Sustituto

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¿Por qué sonreía? Esa fue la primera pregunta que cruzó por mi mente mientras la veía. No dijo nada más. Salió cuidadosamente al balcón, sin hacer ruido al mover el tragaluz y se situó cerca, pero no tanto como para que pudiera alcanzar. Me levante de mi lugar, con la intensión de ir directo hacia ella, pero su mano levantada hacia mí me congeló en el lugar.

-¿My princess?

No dijo nada, solo caminó, pasando a un lado mío y llegando al barandal de hierro forjado, con la nota entre sus manos. No podía ver su rostro, me estaba negando ver sus facciones para que no adivinará sus sentimientos o las emociones que la embargaban.

-¿Por qué?- la pregunta fue tan escueta que no sabía a qué se estaba refiriendo exactamente. ¿Por qué la amaba? ¿Por qué venia aquí, después de lo que hice? ¿Por qué no podía decirle la verdad?

La risa que salió de sus labios fue baja, quise acercarme a ella, abrazarla por su espalda, darle el calor y la confortabilidad que parecía necesitar tan desesperadamente. Pero no pude, mi cuerpo no respondió a las órdenes que mi mente rugía.

-¿Por qué lo hiciste?- esta vez fue un grito lleno de furia, de rabia que hasta ese momento no creía que podía tener alguien como ella- ¿Por qué tenías que besarla? ¿Por qué a Ladybug?

Volteo y la imagen que vi me partió el alma, mi corazón se estrujo en mi pecho. La sonrisa de hace unos momentos no le había llegado a los ojos, era del tipo de sonrisas que oculta tristeza y dolor. Pero ahora su dolor estaba pintado por su rostro, las lágrimas corrían por sus mejillas, en un puño, mi nota arrugada.

No pude mantenerme más tiempo lejos, termine con la distancia que nos alejaba y estaba a punto de abrazarla cuando sentí un ardor en mi mejilla. Me tomó unos instantes darme cuenta de lo que había pasado. Marinette había alzado su mano, la bofetada fue fuerte, contundente, el sonido apenas fue perceptible, pero el picor de la carne era constante. No dije nada, me merecía eso y más.

No me moví, simplemente le mire, con el amor y la búsqueda del perdón plasmada en mis ojos. No podía seguir sin ninguno de los dos. Me empujó una vez, no me moví ni un milímetro. Volvió a hacerlo y una vez, y otra. Golpeteo mi pecho, y le deje.

Deje que descargará toda su furia, todo eso que no podía hacerlo con nadie más. –estúpido gato, tonto, tonto, tonto- me dijo una y otra vez, golpeteo hasta que no pudo más, hasta que sus brazos cayeron si fuerza sobre mi pecho, para deslizarse junto a su dueña hacia el suelo. La ayude a bajar, hincándome a su lado. Simplemente ahora lloraba, sacaba de su sistema todo aquello que le dolía, con lo que no necesitaba cargar.

-Marinette- deslice una de mis garras por su mejilla, limpiando una lágrima. Miró directamente a mis ojos- por favor, perdóname.

-¿Por qué me mientes?

-nunca te he mentido, yo...

-¡Cállate!, claro que me mientes, me mientes, porque no eres sincero conmigo, ¿la amas? Porque si la amas entonces, puedes ir a buscarla- sus manos temblaban mientras inútilmente trataba de encontrar el broche de su pulsera- no soy nada a comparación a ella, si tanto la amas, no me uses como un simple sustituto, no soy un premio de consolación. – jaló varias veces la cadena, sin éxito de arrancarla de su mano, como si el metal y su significado le estuvieran quemando.

Le sostuve con cuidado de las muñecas, separando su mano para que no se lastimará ¿Qué demonios había hecho? Sin pensarlo, acababa de exponerme todo el dolor, todos sus miedos. Ella se comparaba con Ladybug, aunque fuera la misma persona, en alguna parte de su mente se comparaba con la imagen de la heroína de París. ¿Qué era ella sin su Miraculous? Para mí, era la mujer que necesitaba a mi lado, pero ella no podía verlo de esa forma.

todos los gatos ronroneanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora