Séptimo Escalón

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Me sentía como si tuviera un perro, lo podía sacar a pasear, le daba de comer, lo cepillaba y lavaba, los acompañaba al veterinario y podía jugar tanto como quisiera con él. Prácticamente podría ser mío, aunque no lo era, pero así lo sentía yo.

Habían pasado dos meses desde que Jimin adoptó a Kookie y he de decir que le había cogido mucho cariño..., al perro, aclaro, e incluso él a mí..., también me refiero al perro, bueno, como decía, Kookie me había cogido tanto cariño que me apostaba la cabeza a que me quería más a mí que a Jimin.

Sí, me sentía orgulloso.

Hoy había llevado a Kookie a un parque que habían reformado por completo e incluso construyeron una zona para perros. Kookie correteaba con otros perros y yo no podía parar de sonreír al verle tan feliz y enérgico.

Ojalá yo tuviera esa energía.

También había otro motivo por el cual vine a este parque, Jimin me habló sobre él y que le cogía de camino devuelta del trabajo, así que lo estábamos esperando para luego ir a casa.

— ¡JungKook! —giré sobre mis pies y vi a Jimin a lo lejos, haciéndome gestos con su mano. Rápidamente llamé a Kookie, quien vino veloz hacia mí, le puse la correa y corrimos hasta el pelirrojo.

— ¿Qué tal el trabajo, hyung?

— Muy tranquilo, la verdad, hoy apenas vinieron clientes —acarició al perro y le pasé la correa para que lo llevara él—. ¿Y tus clases?

— Aburridas, muy aburridas —comenzamos a caminar en dirección a nuestro edificio, que quedaba a unas cuadras del parque—. Estoy deseando acabar los estudios.

— Cuando comiences a trabajar querrás volver a estudiar, créeme —despeinó mi cabello.

— Hyung, no hagas eso —quité su mano y acomodé cada mechón de mi pelo, avergonzado de que alguien nos hubiera visto.

— Pasemos antes por la tienda.

— ¿Para qué?

— He visto una receta que quizás podríamos probar a hacer —sacó su móvil del bolsillo y tras buscar algo en él, me lo pasó, mostrándome una receta de galletas, pero no eran unas simples galletas, éstas estaban rellenas de chocolate fundido y trocitos de chocolate blanco por arriba, o al menos eso se veía en la imagen.

— Se ve complicado.

— No perdemos nada por intentarlo —me sonrió y le pasé el móvil, imitando su sonrisa.

En la tienda, mientras que él miraba la lista de la receta, yo estuve cogiendo todo lo que me iba indicando y lo metía en la cesta que llevaba. En una de las estanterías me fijé en los distintos siropes que había; fresa, chocolate, vainilla, menta, caramelo, coco, etc...

— ¿Qué miras?

— Podemos echarle sirope por encima a las galletas. —le dije, señalando con el dedo a los diversos sabores que había.

— ¿No sería demasiado? —cogió uno cualquiera, mirando su reverso— Quedará muy empalagoso. Además, es ya demasiado azúcar.

— Te preocupa engordar —le di un codazo mientras reía y le lanzaba una mirada de granujilla.

— Pues claro que sí —devolvió el sirope al estante—. Cabría la posibilidad de que me veas feo —se giró hacia mí, borrándome al instante la sonrisa y poniéndome de lo más nervioso por su repentina cercanía.

Estos acercamientos siempre me dejaban perplejo, no es que lo hiciera todo el tiempo, pero si que a veces ocurría situaciones parecidas a éstas. Me pone muy nervioso que lo haga y nunca sé como reaccionar, sólo me quedo embobado sin apartar la vista de su rostro, hasta que el decide separarse de mí y luego pedirme disculpas. Aunque más bien eso lo hacía antes, no sé cuando dejó de pedirme perdón, ahora lo hace y se despega como si nada, sin comentarios. Nada.

Sólo Vecinos [JiKook]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora