La apuesta

Cuarto Acto: Punto de partida

Tal y como habíamos pactado, el viernes 17 de septiembre nos encontramos en la entrada del hospital y levantamos el pulgar en señal de que daba comienzo la apuesta. Aquella mirada en sus ojos me decía que mi amigo Will iría en serio en mi idea, y yo no planeaba quedarme atrás.

Entré al ascensor y me dirigí directo al cuarto piso a buscar mi despacho, antes de entrar le pedí a la secretaria que me asistía que me tuviera preparada la lista de pacientes que tendrían cita ese mismo día, la revisaría con calma; y me daría el lujo de elegir mis víctimas, tenía buena memoria, así que no tendría problemas en evocar una imagen de cada paciente en mi mente y así ayudarme a elegir a mis posibles acostones del día en el trabajo. Una vez que tuve la lista entre mis manos comencé a sonreír divertido, sabía a la perfección quienes cederían sin problemas, y quienes podrían caer en mis redes en un par de semanas cuando mucho; no tendría que hacer uso de estudios y anestésicos para obtener mis propósitos, para el primer día de apuesta parecía que lo tenía todo bajo control.

—Anne, cuando llegue el señor Brickman sólo hazlo pasar —le pedí a la mujer detrás del escritorio, asintió mirándome de reojo y volvió su mirada al monitor de la computadora que estaba atendiendo cuando llegué—. Por favor, si estás en tus redes sociales, al menos sé discreta. —La escuché soltar una risilla y responderme que sí con un dejo de vergüenza; yo no solía molestarme porque ella revisara sus redes sociales o chateara durante el trabajo, afortunadamente no éramos una sección del piso tan solicitada donde podíamos darnos el lujo de relajarnos; y ella siempre había respondido mis solicitudes con prontitud y eficacia. Entré al despacho y dejé mi portafolios debajo del escritorio, igual que solía hacerlo todos los días; me retiré el saco y me enfundé la bata blanca que era un uniforme que me hacía ver "más profesional" dentro del hospital, y me asomé a través de la ventana para vigilar que nadie pudiera darse cuenta de lo que sucedía aquí dentro; tenía que tener todo en mis manos, no iba a dejar un detalle como ese al aire para que alguien pudiera grabar lo que pasaba aquí y termináramos en la cárcel.

Suspiré aliviado, justo frente a mi ventana había sólo vacío, mi ventana daba al parque que está frente al hospital y desde ahí, por más que alguien quisiera, no habría manera de que pudiera ver ni grabar lo que sucedía en mi consultorio. Sonreí satisfecho y comencé a tararear, me senté frente al escritorio y comencé a encender la computadora, tamborileé con mis dedos sobre el teclado; me sentía ansioso, emocionado. El señor Brickman sería mi primera "víctima", por llamarlo de algún modo; es un hombre de 26 años, hipocondriaco que teme desarrollar hemorroides; Anne está convencida de que Andrew Brickman viene religiosamente cada mes porque no quiere dejar de verme; y bueno, la hora de comprobar la teoría de Annie había llegado. Escondí entre los portarretratos con fotos de mi familia, la pequeña cámara de video que mi esposa me había regalado la navidad anterior asegurándome de dejarla grabando; ya editaría después el video para sólo mostrar el sexo y comprobar que estaba cumpliendo con lo que la apuesta que yo mismo había planeado requería.

Escuché pitar las bocinas del computador y revisé; se trataba de un mensaje de Annie, no pude evitar sonreír tras leer: "Andrew Brickman está aquí". Comencé a teclear y respondí: "¿y qué esperas para decirle que entre Annie?". De pronto escuché su voz acercándose a la puerta, estaba indicándole que pasara al despacho. Abrí la puerta sorprendiéndola y pude ver en el rostro de Andrew Brickman una expresión de desconcierto que me pareció hasta cierto punto encantadora; coloqué una de mis manos sobre el hombro derecho de Annie y le indiqué a aquel hombre que entrara y se sentara.

—Se me olvidó que me dijo que sólo lo hiciera pasar doctor Armstrong, lo lamento —se excusó Annie completamente apenada—. No volverá a suceder.