Birthday // Muke

Siete días después

— ¿Luke? ¿Hijo? —Liz miró preocupado a su hijo que estaba acostado en el sofá de la sala enredado en miles de cobijas—. ¿Estás bien?

El chico despegó la vista de la televisión donde se reproducía Titanic.

— ¿Dijiste algo, mamá?

Liz suspiró.

— ¿Seguro que no tienes ningún problema en quedarte solo? —Preguntó mientras se acomodaba el cabello—. Puedo cancelar mi cita o llamarle a tu papá para que venga a hacerte compañía. Igual tus hermanos llegaran en una hora.

—Estoy bien —suspiró el chico—. De verdad. No pasará nada.

Liz asintió todavía sin estar segura. Le dio un beso en la frente a su hijo y salió de la casa diciéndole que si tenía un problema, le llamara.

“Mi problema es que el chico que me gusta se fue dejándome” pensó mientras se acomodaba mejor en el sofá  “Después de decirme que le gustaba. Te odio, Michael Clifford”

Siguió viendo la película suspirando de vez en cuando y pensando en cómo Michael Clifford era un idiota por haberlo dejado colgado. En ese momento, su mente era un remolino de ideas locas y confusas. Una parte de él estaba flotando en nubes de algodón porque Michael había dicho que le gustaba. Y otra parte de él quería matarlo porque el desgraciado se había ido dejándolo con todas sus dudas.
Y otra parte, una parte pequeña y oscura de él, creía que el teñido solo había dicho eso para ilusionarlo y luego romperle el corazón de la forma más cruel posible.

“Pudimos habernos besado” pensó con tristeza “Pudo haberme dado mi regalo de cumpleaños. Y el muy maldito no lo hizo. Lo odio”

En ese momento, el timbre de la casa sonó sacándolo de sus cavilaciones. Alzó su vista y bufó molesto.

“¿Me están jodiendo?” murmuró pensando en que sus hermanos habían olvidado de nueva cuenta sus llaves “Lo voy a matar”.

Se levantó y fue a abrir todavía con cara de molestia y con un insulto en la punta de la lengua. Pero al ver a la persona que había al otro lado todas sus palabras se quedaron atoradas en la garganta.

Michael.

—Mikey —jadeó el chico como si necesitara confirmarse que el chico estaba ahí—. ¿Qué haces aquí?

—Necesito hablar contigo —el teñido se aclaró la garganta—. ¿Puedo pasar?

Luke quiso hacer tantas cosas. Quiso correr hacia Michael y besarlo pero a la vez cerrarle la puerta en la cara. Quiso abrazarlo pero a la vez gritarle que era un imbécil.

Pero sobre todo quería respuestas.

—Este, si… está bien —el rubio se hizo a un lado y lo dejó pasar. Michael caminó hasta la sala y él lo siguió.

El teñido se sentó en el sofá y alzó una ceja al ver las mantas en este y la televisión reproduciendo Titanic. Luke enrojeció y se adelantó para juntar las cobijas y tirarlas a otro sillón y a apagar la televisión para luego sentarse a su lado.

Los dos chicos se miraron a los ojos fijamente sin decir nada. El teñido fue el primero en bajar la mirada hacia sus manos y empezar a jugar con sus dedos.

Luke decidió romper con el muy incómodo silencio.

—Este yo, Michael... quería decirte que yo…

Pero antes de que pudiera seguir, Michael lo interrumpió.

—Me gustas Luke.

Y a pesar de que el chico ya lo sabía, su corazón latió con fuerza y una sonrisa muy tonta se dibujó en su rostro.