·Capítulo 30·

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-¿!COMO QUE ESTAS EN LONDRES!? – sé que estoy gritando, y que Erik puede haberme escuchado, pero ahora mismo eso es lo de menos.
Otro suspiro más de Ian.
-Cuando Miriam me contó lo que te había dicho me quise morir, sinceramente jamás quise hacerte daño y fue entonces cuando me di cuenta...– empieza a decir – Amy he venido hasta aquí solo para decirte que es lo que realmente está pasando; he venido hasta aquí para decirte cuales son mis verdaderos sentimientos, y que todos te pertenecen a ti, pero sobre todo he venido a aclararte las cosas, y a decirte todo aquello que siempre he querido decirte y jamás he tenido valor.
No puedo respirar, no puedo hacer nada, solo temblar como una hoja movida por el viento.
-No me digas esas cosas... -consigo decir.
Ahora mismo se que debe de estar sonriendo, porque debe de imaginarme como un tomate, vamos como estoy.
-Es hora de que empiece a decírtelas ¿no?
Escucho una risita tímida a través del altavoz.
-Así que me gustaría quedar para hablarlo, ¿cuándo te viene bien?
Voy a contestar cuando...
-¿Amy sigues ahí? – la voz de Erik  hace que me dé cuenta de lo que está pasando realmente, oh dios.
-¿Quién es ese? – dice Ian a su vez.
¿Por qué siempre me pasan estas cosas? Tal vez sea el Karma, ¿pero que he hecho yo de malo? Creo que soy la chica con más problemas tontos en la faz de la tierra.
-Un chico - ¡TONTA! ¿Para qué le dices eso?
<<Amy, la próxima vez que vayas abrir esa bocaza que tienes piensa antes>> me digo para mis adentros.
Ian carraspea.
-¿Estas saliendo con alguien?
Rio nerviosa.
-No, no, por supuesto que no...
-AMYYYYYYY – canturrea Erik, lo voy a matar.
Me llevo una mano a la cabeza y empiezo a tocarme el pelo como una loca.
-Ian llámame esta noche, ahora  no puedo. 
-Pero...
-Hazme caso – intento mantener la compostura, imposible – hasta luego.
Cuelgo, todavía con los nervios a flor de piel.
Me dirijo hacía el salón en grandes zancadas, voy a arrancarle la cabeza a alguien y ese alguien va a ser ERIK.
-¡Imbécil! – grito nada más entrar por la puerta, pero no esta ahí.
Miro a un lado, a otro, y no lo encuentro, ¿dónde se habrá metido?
Empiezo a morderme las uñas, todavía pensando en la reciente conversación y con un gran lio en mi testaruda cabeza. 
Ian, mi querido Ian, el de los ojos grises y rizos de oro.
No me he dado cuenta de cuanto le he echado de menos hasta ahora, pero ¿y si es verdad que esta con Miriam? No puedo soportar que me vuelvan hacer daño, se supone que soy una nueva Amy.
En un abrir y cerrar de ojos me encuentro en el suelo y con sus brazos rodeándome.
-¿Qué estás haciendo? – mi respiración se agita y tengo que contar hasta diez para que no me de algo.
Me doy la vuelta como puedo, y nada más hacerlo me arrepiento, ya que me encuentro con su cara a pocos centímetros de la mía.
-No lo sé... - se relame los labios y observa los míos.
Sin poder evitarlo yo también me relamo los míos, y siento un bulto en mi estomago que me advierte lo que acaba de pasar...
Suelto un gritito y Erik ríe.
Todo lo que ha pasado hace diez minutos se desvanece, y solo tengo ojos para este chico neurótico, bipolar y buenorro que te cagas.
-¿Con quien hablabas?
Y estropea el momento de golpe.
-Levántate por favor – apoyo mis manos en su pecho y intento separarlo de mi, pero es el mayor error que cometo, ya que sentir el contacto con su piel es lo peor que podría sentir ahora mismo.
Sus ojos se desvían a mis manos por un segundo.
-Me gustaría besa...
-¡LEVANTATE! –no puedo escuchar ahora mismo eso, no cuando tengo la cabeza hecha una lío y no cuando esta loco.
Veo como cierra los puños.
-BESARTE – acaba.
Y el corazón empieza a latirme a toda mecha, ¿así es como tengo que enseñarle a ver lo bueno de la vida?

No me lo esperabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora