Ya era martes y ese sin duda era mi día favorito... pero el día anterior me habían asignado trabajar con nada más ni nada menos que con Castiel, el chico del que había estado enamorada por mucho tiempo pero que resultaba tan idiota que luego de casi un año, ni siquiera sospechaba de mis sentimientos.
Suspiré, era como la quinta vez en el día que lo hacía, me sentía ansiosa, ¿por qué? bueno... era mejor terminar de hablar del lunes, el día que el desastre comenzó. Estábamos en Historia y debíamos empezar a escribir un ensayo, yo tomé el liderazgo y básicamente lo obligué a colaborar, sin embargo, como no pudimos terminar el profesor nos sermoneó, y luego nos animó a que termináramos todo después del colegio.
La idea al principio me encantó, a él también pareció encantarle y por eso me invitó a su casa, pues la idea de conocer su hogar, a su familia, me parecía genuina; realmente estaba emocionada. Sin embargo, cuando me enteré que vivía solo, simplemente entré en pánico, es que, solo imagínenlo: dos adolescentes con hormonas alborotadas, solos en una casa sin ningún tipo de control, donde podría pasar... ¡cualquier cosa!
Todo el día que pasó, la noche, y hasta la mañana siguiente, fui un manojo de nervios que no dejaba de pensar en la idea de tener que hacer ese trabajo. Quería encontrar una forma de calmarme, pero simplemente no podía. Las horas pasaron lentamente hasta encontrarme en ese quinto suspiro del día, que se escapó de mi boca cuando llegué a la dirección señalada.
Aquí es... - Susurré, a la vez que leía ese papelito donde estaba anotada su dirección.
Traté de buscar un timbre, algo para poder llamar la atención, pero como no encontré nada comencé a golpear las palmas para que al menos alguien se diera cuenta de mi presencia y fue cuestión de segundos para encontrarme con el galán de mi vida. La puerta se abrió, su desalineado cabello rojo fue lo primero que vi, sus intimidantes pero bellos ojos grises siguieron, su rostro con la expresión más perezosa que vi en mi vida fue lo que vi posteriormente hasta que terminé de inspeccionarlo, notando que traía pantalones holgados y una camiseta cualquiera de una banda cualquiera.
Hola. - Le dije, timidamente. Él me inspeccionó al igual que yo lo hice, y sin saludar o decir nada, con su mano me indicó que pasara.
Pasamos, cerró la puerta y sin detenernos, él me guió hasta la cocina a través de una sala de estar desordenada y de pasillos oscuros sin ningún tipo de decoración más que una capa de pintura vieja y uno que otro cuadro con personas totalmente desconocidas para mí.
Cuando llegamos a la cocina, la primera palabra que se me ocurrió para ella era modesta, pues además de estar bien decorada, estaba bastante limpia y sorprendentemente se veía acogedora. En la mesa estaba colocado un mantel blanco con pequeñas flores rojas e incluso llegué a apreciar las baldosas d suelo que en este caso, eran claras, pero sin llegar a ser blancas.
Ignoré entonces mi entorno y de mi bolso saqué lo necesario para hacer el ensayo, traté de evitar su mirada pero por alguna razón, sus ojos no se despegaban de mi, y me daba cuenta de eso porque sentía esa típica incomodidad que se genera en una situación así. Decidí dejar mi nerviosismo atrás y lo miré, esperando que me dijera cualquier cosa.
Oye... - Inquirió, pero antes de poder decir nada, una figura negra y energética entró velozmente a la cocina, asustándome.
Él rió levemente por mi reacción, yo probablemente estaba roja. Miré la criatura que había entrado, y era un perro, un Beauceron negro para ser exacta. Sabía mucho de perros pues mi padre era aficionado a ellos, pero como yo no compartía esa afición, a veces los canes me resultaban temibles, sin embargo, esta vez me resultó agradable ver como la mascota se divertía girando y lamiendo la mano de su dueño, que parecía entretenido.
¿Cómo se llama? - Me atreví a preguntar, tratando también de entrar en confianza.
Demonio. - Dijo, mirándome con una media sonrisa en sus labios.
Es adorable. - Admití, al ver que el perro también se interesaba por mi, parecía que yo le generaba tanta curiosidad como él a mí.
No suele ser tan cariñoso. Quizás te reconoce como un par. - Dijo, socarrón.
¿Qué acabas de decir? - Dije. - ¿Acabas de llamarme perra o es mi imaginación? - Exclamé, a la defensiva.
Él sonrió
Continuará...
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Relatos cortos de Amour Sucré.
RomanceSerie de relatos cortos creados a partir de personajes pertenecientes al juego Amour sucré (Corazón de Melón.)