Capítulo 6

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Narra omnisciente

Ya era la hora. Mía estaba a solo una cuadra de la casa de Harry cuando sintió un fuerte olor, era sangre. Las ganas de ir a averiguar de dónde provenía ese olor eran tantas pero no podía fallarle a Harry. Sabía que al no estar presente en la cena traería consecuencias pero no le importó mucho esa idea.

Cada paso que daba el olor se intensificaba, la ansiedad al igual. Sabía que estaba cometiendo un error al no ignorar todo, pero nadie iba a poder saciar su ansiedad. Mía se acercaba más y más a una casa con cierto aspecto antiguo, la casa era realmente terrorífica. Tenía dos pisos, el color blanco hueso está desgastado y las paredes parecieran que tenía moho. En si la casa parecía sacada de una película de terror.

La casa al parecer estaba abandonada, pero el olor se hacía mucho más pronunciado. Realmente le intrigaba saber de dónde provenía, no dudo en entrar. Al pasar la puerta la recibió gran tramo de escaleras, dudo un segundo en subir o no pero las inmensas ganas de saber de dónde provenía el olor a sangre era más fuerte. A final de las escaleras había cuatro puertas, decidió abrir la última. Mala elección.

Al abrir la puerta su peor pesadilla queda al descubierto, era Alex. Su cuerpo estaba cubierto de sangre, estaba irreconocible ante los ojos de Mía. Habían drenado toda su sangre, tenía cortes por todo el cuerpo. Grandes cortes que dejaban ver parte de sus huesos y tendones. La imagen que se mostraba delante de ella realmente aterradora. En milésimas de segundos le habían quitado la vida a uno de sus grandes amigos.

Muchas veces se había preguntado ¿Qué se siente perder a un ser querido? Y vaya que ahora lo entendía todo. No había forma de describir ese momento de desolación, se sentía sin duda alguna desprotegida. Lágrimas se aproximaron a sus ojos esmeralda, caía una, dos, tres... lágrimas, todo era ajeno en ese momento. Hasta que un sonido bajo la saco del shock en el que se encontraba, provenía de la habitación que estaba justamente al lado. Sin miedo alguno, fue. Giro la perilla y lo que encontró no le agradó.

—No por favor. —dijo en un susurro.

Gabriela tendida en el suelo con un disparo en medio de las cejas.

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