Capítulo 8

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Narra Omnisciente


Mía se encontraba en el cementerio, estaba en busca de respuestas.

— Por favor, no me dejes así. —decía entre lágrimas a la par de la tumba de Erín.

— Mía, tu sabes más que nadie, que no puedo hacer nada al respecto. Tu decisión ya está hecha.

— No quiero que les ocurra algo malo. —Mía le había contado todo lo que pasó, pero Erín no podía hacer nada contra un ser maligno.

— Vete a casa, el destino decidirá lo que está bien ahora en adelante. —citó Erín.

Al llegar a casa las luces seguían apagadas, eso significaba que su tía no había regresado. No era tan tarde pero ya debía de estar en su casa.

— Mía, levántate y baja, ahora mismo. —escuchó la voz de su tía.

Hizo lo que pidió su tía, antes de llegar a la sala escucho otras voces. Eran hombres sin duda.

— Hola. —dijo en un susurro que salió como si fuera a morirse.

— ¿Es ella? —preguntó un joven de aproximadamente 22 años.

— Mía, ellos son el Dr. Wilson y su ayudante, el Dr. Dan. —señala al último quien preguntó anteriormente.

— Hola, Mía. Un gusto en conocerte, tu tía me ha hablado mucho de ti. —dice el hombre más grande.

— Te preguntaras ¿Por qué estamos aquí? —dice el más joven y ella solo asiente.

— Ayer la mamá de Harry me llamó —hace una pausa Charlotte— Dijo que fuiste a buscar a Harry y le dijiste cosas extrañas, luego te vio salir corriendo como una loca de su casa. Enserio no sé que te pasa ya, Mía. Ya no sé qué hacer contigo, es por eso que he llamado a los doctores que son especialistas en personas como tú. —la sala queda callada. Todos miran a Mía, quien esta atónita sobre lo que acaba de decir su tía.

— ¿Eso...eso significa qué?—ya sabía la respuesta pero quería escucharla de su tía.

— Sí, Mía. Irás a una clínica psiquiátrica. —claramente era algo malo sabiendo que Harry y Alicia corrían peligro.

— No tía, no me puedes hacer eso, por favor. —suplicaba con lágrimas en los ojos.

— Ya tome la decisión y no me harás cambiar de opinión, doctores pueden llevársela. —aquello sin duda sonaba más como un arresto y más cuando Mía ponía resistencia. La joven no quería ir a ninguna parte sin antes detener lo que iba a suceder. Solo ella podía llegar a su fin y tenía que hacerlo cueste lo que cueste.

— Por favor, déjenme ir.

— Sabes que eso no pasara, Mía. Así que pon de tu parte, nosotros solo queremos ayudarte. —trata de persuadir el doctor Wilson.

— Si quieren ayudarme déjenme ir. —dijo exasperada Mía.

— No es como si fuéramos a llevarte a una cárcel. —dijo el doctor más joven, Dan.

— Como si un loquero no fuera una cárcel. —dijo de mala gana Mía.

— ¿Podrías dejar de quejarte? irás con nosotros, te guste o no. —dijo ya enojado Dan. Ya no se inmutó en decir algo— Gracias.

— Estúpido.

— Te escuche.

— Era la intención.

Ninguno volvió a dirigirse la palabra en lo que llegaban a la clínica Sher. Harry estaba enterado a donde se llevaban a su amiga y claro, era triste pero era una gran ayuda que iban a hacerle.

— Llegamos, bienvenida a tu casa. —dijo el doctor Wilson.

— Oh Dios Mío. —debería de ser una broma pensó Mía. El lugar era como de esas películas de miedo donde hay hospitales en los que cometían asesinatos.

— ¿Acogedor, cierto? —le dedicó una sonrisa sarcástica Mía.

— Dan te llevará a tu nueva habitación, y espero que cooperes en todo. —dijo el doctor.

— Entremos. —dijo Dan con una sonrisa.

El lugar sí que era terrible por dentro, pero al entrar no parecía realmente un hospital psiquiátrico, más bien era como un hotel lujoso con fachada horrorosa. El vestíbulo no era tan grande pero era elegante, habían tres corredores que dividían a los pacientes: niños, adolescentes y adultos. Se adentraron al corredor de los adolescentes, era demasiado largo, gracias a Dios no tuvieron que subir escaleras.

— Habitación 216. —dijo Dan para ella.

— Supongo que gracias. —dijo Mía resignada.

— Cada habitación tiene su propio baño para no molestar a otros pacientes, en esos cajones puedes guardar tu ropa o lo que sea que traigas. A las 7 en punto es la cena, todos sin excepción de nadie tienen que estar en el comedor, pasare por ti ya que no conoces. —terminó de decir a lo que Mía asintió.

— Está bien. —dijo ella dándose vuelta para observar mejor la habitación. No era gran cosa tenía una cama, un escritorio y un mueble con cajones.

El comedor si era grandísimo, absolutamente todos estaban allí. Mía se sentó con los adolescentes quienes solo la miraban ya que era la nueva.

— No te encariñes. —susurró Dan.

— Créeme no lo haré.

La comida no era tan mal para lo que se había imaginado. Luego de la cena, regreso a su habitación. A los pocos minutos tocaron.

— Adelante.

— Mañana empiezas las secciones. —dijo él con voz suave.

— Gracias, aunque no las necesito. —dijo ya cansada.

— Te creo.

— ¿Enserio?

— Claro, no pareces esa clase chica loca. —a lo cual ella se sonrojo.

— Bueno no importa, nos vemos mañana. Feliz noche, Dan. —se despidió ella.

Esto sería un gran problema, Dan claramente sentía atracción por Mía pero era solo una niña de 17 años pensó él. Además, primero estaba su trabajo y no quería perderlo más ahora que acaba de comenzar. Mientras tanto Mía pensaba en la traición de Harry ¿Cómo pudo ser capaz de hacerle esto? Era una de las personas en las que más confiaba. Por otra parte, Harry se sentía culpable pero era lo mejor para Mía. No quería verla en ese estado, le preocupaba no poder ayudarla.


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