Al llegar a la casa, las chicas prepararon la cena para los cuatro, ya que Nico se quedó con ellas. Cocinaron como siempre lo hacían, Tamy la pasta semolada y Oriana la salsa, en la casa las tres seguían el régimen alimenticio de Oriana casi al pie de la letra, no era nada descabellado y así también contribuían con la chica; la bulimia y la anorexia es de esas enfermedades que con cualquier paso en falso puedes recaer, Tamara al tomarse el papel de madre velaba por la salud y bienestar de su hija.
La cena trascurrió divertida entre anécdotas de infancia, picardías que habían hecho y Nico con sus chistes de esos que son tan malos que terminas riendo para no golpear a quien lo contó. Luego de recoger los platos y pelearse por quien los lavaba, el celular de Oriana sonó y se fue a hablar a su habitación.
―Ma ―dijo Mía―, los abuelos vienen a buscarme ahora, ¿recuerdas?
―¡Cierto, lo había olvidado! ¿Ya arreglaste tus cosas?
―Sí, tranquila, tengo todo listo. Igual solo necesito lo que debo llevar mañana a clases, allá tengo hasta cepillo de dientes.
―¿Después de clases te vienes para acá?
―Claro. ―En eso una bocina sonó―, ¡Son ellos! ―Corrió a su habitación por la mochila―, adiós ma, adiós Nico, me despiden de Oriana, por favor―. Los besó en la mejilla y corrió hacia la puerta.
―Ay... tú hija es increíble. ―Sonrió Nico―. Es igualita a ti.
―No, como crees, ella es pura luz.
―Y tú eres mi luz ―le respondió haciendo énfasis en el «mí.»
―Y yo te amo, novio hermoso ―dijo ella al tiempo que le daba cortos besos en la boca y mejillas.
―¡Cuanta miel hay por aquí! ―exclamó Oriana.
―No molestes ―respondió su amiga fingiendo enojo.
―Ya mismo dejo de molestarlos, no te preocupes ―soltó una carcajada―. Alexia viene a buscarme para ir al cine, vamos a ver una película en trasnoche y dormiré en su casa hoy… ¿Y Mía?
―Se fue a casa de mis papás, dormirá allá, te dejó saludos.
―Genial, gracias. Oye Tamy, ¿me ayudas a buscar mi blusa turquesa? no la encuentro.
―Sí, claro. Vuelvo enseguida ―le dijo a su novio dándole un corto beso.
Le pareció extraña la petición de Oriana.
―¿Esta es la blusa que no encontrabas? ―preguntó Tamara tomando una prenda de ese color que estaba sobre la cama de Oriana. ―Esta rio―. ¿Qué pasa?
―Tamy... Alexia me hizo esta invitación porque dice que tiene algo importante que contarme, pero yo ya sé de qué se trata ―suspiró―. El otro día estaba en su casa sola, ella había ido a hacer las compras para hacer la cena, yo me quedé porque no me sentía bien ―ya saben, asuntos femeninos― como el dolor no cesaba fui a la habitación a buscar un analgésico y en el cajón de su mesa de noche encontré una carta que le enviaron de la dirección de la facultad donde estudia. En ella ofrecen una pasantía durante lo que le resta de carrera, pero en una radio en la otra punta del país.
―Ay, mi vida. ―Tamara le acarició el cabello.
―Tengo miedo, no quiero perderla ahora que estamos tan bien.
―Eso no quiere decir que la vas a perder, ni siquiera creo que se tengan que separar.
―Sí, pero es que...
―¡Pero es que nada! espera a ver qué te dice y lleguen a un acuerdo, ustedes se adoran y sé que ninguna hará algo que perjudique a la otra.
―¿Y por qué no me ha dicho nada entonces? ―cuestionó.
―Tal vez, ella también tenga el mismo miedo que tú.
―Chicas. ―Nico tocó la puerta―. Alexia ya llegó.
―Ya voy ―respondió Oriana―. Gracias por estar conmigo siempre.
―Te adoro, chiquita.
Dos horas habían pasado desde que Oriana y Alexia se marcharon, Tamara y Nicolás se quedaron viendo una película y ya estaba terminando.
―Yo creo que es muy triste que él haya muerto. ―Tamy lloraba.
―Salvó a todos, es un héroe y los héroes nunca mueren.
―Tu frasecita hecha no me hace sentir mejor ¡Es injusto! elijo una película de ciencia ficción y termino en el mismo estado que cuando veo Titanic. ―Se quejó.
―Esta es una de mis películas favoritas, si él no hubiera muerto el final no tendría sentido, ¿Por qué crees que se llama Soy leyenda?
―Bueno, no sé, sólo me parece injusto. ―Se cruzó de brazos y frunció los labios como si fuera una niña, Nico no paraba de reír.
―Ay, amor ―dijo calmando la risa―. Lo que a ti te pasa es que no te gusta mostrar tu lado sensible y buscas maneras para esconderlo evitando cosas como películas románticas, pero aparecen este tipo de situaciones y ya no puedes fingir.
―¡No me psicoanalices!
―No es un psicoanálisis, bobita ―respondió pellizcando su nariz―. Es sólo lo que veo.
―Ya no me importa, voy a prepararme un baño en la tina. ―Mientras hablaba movió su cuello y lo masajeó cerrando los ojos―. Con sales, aceites y fragancias frutales, muy relajante.
―Tamara... ―Él respetaba sus tiempos ¡Pero era hombre, joder! un hombre enamorado y sintiéndose tentado a por primera vez asaltarla sin piedad.
―Sé lo que estás pensando, me basta ver tus gestos para adivinarlo ―dijo ella levantando la ceja y mirándolo con picardía―, ven conmigo. ―Le extendió su mano.
Lo guio hacia el baño en donde comenzó a quitarse la ropa frente a la mirada deseosa de su enamorado.
El resto es historia.
***
A la mañana siguiente parecían una pareja en plena luna de miel. Tanta pasión guardada, tantos impulsos retenidos se habían soltado al mismo tiempo sin temor alguno, para ambos era un viaje por otra galaxia ya que cada uno desde su propia historia se había cerrado las puertas del sentir, aunque la vida tenía algo más destinado para ellos.
Prepararon el desayuno entre risas y besos y aún en ropa interior, haciendo el amor en cada rincón, la idea era permanecer así hasta que se hiciera la hora de que las chicas llegaran, Tamara tenía el día libre en su trabajo y Nico llamó para pedirlo.
Se encontraban alimentándose uno al otro cuando el celular de Tamara sonó.
―No atiendas ―le rogó su novio besándole el cuello.
―Puede... puede ser... importante. ―Hablaba entre jadeos y reía.
El teléfono volvió a sonar y con mucha fuerza de voluntad, Tamy se apartó de Nico para ver quién era. Era Bruno. Un escalofrío le recorrió el cuerpo.
―Hola…
―Tamara. ―Lloraba desconsolado―. ¡Ay, Tamara!
―¿Qué pasó, Bruno?, ¿qué le pasó a Magela? ―Era lógico que algo le había ocurrido a su amiga.
―Estamos... estamos en el hospital. Vengan... por favor.
―Ya vamos para allá ―dijo terminando la llamada.
―¿Qué le pasó a Magela? ―preguntó Nicolás preocupado.
―No sé, Nico, solo me dijo que están en el hospital. Vamos, voy a llamar a Oriana.
Cuando llegaron encontraron a Bruno desconsolado; Oriana y Alejandra ya estaban allí.
―¿Cómo están Magela y el bebé? ―preguntó Tamara. Bruno intentó hablar, pero no lo logró y volvió a llorar.
―Hoy en la mañana, Bruno salió a la panadería a comprar un pastel para Magela, cuando volvió la encontró desmayada al final de las escaleras y había mucha sangre ―explicó Alejandra.
―¡Ay, no, no puede ser! ―exclamó Tamara cubriéndose la boca con las manos―. ¿Pero cómo está?
―Todavía no nos dan noticias.
―¿Por qué tuve que dejarla sola?, ¿por qué no me quedé con ella? ¡Si algo le pasa a alguna de las dos será mi culpa! ¡Mi culpa! ―gritaba Bruno fuera de sí y caminaba de un lado en la sala de espera.
―¿Dónde la tienen? ―le preguntó Tamy a Alejandra en voz baja.
―Estaban en emergencia, pero acaban de llevarla a cirugía y aún no nos han dicho nada. Justo antes de que llegaras hablé con la madre de Magela, le dije que su hija estaba internada para no preocuparla, ya bastante complicado será para la señora cuando llegue. Tampoco sabemos nada con certeza.
―Esto es demasiado triste, si algo le pasa al bebé, Bruno y Magela van a volverse locos ―añadió Oriana.
―Pues sí, ahora sólo resta esperar.
Tres horas y ningún médico salía a darles alguna novedad. El ambiente estaba pesado, la tristeza y la preocupación flotaban en el aire, podía palparse.
Bruno se culpaba una y otra vez, sus amigos trataban de tranquilizarlo aunque no lo lograban, la madre de Magela llegó y fue puesta al tanto de la situación, como era de esperarse cayó en la desesperación; a todos los alteraba el hecho de que ningún médico salía a decirles nada.
Otro par de horas corrieron en el reloj, Tamara estaba sentada en un banco un poco apartada del resto, Oriana se acercó a ella con un café.
―Gracias. ―Lo recibió tratando de sonreírle―. ¿Cómo estás?
―No muy bien, toda esta situación es estresante y es en es-tos momentos que más me cuesta controlarme, ya sabes, con la comida.
―Comprendo, ¿cómo te fue con Alexia? ―preguntó tratando de cambiar de tema aunque fuera por un rato.
―Bien. Me contó de la pasantía, yo no le dije que lo sabía para evitar problemas, ella está muy entusiasmada porque es una gran oportunidad para su carrera, esa referencia en su currículum será la puerta a grandes oportunidades, pero me confesó que no aceptaría porque no quería dejar lo nuestro. Y bueno... yo la animé para que sí lo acepte, le dije que yo estoy segura de lo nuestro, serán solo unos meses, es por sus sueños y nuestro futuro.
―Estoy muy orgullosa de ti. Te has convertido en toda una mujer y es muy maduro de tu parte tu actuar.
―Es que pienso que tal vez en un futuro eso pueda ser un problema entre nosotras. La realización personal es importante, cumplir las metas, no quiero que más adelante le falte ese detalle en su carrera para obtener el trabajo que desea, y pues, sentirme culpable por permitir que renuncie a una gran oportunidad por no separarse de mí, es absurdo.
―Cuando Magela te escuche va a estar igual de orgullosa, estoy segura. ―Le acarició el brazo.
―Dios quiera que todo salga bien con ella.
―Familiares de Magela Gutiérrez. ―Escucharon decir a varios metros de ellas.
―Soy su esposo. ―Bruno se acercó rápidamente al doctor junto con Nicolás, que en ningún momento se había separado de él, también Alejandra y Pilar se acercaron.
―Buenas noches, empezaré por lo bueno. Su señora sufrió fuertes contusiones, pero está fuera de peligro, las consecuencias fueron varias: tiene dos costillas fisuradas, varios golpes en su cuerpo, pero ningún sangrado interno, por fortuna tampoco sufrió lesiones a nivel de su nervio ciático; su pie derecho sufrió una fractura expuesta por lo que tuvimos que intervenirla, pero como les dije, su vida no corre riesgo a pesar de lo fuerte que fue el golpe.
―Gracias a Dios ―expresó Bruno entre fuertes respiraciones y agradecimientos silenciosos―. ¿Y mi hija?, ¿qué hay con la bebé, doctor?
―Ese es otro tema ―expresó tomando una respiración honda―. El sangrado que presentó la señora se debe a un desprendimiento fetal, como el embarazo ya estaba avanzado se le realizó una cesárea, ya que dentro del vientre materno no resistiría y también era peligroso para la madre. Las posibilidades de ser viable en un nacimiento tan prematuro son pocas, pero puede que la bebé sobreviva, la niña fue retirada y derivada a emergencia pediátrica para realizarle los procedimientos necesarios.
―¿O sea que mi hija nació con vida? ―A Bruno se le iba a salir el corazón del pecho.
―Así mismo, pero... lamento tener que decirle que a pesar de realizar todo lo que estaba al alcance de los médicos, la niña... la niña no resistió. ―El corazón de todos allí se oprimió y se detuvo.
―¿Cómo... cómo que... cómo que no resistió? eso... eso no puede... no. ―Tomó al doctor por el cuello de su bata y lo arrinconó a una pared―, ¿dónde está mi hija?, ¿dónde? ―El dolor, la rabia, la impotencia, la culpa... era un combo frustrante que se apoderaron de su ser cegándolo por completo.
―Bruno, suéltalo. ―Nicolás logró romper el agarre y así separarlos―. Amigo, cálmate.
―¿Qué me calme?, ¿qué me calme? mi hija está muerta, está muerta... y es mi culpa... mi culpa... ―Se deslizó por la pared hasta terminar en el piso, cubrió su rostro con sus manos para llorar sintiendo todo ese dolor materializarse a través de sus lágrimas.
Imagen: Luciana Camelo.
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Las Tres Marías. [Completa]©
No FicciónTres mujeres. Tres vidas que el destino decidió a cruzar. Tres mundos tan distintos como complejos donde abunda en cada uno de ellos diferentes motivos de lucha constante. Ellas no pueden consigo mismas pero siempre están para ayudar a la otra. Est...