12.

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Tamara llegó a su casa en lo que ella sentía ―una nube con aroma a cerezas y miel― se sentía una adolescente otra vez, su interior estaba en el punto máximo de adrenalina y su corazón no latía, galopaba. El cosquilleo en su estómago demostraba que casi todas sus barreras y cada uno de sus miedos habían sido derribados, Nicolás se había mezclado en ella, en cada gota de su sangre, en cada rincón de su esencia, en cada milímetro de su alma.
No podía evitar preguntarse cómo se sentiría el día que al fin fuera capaz de entregarse al él por completo, si sólo con sus besos viajaba por los cielos si llegaban en algún momento a hacer el amor se perdería entre las estrellas.
Rozaba sus labios con su mano derecha evocando el sabor de sus bocas fundidas en una y con sólo pensarlo era capaz de volver a sentirlo, suspiró arrojándose al sofá sonriendo como tonta.
―Mamá. ―Mía la llamó. No obtuvo respuesta―, ¡Maaa! ―dijo aún más alto―, ¡Mamáaa! ―Un grito mucho más agudo le funcionó―. ¿Estás sorda? Pfff… qué pregunta la mía, tú lo que estás es enamorada.
―Para que te digo que no, si sí. ―Rieron―. Nico es maravilloso, es inteligente, dulce, paciente... nunca creí que alguien así llegaría a mi vida.
―Te lo mereces por todo lo que sufriste estos años.
―No sé si en realidad me lo merezco, Mía. Es cierto que sufrí, pero también te hice daño a ti y a mis papás, ninguno de los tres lo merecía.
―Ya hablamos de eso ―dijo intentando frenar las culpas de su madre.
―Sí, lo hablamos, pero no me va a alcanzar la vida para pedirles perdón. Soy responsable de muchas de sus lágrimas y de la mayoría de sus angustias, podría haber intentado salir adelante hace mucho, haber oído las advertencias, las alertas, pero no, fui egoísta, solo pensaba en mi sufrimiento sin darme cuenta de que con todo lo que hacía ese dolor crecía más y más llegando hasta ustedes que nada tenían que ver.
―Ya no te martirices, mamá. Ya todo eso pasó y lo importante es que estás bien y pronto estarás todos los días en casa, vamos a compartir muchas cosas nuevas y nada va a separarnos nunca más.
―Gracias, hija. Gracias por perdonarme después de todo el sufrimiento que te causé. ―Se sonrieron―. Ahora comprendo a la perfección eso que nos dijo Alejandra cuando recién comencé en la clínica «el tiempo perdido no se recupera, pero se pueden crear nuevos tiempos.» Si de algo estoy segura es que quiero tenerte en cada uno de ellos, quiero compartir mi vida contigo y que tú lo hagas conmigo.
―Así será, mamá. ―Se abrazaron―. Ahora deja de hacerte la tonta y cuéntame cómo te fue con Nicolás.
―Para empezar te diré que ya estoy enterada de que fuiste su cómplice ―dijo señalándola con su índice y la miró divertida.
―Yo sólo quería verte feliz y sé que con él puedes serlo. ―Se justificó.
―La verdad es que la pasamos muy bien, me gusta mucho y no te diré más nada porque eres mi hija y me siento incómoda haciéndolo.
―Solo dime si hicieron cositas o no...
―¡Mía! ¿Cómo se te ocurre hablar así conmigo? ¡Soy tu madre, caramba! ―decía al tiempo que le tiraba una almohada a su hija convirtiendo la acción en una guerra muy divertida.
―Alexia... ¡Este lugar es hermoso! ¿Cómo hiciste? ―dijo Oriana viendo maravillada el apartamento en el que se instalarían, no era muy grande: un estar, cocina, un dormitorio y baño. Pero los detalles en piedra y madera, la estufa a leña, el estilo de decoración y una pequeña estantería llena de libros le daban al lugar una hermosa sensación de verdadero hogar.
―El poder del ahorro, cariño ―respondió guiñándole el ojo―. Me gustaría mucho que durante el invierno pudiéramos venir y darle uso a esa chimenea.
―Suena genial. ―Se sonrieron.
De pronto Oriana pudo notar el fogoso deseo en la mirada de Alexia y eso bastó para que sintiera una chispa encenderse en su interior, se acercó a ella y besándola con dulzura le susurró un «te deseo» que fue suficiente para rebasar los límites y mandar el autocontrol al mismísimo infierno. 
Comenzaron a quitarse sus prendas con suma delicadeza, como si la otra fuera a quebrarse al ser tocada. La primera en quedarse en ropa interior fue Alexia, quien recibió una mirada lujuriosa de su enamorada y la hizo ruborizar, no era la primera vez que iban a tener intimidad, más nunca había sido algo tan especial ya que siempre era a escondidas y sin poder dejar que sus cuerpos se exploraran con total libertad.
Desprovistas de las telas que las cubrían se recorrieron mutuamente con suma delicadeza, con roses y toques cosquillosos impregnaron sus pieles de besos y caricias.
Eso era amor en el estado más puro. Era sellar su relación, reafirmar sus sentimientos, era comprobarse la una a la otra que ahora sin miedos se pertenecían por completo, sin obstáculos, sin temor alguno.
***
El miércoles las tres se encontraron en una cafetería en el centro. Querían contarse varias cosas, estaban en constante comunicación, pero no les parecía suficiente lo que hablaban por el grupo de Whatsapp Las tres Marías como Nico les decía, no se comparaba con estar juntas y ver los rostros de las demás con sus reacciones y gestos.
Magela llegó agitada y un poco atrasada.
―Disculpen, chicas ―dijo saludándolas―, es que una clienta se puso complicada con los vestidos. ―Rodó los ojos―, nada le servía o era muy oscuro, muy brillante, demasiado largo... ¡Qué fastidio! ―Las otras rieron a carcajadas―. No es gracioso.
―¡Perdón! ―exclamaron al unísono, no sirvió porque ahora las tres reían más fuerte.
―Ya, la gente nos mira raro, deben pensar que estamos lo-cas.
―¡Ay, Magela! ¿Qué importa lo que piensen? estamos felices y eso es lo único que debe importarnos ―expresó Oriana.
―Bueno, a ver Oriana, empieza tú a contarnos ―dijo Tamara moviendo las cejas de arriba a abajo con picardía. Por más que ellas aún permanecían en la clínica habían decido no hablar hasta estar las tres juntas, Magela no había podido antes ya que su mamá estaba con una de esas gripes de verano y ella debía hacerse cargo de la tienda sola, pero ese día había cerrado un rato antes para ver a sus amigas; las tres estaban ansiosas por hablar.
―Fueron tres días maravillosos, paseamos de la mano como cualquier pareja normal, corrimos por la orilla del mar, cocinamos juntas, fuimos a bailar... era como estar de luna de miel. ―Sus amigas la observaban con dulzura―, por primera vez pudimos hacer el amor sin miedo a ser descubiertas, disfrutar de estar juntas, de descubrirnos más... ustedes me entienden. ―No pudo evitar ruborizarse.
―¡Que tierno, Ori!  ―Magela acarició su mano―. Ahora dinos, ¿hablaron de algo más? o sea, eso de vivir juntas o algo.
―La verdad es que no, eso sí lo hablé con Tamy. ―La miró―. Pero eso ya entra en lo que ella debe contarnos, ¿cierto?
―Tamara, cuenta, ¿cómo te fue con Nico?, ¿a dónde te llevó esta vez?, ¿qué es eso de lo que habla Oriana?
―Mete el freno, Magela. ―Rieron.
―¡Es que estoy ansiosa! ―exclamó frotando sus manos.
―¿De verdad? pero si no lo notamos... ―Esta vez habló Oriana con sarcasmo.
―¡Ya cállense o no cuento nada! ―Ambas se pusieron atentas―. Así me gusta.
Les contó todo, desde que Nico la recogió en su casa, la película que vieron y cómo la tomaba de la mano mientras la veían, como pasearon por el museo mientras él le pasaba el brazo por el hombro y le enseñaba sobre los objetos que exhibían, la cena que preparó con complicidad de Mía... y el beso.
―¿Y qué sentiste?
―Ay, Magela! la pregunta correcta sería, ¿qué no sentí? jamás había experimentado algo igual y no solo por lo bien que besa sino por la intensidad y por lo que me despertó. Y no sólo fue un beso sino que nos dimos varios después, las caricias... ―suspiró―. Pero eso no está bien.
―No digas tonterías, Tamy ―le reclamó Oriana―. A kilómetros se nota que están locos el uno por el otro, ¿qué es lo que está mal según tú?
―Siento que no lo merezco, no creo merecer tanto amor, tantas cosas bonitas. Yo hice sufrir mucho a mis padres y a mi hija, ¿cómo puedo merecer algo así?
―Disculpa, pero no estoy de acuerdo ―dijo Magela ahora muy seria―. Cometiste muchos errores, es verdad, pero los asumiste y pediste disculpas. Y no solo eso, estás demostrando con hechos que de verdad te arrepientes, no es de la boca para afuera. Hace algunas semanas te hubiera dicho que antes de querer a alguien más hay que quererse uno mismo, valorarse, perdonarse y que estabas dentro del proceso correcto, pero ahora que ya has asumido las cosas, que estás formando un vínculo precioso con tu hija, ya has hablado con tus papás y sobre todo que has asumido tus errores y estás mejorando, ya no tienes excusas. Sé que tu preocupación no es por el hecho de creer que no mereces ser feliz o al menos no solo por eso, sino también porque tienes miedo a sufrir lo mismo que con el padre de Mía, pero ya no será así y no porque Nicolás sea cómo es sino porque ya no eres una niña y vas a saber defenderte; confía en ti misma, en tu instinto, no permitas que los fantasmas del pasado sigan dominando tu vida. Permítete ser feliz, amiga.
―Sabes que te quiero muchísimo, ¿verdad? bueno a ambas. ―Rio entre lágrimas.
―Y nosotras a ti y siempre estaremos para ti ―le dijo Oriana.
―Gracias, les prometo que voy intentarlo. ―Se limpió el rostro húmedo.
―¡Eso... así me gusta! ―Sonrieron―. Ahora bien, ¿de qué habla Ori?
―Es que cuándo Alejandra me dé el alta voy a alquilar un apartamento para vivir con Mía y así aprendamos a convivir, a llevarnos mejor. Creo que es algo que nos hará mucho bien a las dos, también va siendo hora de que salga del ala protectora de mis padres y comience a valerme por mi misma y hacerme cargo de mi hija ―aunque ya esté crecidita― Mía está muy contenta con la idea y fue de mutuo acuerdo proponerle a Ori que se venga con nosotras; aunque esta cabeza dura se negó mucho, terminó aceptando.
―Es que no quiero estorbar, ustedes necesitan tiempo jun-tas.
―Sí, lo tendremos. Pero yo no pienso dejarte sola porque ahora tengo dos hijas; Mía y tú.
―Gracias ―dijo sin más. Las palabras de Tamara la emocionaron.
―¡Esto hay que celebrarlo! ―dijo Magela―. Pidamos jugo de mango para brindar.
***
Por lo general cuando el frío comienza a azotar, la vida se calma, y eso mismo pasó. Para principios de junio ―cuatro meses después de aquel café― muchas cosas pasaron.
Oriana luego de ser dada de alta comenzó a trabajar en la recepción de la clínica, así como Magela le había sugerido a Alejandra, atendía llamadas, ingresaba fichas en la computadora, entre otras cosas; había comenzado su carrera de administración por lo que estaba todo el día ocupada. Su mente no tenía tiempo para pensar en nada que no fuera trabajo, estudio, amigas y Alexia ¡Se sentía tan feliz! sonaba irónico que antes, teniendo todo, no tenía nada en realidad, pues le faltaba alegría y también libertad. A veces por las noches al agradecerle a Dios todo lo bueno que le había regalado la vida, de manera sorpresiva pensaba en cómo sería si siguiera con sus padres en aquella mansión, seguramente estaría esquelética, sin haber superado su trastorno alimenticio, deprimida y sola; o estudiando en el exterior una carrera horrible de esas que su madre quería que estudiara. Pero como el hubiera no existe mejor se dedicaba a disfrutar lo que sí tenía: una vida encaminada que pintaba sería hermosa, una hermana del corazón, una mamá del alma que se transformaba en una de sus mejores amigas cuando se juntaba con Magela, también compartía con el amor de su vida. Ya había hablado con Alexia y cuando ambas acabaran sus carreras se casarían y tal vez hasta podrían adoptar un niño.
Por otra parte, Tamara estaba dichosa ya que sentía que tenía dos hijas, al final no había resultado tan malo. Ya no estaba interna, pero tenía que asistir a varias terapias más, estaba trabajando en una inmobiliaria, enseñar casas no era lo que le gustaba, pero dejaba buen dinero y podía pagarse sus estudios y parte de los gastos generales, finalmente se decidió por estudiar enfermería; el siguiente año comenzarían las prácticas y pronto trabajaría de eso. Su relación con Mía marchaba de maravilla, la chica estudiaba su último año de preparatoria y el próximo año comenzaría magisterio. Con Nico todo iba viento en popa, paseaban, hacían viajes cortos algunos fines de semana, ella se quedaba a veces en su apartamento o él con ella cuando Mía visitaba a sus abuelos o ya sea porque Oriana se quedaba con Alexia. Aún no habían dado «ese paso», pero Nico le tenía paciencia aunque Tamara sabía que no faltaba mucho para que ocurriera.
Y Magela... ella se sentía completa. Había aprendido a dominar sus sentimientos y entender que su nuevo bebé no era un reemplazo, veía las fotos de Nacho y ya no lloraba tanto como antes, se controlaba y trataba de recordarlo siempre con una sonrisa. Seguía yendo a la tienda a ayudar a su mamá, pero ya comenzaba a leer libros de psicología que Alejandra le había prestado para irse preparando para la facultad, aún faltaban unos nueve meses para empezar. También daba charlas los lunes en la clínica luego de la insistencia de la Dra. Alejandra a los directivos y que estos comprobaran que la chica era realmente buen incentivo. Con su vientre que pisaba el sexto mes de gestación estaba radiante, les habían confirmado que era una niña y escogieron llamarla Paloma.
Solían ir al río las tres aunque ahora solo a pasar tiempo juntas, a respirar paz, ninguna de las tres olvidaba una de las últimas veces que allí estuvieron, Alejandra las había observado a lo lejos y se acercó a hablarles:
«Estoy muy orgullosa de cada una de ustedes, supieron ser valientes y fuertes, admito que este logro no es mérito mío sino completa y totalmente de ustedes, porque en estos casos yo casi no obré. La terapia que realmente funcionó aquí fue su amistad, estoy feliz de que empiecen sus vidas otra vez y recuerden que siempre estaré aquí para ustedes. Las quiero mucho.»
Un martes se encontraban las tres en casa de Magela ya que todas tenían la tarde libre. Té de jazmín y galleticas de limón en medio de una animada charla eran el ambiente perfecto.
―¡No, Magela, no, por favor! ―Suplicó Tamara―. Hay miles, millones de nombres, ¿por qué Paloma?
―Ya, no seas mala ―se defendió―. Es dulce.
―¡Ay no, no lo supero! ―dramatizó.
―A mí me gusta ―opinó Oriana.
―¿Ya ves? no soy la única, Ori me apoya.
―¡Par de locas! ―El timbre sonó―. Voy yo, ese es Nico.
―Awwwww... es Nico. ―Comenzaron a burlarse sus amigas.
―Son una pareja tan linda ―dijo Oriana asegurándose de que Tamy no la oyera.
―Sí, lo son.
―Buenas tardes, ¿cómo están Las tres Marías? aunque ya las veo, bellísimas como siempre.
―Y tú siempre tan exagerado, yo estoy que salgo rodando con esta panzota ―dice Magela frotándola.
―Nada de eso, sabes que estás muy linda.
―Nico tiene razón ―añadió Tamara―. Ya quisieran todas la embarazadas estar tan radiantes como tú.
―Ustedes lo dicen porque son mis amigas y me quieren. Igual, gracias. ―Su celular sonó por lo que se paró del sillón, pero al hacerlo un mareo la invadió, las chicas la sostuvieron.
―¿Estás bien? ―preguntó Tamara nerviosa.
―No… ―No podía hablar.
―Chicas ―dijo Nico―. Llévenla a su habitación, yo llamaré a Bruno y le avisaré.
Así lo hicieron, Nicolás llamó a Bruno y éste al médico de su esposa. Una hora después ya la había revisado y suministrado un calmante suave.
―La señora Magela tiene la presión alta. Es normal durante el embarazo, pero necesita cuidados y descansar, le di el calmante por el dolor de cabeza, es consecuencia de los valores de la presión arterial, pero no hay de qué preocuparse, deberá seguir un régimen asódico y el jueves llévela a mi consultorio para evaluarla.
―Gracias, doctor. ―Bruno le estrechó la mano―. Allí estaremos.
―Los espero a las diez de la mañana ―respondió―. Buenas noches a todos.
―Nosotros también nos vamos ―anunció Nico―. Cualquier cosa, avisa.
―Sí, Bruno ―intervino una preocupada Tamara―. No importa la hora, cualquier cosa llama, por favor.
―Claro que sí, gracias a los tres, son grandes personas. ―Los acompañó y despidió en la puerta.
Llegó la mañana luego de una noche en la que Magela durmió como un angelito y Bruno permaneció despierto cuidando a su esposa y su hija.
―Buenos días, amor ―saludó Bruno a su mujer cuando ésta abrió sus ojos.
―Hola, mi vida ―acarició su rostro―, ¡No has dormido! ―Sentenció. Lo conocía a la perfección.
―Estaba cuidando de ustedes.
―Pero no era necesario que te desvelaras ―dijo con ternura.
―Por ustedes pasaría en vela mi vida entera, las voy a cuidar por siempre. Son mi vida, mis mujercitas lindas, mi reina y mi princesa. Las amo.
―Y nosotras a ti. ―Se dieron un dulce beso.
―Mi suegra sigue en el campo con su amiga, no quería preocuparla así que no le dije nada de lo que pasó ayer, pero hoy si la llamarás, ¿de acuerdo?
―Claro, la llamaré en la tarde.
―Mañana en la mañana debemos ir a la consulta para ver los valores de tu presión. Ya llamé a la oficina para avisar que no iré a trabajar hoy.
―No es necesario, amor, me siento bien.
―Eso no está en discusión ―respondió firme.
―Bueno, solo si me traes un té de pomelo y tarta de manzana ―dijo sabiendo que era inútil tratar de convencerlo.
―Iré a buscar la tarta a la panadería, no tardo. ―Le dio un sonoro beso en los labios y otro a su panza―. Ya vengo.
Bruno salió de la casa para ir en busca de lo que su esposa y su hija querían desayunar, Magela encendió la televisión y comenzó a buscar algo para ver hasta que encontró un episodio repetido de Hermanos a la obra, pero no le importó ya que amaba ese programa; mientras lo veía tocaba su vientre ―algo que se había vuelto habitual hacer― pensó en que debía escribirles a sus amigas aunque primero debía ir al baño.  
Todo fue a la velocidad de la luz. Ella parada en el escalón más alto, un fuerte mareo, perdió el equilibrio y cayó por las escaleras…

 Ella parada en el escalón más alto, un fuerte mareo, perdió el equilibrio y cayó por las escaleras…

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Imagen: Ana María Illaramendi.

 Las Tres Marías. [Completa]© Donde viven las historias. Descúbrelo ahora