Lysandro, parte 4.

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Pasó una semana y unos días más, en resumen: era miércoles. Luego del incidente, Anna dejó de ser la sonriente chica que me embelesaba con sus palabras, para así convertirse en su versión más paranoica y triste. Me evitaba, en los recreos prefería quedarse sola y apenas me veía... bajaba la cabeza.

Sentía impotencia. ¿Qué podía hacer? No lo sabía, por lo que por primera vez en un gran tiempo decidí improvisar. 

La esperé a la hora de salida en el portón que daba a la calle, necesitaba hablar con ella para saber que ocurría, tenía tantas preguntas que ni siquiera sabía por donde iba a empezar, pero no logré mi objetivo, pues en cuanto ella salió, noté como la figura masculina de su novio había aparecido desde la esquina de la acera y se dirigía hacia donde yo estaba. 

Traté de pasar desapercibido y lo logré, aunque no fue fácil. Cuando ambos se encontraron intenté irme, pero sabía que si me movía de donde estaba, ambos me verían y realmente quería evitar eso. No pretendía escuchar su conversación, realmente no me sentía cómodo escuchando asuntos ajenos pero en este caso no pude evitarlo... y así me enteré de que mi plan jamás sería concretado, pues él la vendría a buscar todos los días a partir de ese momento. ¿La razón? La razón era yo. Y me molestaba, pero me entristecía a su vez.

No puedo confiar en ti, no después de verte con ese engendro. - Eso fue lo último que le dijo antes de partir, yo apreté los puños y luego suspiré. ¿Qué opciones tenía? 

No me parecía bien el intervenir entre ellos dos. No estaba bien, en realidad. Pero tampoco estaba bien dejar a una amiga, a la persona que amo, sola. Sola... o mal acompañada. Entendía los sentimientos de Rafael sin embargo, ¿cómo no intentar proteger a un ser tan precioso y único? Tratar de que sea solamente tuya, que solo te mire a ti, que ni por asomo se atreviera a abandonarte pero... ¿hasta que punto estaba bien pensar así?  Siempre consideré que está bien querer, está bien sentir celos, hasta ser un poco egoísta y querer que solo te mire a ti... Pero no es necesario llegar a tal punto, ser tan posesivo... tan... tóxico. ¿Qué pensaría ella al respecto, entonces? 

Luego de esa escena, volví a casa y sin pensarlo dos veces tomé mi libreta, me senté en la mesa y comencé a escribir, necesitaba descargarme. 

¿Realmente lo quieres? Le preguntaría. ¿Esa expresión tan triste en tu rostro, es por él? Insistiría. Por favor, cuéntame, necesito saberlo. Si no, ¿Cómo podría aliviar ese corazón triste, entonces? ¿Es que acaso me equivoco, y resulta que estás triste por mi culpa? Lo siento, eso fue muy egoísta de mi parte, no debí preguntar eso pero... realmente me gustaría saber; mi Anna, Anna querida... tus heridas, déjame sanarlas. Déjame salvarte tantas veces como tú lo has hecho por mí. Solo dime, ¿Qué puedo hacer por ti? Me desespera verte tan alicaída, tan diferente... y por eso, quiero hacer algo al respecto... créeme. Haría cualquier cosa, y muchos me llamarían loco por ello, y no podría negarlo, pues... debo confesarte algo: ¡Estoy loco por ti! Sin embargo.. ¿Un loco podría ayudarte a remediar esa maldita tristeza? No lo sabía... pero... debía intentarlo. Te necesitaba, pero sobre todo, te necesitaba bien porque no hay duda que la felicidad es bella, pero es incluso más bella cuando la felicidad te rodea a ti. 

Cerré mi libreta, suspiré y vi la hora. Pronto serían las nueve, por lo que decidí que lo mejor sería saltear la cena y tratar de dormir un poco, a decir verdad, estaba extenuado. 

5

El Jueves, las cosas siguieron igual, no pude actuar, no pude hablar con ella. 

Relatos cortos de Amour Sucré.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora