Marie comenzó a hiperventilar, no podía respirar, se estaba ahogando.

Llamé al doctor a gritos y me corrió hacia un lado de un manotazo.

Mierda, ¿que estaba pasando?

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