•Capítulo 2•

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Estamos a domingo, Sara me ha dejado muy claro que no vamos ni voy a volver a Barcelona así que ya puedo estar rompiendo todas las cosas del mundo que no va a dar su brazo a torcer y frustrada me he encerrado en el lavabo y he tenido un baño relajante, después he salido me he pasado una hora leyendo y como todos los domingos he escuchado los berridos de un paciente. Es raro que un paciente grite de esa manera, y la parte protectora que tengo hacía mi madre me hace ir al salón y ver lo que pasa, ahí me quedo pasmada tanto como Sara.

Hay un chico que debe de medir dos metros e impresiona que no veas, por lo que veo sus brazos bien formados están adornados con tatuajes; no se le ve ni un solo trozo de piel en el que no haya salpicado algún dibujo hecho con tinta permanente.
Me fijo en su cara tiene un piercing en la ceja, en un lado de la nariz, en el labio y también me doy cuenta que tiene uno en el frenillo - hago una mueca de dolor, aunque puede que no duela- me fijo en su pelo, es negro azabache y tiene los dos lados de la cabeza rapados, por último vuelvo a mirar su cara, es bastante moreno, tiene muy marcadas las facciones y cuando me percató de sus ojos doy un paso atrás, son de un azul eléctrico impresionante. Dejo de mirarlo y observó la cara de horror de mi madre, para esto ella es muy clásica y muy pija, odia los tatuajes y más los piercings o sea que seguro que este chico no le hace ninguna gracia.

-¿Se puede saber por qué gritas? - consigo decir.

Ninguno de los dos se había dado cuenta de mi presencia.

-Será mejor que te vayas - me espeta el chico - es ella la psicóloga no tu.

Por la cara de desprecio que hace cuando mira a mi madre veo que no ha venido aquí por voluntad propia.

-Pues yo creo que será mejor que te calles, porque paso de escuchar a un loco en mi casa, para eso te vas a un psiquiatra - le miró de la misma manera que él a mirado a mi madre y entonces la miro a ella - lo ves Sara, si estuviéramos en Barcelona tu tendrías una consulta y no sería en nuestra casa, no tendría que soportar estas cosas.

Mi madre me mira con recelo, pero no dice nada; se ve que ya empieza a cansarse de este tema, pero más me cansa a mi.

-Mejor me voy - comenta el chico con una sonrisa.

-Yo también me voy - cojo mi chaqueta, abro la puerta y salgo.

Por fin salgo del rellano y respiro aire fresco, no muy puro porque esta súper contaminado a causa de los coches y todas esas cosas , pero mejor esto que estar en esa casa. Saco el móvil y llamo a mi padre, como siempre deja saltar el buzón de voz y suspiro. Ya nada es lo mismo, me gustaría ir ahora con algún amigo, pero no me he tomado la molestia en hacer ninguno, eso no quiere decir que me lleve mal con los que iba a la misma clase que yo, solo que me costó un montón aprender inglés y no me dio tiempo a relacionarme

-¿Te puedes apartar?

Esa voz... me giro y ahí veo al gilipollas que estaba gritando en mi casa. Pero me apartó sin decir nada.

-Me gustaría que me dijeras como puedes soportarla - suelta y me doy cuenta de que esta hablando en castellano, no me di cuenta arriba.

-A mi me gustaría que siguieras tu camino.

Bufa, le miró fijamente a los ojos y vaya ojos ¿cómo pueden ser tan azules? Son tan bonitos, me quedaría horas y horas mirándolos, si no fuera porque en esos ojos hay un montón de ira acumulada... serian aun más preciosos.

-¿Qué miras? - pregunta con groseria y me hace caer de mi nube.

Paso de contestarle y comienzo a caminar, no tengo ni idea de donde ir, siempre es lo mismo. Salgo de casa, me quedo en el portal respiro hondo y vuelvo arriba, me meto en la habitación y me paso horas y horas hablando por Skype.

-Te he hecho una pregunta, pequeñaja.

¿Pequeñaja? Uy no sabe lo que se está buscando este macarra.

Me giro bruscamente y me señaló con el dedo y luego le señaló a él.

-A ver, ¿donde ves tu que sea pequeña?

Se echa a reír y se va, que capullo.

Vuelvo a casa y me encuentro a mi madre sentada en el sofa con la vista fija en la tele. Me acerco a ella y me siento a su lado. Este es uno de los únicos momentos en que nos entendemos, cuando se va el paciente.

-No quiero verte con ese personaje - me dice seria.

Nunca me había prohibido ir con nadie, y ahora que lo hace me molesta.

-¿Por qué? - pregunto con irritación.

Observó su cabellera dorada y luego miro mi pelo, marrón oscuro, ¿esta segura de que es mi madre?

-¿Es que nos has visto los tatuajes y los piercings? - se tapa la cara con las manos, señal de que esta horrorizada - y encima la manera en la que se ha puesto a gritar.

-Es verdad ¿a que ha venido eso?

Creo que mi madre se sorprende de que le este hablando sin gritarle por una vez en mucho tiempo, pero es que me interesa mucho que le pasaba.

-Porque decía que él no pintaba nada aquí, que ya tenía veinte años y que sus padres le siguen obligando hacer cosas que él no quiere...

-¿Como van a obligar unos padres a un chico mayor de edad para que vaya al psicólogo?

Sara suspira, apaga la tele y se levanta.

-Él chico ese no para de meterse en peleas en la universidad y sus padres ya están hartos de su carácter inmaduro y por lo que me han dicho ha jugado con los sentimientos de muchas chicas y le han denunciado otras tantas, pero eso no sé si es del todo cierto...

Se me escapa una carcajada, tiene toda la pinta de ser un tío de esos que se hace el duro.

-Amanda, te obligo a que no te acerques a él.

Ya está, aquí está lo que tanto deseaba. Ya he encontrado lo que mi madre más teme y más le horroriza y es que yo pueda tener algún tipo de relación con ese chaval.

-No te prometo nada, Saray.

Por cierto, no me gusta que me llamen Amanda y por eso me hago llamar Amy, si una tontería pero es lo que hay.

No me lo esperabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora