Capítulo 3

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III

Las cámaras de hipersueño se abrieron con un escalofriante chasquido metálico y de su interior escapó el frío vapor que llenó el cuarto contiguo a la sala de máquinas del navío de guerra. Las computadoras del sistema de soporte vital anunciaban que habían tenido éxito en mantener con vida a toda la tripulación del HMS Percival por veintidós días de travesía. Ahora que se encontraban en la órbita de Ío, las eficientes maquinas podían descansar. Los marines abandonaron torpemente sus cápsulas y se encaminaron a las taquillas en busca de sus prendas de vestir. Aún no se recobraban del efecto que provocaba el viaje en estasis, pero con unos minutos más, serían capaces de recuperar el control de sus cuerpos.

Los miembros de la Armada se habían despertado un par de horas antes para poder alistarlo todo y atender a los huéspedes de la mejor manera posible. Después de todo, aquel buque espacial era su hogar y nadie quiere dejar una mala impresión a los invitados, por más insignificantes que estos sean.

Después de un rápido aseo en el cuarto de baño y con los monos de faena y las boinas caladas en las cabezas, los comandos de la infantería de marina se dirigieron al comedor. Ahí se encontraron con el resto de expedicionarios, quienes ya comían el desayuno; aunque en el espacio, la comida no tiene absolutamente nada que ver con la hora del día. Incluso para tratarse de un comedor militar, el silencio era abrumador. El sargento Lineker supuso que la mayoría del personal aún se sentía un poco mareado como para entablar una animada conversación. Después del saludo formal dedicado al coronel, los hombres de la escuadra del teniente Gascoigne, tomaron sus bandejas y se sentaron en una mesa desocupada. No necesitaron más que un primer bocado, para empezar a extrañar la pizza de la estación espacial Volga II.

- ¿Qué se supone que es esta basura? – preguntó el Abuelo Shilton.

- Es cereal integral... - explicó el teniente Gascoigne

- ¡Integralmente hecho mierda! - acotó Cole, quien nunca perdía una oportunidad de quejarse.

- ¡Cómanlo, es bueno para la salud! – ordenó Lineker. – Contiene todo lo que el cuerpo necesita.

- No contiene todo lo que el cuerpo necesita. – Cole no iba a dejar la contienda así como así. Usando la cuchara como puntero, señaló hacia la mesa del coronel; donde desayunaba la señorita Jocelyn, ajena a todo comentario. – Eso es lo que mi cuerpo necesita.

- Cierto es. – suspiró el Abuelo Shilton. – "Eso" completaría mi dieta de forma efectiva.

- Olvídenlo comandos. – dijo el teniente. – La chica está en otra liga.

- ¿Quién lo dice?

- ¡Yo!

- Por lo tanto, es mentira.

- ¿Qué fue lo que dijo, cabo?

- ¡Vamos teniente! – el cabo Shilton no estaba de buen humor. – Todo lo que nos dice, es mentira.

- Más respeto cabo. ¡Soy su oficial superior!

- Eso no lo hace menos mentiroso.

- Parece que quiere tener problemas... - el teniente Gascoigne se había puesto rojo de las iras.

- Tranquilo teniente, nadie quiere problemas. – intervino Cole para salvar a su colega. – Sólo estamos deseosos de un poco de acción. ¿Cierto Abuelo?

- Oh sí, me muero de ganas de patearle el trasero a alguien.

- ¿Qué tenemos en la agenda, teniente? – Lineker le puso fin al tema.

¡Por la Reina...y por el Sueldo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora