Aferrarme.

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Mi error fue aferrarme a él.
Me acostumbre tanto a mirarlo, a hablar con él, a oírlo reír y a escuchar sus historias.
A verlo sonreír y a escuchar su voz.
Que en el momento en el que me quedé sola, sentía vacío. 
Solo vacío.

Todo mi mundo giraba en torno a él.
Y ese fue mi error, mi más terrible y doloroso error.
Porque de pronto todo perdió sentido si él ya no estaba.

Las tardes ya no eran para vernos.
Las mañanas ya no eran para esperarnos.

Ya no había bromas ni sonrisas escondidas, no había miradas indiscretas.

Todo había acabado.

Cartas al vientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora