Capítulo 9

87 6 4
                                    

Las formalidades empezaron en el momento mismo en que los sobrevivientes de la expedición, llegaron a bordo del acorazado HMS Percival. Aunque el informe que el sargento de los RMC, Gary Lineker redactó como parte militar, tenía mucho de parte y poco de informe. Narraba las aventuras de la escuadra del teniente Gascoigne, pero ocultaba todos los por menores de las investigaciones ilegales, las drogas prohibidas, el robo de los archivos secretos y el posterior asesinato del doctor Olef Saitov. La razón por la que Lineker no dijo nada de nada, fue porque Sir Marcus Conrad se lo había solicitado.

El control absoluto de la mina Vulcano 76, fue recuperado quince horas después de la primera incursión que realizaran los marines. En honor a la verdad, eso sólo significaba que ahora la colonia prisión era un sitio lleno de cadáveres. Lo bueno era que la AMCE limpiaría el lugar y cuando lo hicieran, no hallarían absolutamente nada que resultara sospechoso. El parte oficial sería emitido seis semanas después y diría que una pelea entre pandillas había originado la revuelta. A nadie le importaría conocer los hechos reales. Total, Ío estaba muy lejos de la Tierra. ¿Cierto?

A falta de diez horas para el salto híper-espacial, el sargento Lineker se unió con su nuevo mejor amigo en el comedor del buque de guerra. Sir Marcus seguían escribiendo en su computador portátil.

- ¿Estas preocupado? – preguntó el viejo caballero.

- Un poco. ¿Tú no?

- No tanto. – Marcus dio un golpe final en la pantalla de su agenda y se dedicó a beber su humeante taza de té. – Tengo un haz bajo la manga.

Antes de que pudieran continuar con la conversación, apareció Jocelyn. Tenía un leve corte en la mejilla derecha y el pómulo inflamado. Era cuestión de horas que el ojo se le pintase de morado. La chica tomó un café de la máquina dispensadora y se sentó junto al Sargento. Lineker se apartó unos centímetros, como si fuese un niño de escuela que repele al compañero indeseado.

- Gary. – dijo ella saludando.

- Jocelyn. – contestó el Sargento.

- Bueno chicos... - intervino Sir Marcus. – Antes de que empiecen su pelea privada, tengo que hacerles algunos anuncios. – los jóvenes prestaron atención. – Mi querida discípula, te informo que he enviado una copia de los archivos secretos del doctor Saitov, a tres de mis más cercanos colaboradores en el Sistema Solar. También les envié una pequeña nota con ciertas instrucciones. Si en el transcurso de este viaje me llega a pasar algo, un extraño e inexplicable accidente por ejemplo, los archivos deberán ser enviados a todos los medios de comunicación. Lo mismo para mi amigo aquí presente. ¿Está claro?

- ¿Qué garantías tengo yo de que no vas a divulgar los informes después? – preguntó Jocelyn.

- ¿Crees que quiero enfrentarme a la Sociedad? Estoy muy viejo y cansado para eso. Sólo quiero disfrutar mi jubilación en paz. Lo que hago Jocelyn, es para preservar mi pellejo, no para exponerlo al fuego. Si me dejas tranquilo, yo te dejaré tranquila. Nadie sabrá que eres un doble agente, porque a la final, MI6, CIA, Mossat, todo es lo mismo. Todos son manejados desde arriba por la Sociedad. No te metas conmigo y ambos seremos felices. ¿Es un trato?

La chica lo pensó, aunque daba la impresión de que ya lo había meditado bastante. Finalmente asintió con la cabeza.

- Muy bien. – Marcus bebió su té y depositó la taza con fuerza sobre la mesa. – Ahora los dejo, supongo que quieren negociar su propia tregua.

Con la computadora bajo el brazo, el viejo espía se alejó, dejando a los jóvenes sentados en la silenciosa mesa. Nadie dijo nada por unos segundos. Finalmente fue Jocelyn la que se animó a iniciar el dialogo. Y lo hizo de la forma más absurda que se puedan imaginar.

- ¿Estas molesto?

- ¿Tú que crees?

- Que sí.

- ¡Bingo!

- ¿Y qué puedo hacer para que me perdones?

- Me has mentido todo el tiempo. ¿Por qué debo creer que te importa mi perdón?

- Te dije que era mala para ti. No te mentí.

- Sí, pero no me dijiste que tratarías de asesinarme si tomaba mi propio camino.

- ¿Me consideras tu enemiga por eso?

- Mi enemiga íntima.

- Gary querido, hieres mis sentimientos.

- ¿Sentimientos? – se burló Lineker.

- Si no te intereso... - la chica fingió estar molesta y le salió muy bien. - ¿Por qué estás hablando conmigo?

- Hay un dicho: Mantén a tus amigos cerca y a tus enemigos más cerca.

- Entonces te hago una oferta.

- ¿Cuál es?

- Vamos a mi camarote y discutimos allí la cancelación total de tus honorarios.

- Eso no te conviene.

- ¿Por qué?

- Porque tu deuda conmigo es muy grande.

- Tranquilo, la Reina paga.

Ahí, frente al él, la mano extendida de la chica. Parecía un inofensivo acuerdo de paz. Una tregua segura. ¿A caso no era mejor pasar las últimas horas de vigilia en compañía de la chica, que dando vueltas por la nave rumiando por una imposible venganza? El sargento Lineker aceptó la oferta y de la misma forma que ignoraba muchas cosas, se convirtió en un peón más en el gigantesco juego de ajedrez universal. Un simple personaje dentro de un maquiavélico libreto del que todos eran parte. Una perfecta pieza engranada a la cósmica maquinaria que hacía que el mundo girase en un armonioso orden infernal.

¡Bienvenido a la Sociedad!

FIN

FIN

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Por la Reina...y por el Sueldo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora