Décimo Escalón

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Dos semanas, ese era el tiempo que tenía hasta mudarme y no volver a ver más a Jimin. Aún no le había dicho nada, es más, ni siquiera lo he visto desde aquel día que presenciamos como mi padre salía malhumorado de mi casa. No tenía las fuerzas suficientes para contárselo, ni cómo hacerlo.

Hoy mis padres habían ido a firmar el dichoso divorcio. Llegaron a un acuerdo, el piso se vendería y repartiría a partes iguales, también decidieron que sería mi padre quien se encargaría de venderla, ya que nosotros nos marcharíamos de aquí en dos semana.

Dos semanas...

Debería de hacer algo.

Me levanté de mi cama yendo directamente al baño y viendo mi horrenda cara reflejada en el espejo. No había dormido nada y éste había sido el resultado, aunque poco me importaba. Lavé mi cara con agua tibia viendo mi rostro una vez más y auto lanzándome una mueca de desagrado. Si alguien necesita un actor para una película de terror, que me contraten como fantasma, que ni maquillaje necesitaran ponerme. Por último cepillé mi pelo y salí en dirección a la cocina buscando cualquier cosa para acallar un rato mi estómago.

Tirado en el sofá con un Donut de chocolate en mano y viendo algún programa matutino fue como me pasé la mayor parte de la mañana. Dejé la mitad del Donut, mi estómago estaba cerrado y apenas podía ingerir algo, los programas pasaban, pero a ninguno les eché cuenta, mi vista estaba clavada en el techo de la sala, pensando en algo que no dejaba de atormentarme. Jimin.

No lo podía superar y mucho menos encararlo, había pensado las miles de formas de decírselo, pero ninguna me convencía, eso o que temía verlo, ver su rostro al contarle que debía irme, escuchar las palabras que diría y como se lo tomaría. Creo que me da miedo que no le importe, pero ¿por qué no le importaría?, él mismo me dijo indirectamente que pasaría el resto de su vida conmigo, imposible que se lo tome bien.

Ni siquiera me había dado cuenta el cerco mojado en el sofá que produje por mis lágrimas, ya ni cuenta me daba cuando comenzaba a llorar. Creo que en mi vida había llorado tanto y sólo pasaron un par días.

La vida es cruel.

Giré mi cuerpo, quedando boca abajo y tras esconder mi rostro en mis brazos, una vez más lloré, se estaba haciendo algo incontrolable para mí.



Unas sacudidas a mi cuerpo me despertaron, al levantar la vista vi a mi madre. Me incorporé frotando mis ojos y al verla mejor vi que tenía su vista puesta en el sofá, seguí su mirada y vi que aún permanecía el cerco de lágrimas.

Mierda.

— Mis babas —le dije antes de que abriera la boca para decirme algo. Estoy seguro que sospecha que algo en mí no anda bien, pero no acostumbramos a hablar de temas profundos ni de nosotros mismos, así que tanto ella como yo, nos cuesta preguntar.

— Ya está todo hecho —dijo ignorando lo anterior—. Quizás deberías empezar a empacar las cosas —asentí y sin más me levanté, caminando devuelta a mi habitación, pero no para empacar sino para tirarme en la cama, cual saco de patatas, y de nuevo echarme a dormir, no tenía ganas de nada.

— No me importa.

— ¿P-por qué? Creí que...

— Creíste mal, si debes irte entonces será lo mejor.

— ¿Por qué me tratas así? Tú mismo dijiste que...

— Basta JungKook, será mejor que te vayas —vi como su cuerpo se alejaba, quise ir tras él, pero no podía, mis piernas no respondían, lo único que podía hacer era gritar y gritar, pero ninguna de las veces se giró. Y entonces dejé de verlo, su silueta desapareció en la nada.

Sólo Vecinos [JiKook]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora