Norma 6: jamás confiar en un vampiro que no pertenezca a la familia

23 7 0
                                    



Me despierto entre los cuerpos desnudos de Ian y Jack, quienes siguen durmiendo plácidamente. Intento levantarme pero me tumbo de nuevo y llevo una de mis manos hasta mi cabeza que duele como mil demonios. Intento zafarme de sus brazos sin despertarlos y me adentro en el baño.

Después de enjuagarme la cara con agua observo mi reflejo. Las heridas ya han cicatrizado e incluso algunas han desaparecido, sin embargo, mi rostro está hecho un poema. Largas ojeras se ciernen bajo mis ojos y el maquillaje corrido inunda todo mi rostro. Lejos de la sonrisa relajada y satisfecha que normalmente luzco después de haber tenido sexo con dos humanos tan apetecibles, mis labios dibujan una irritada y fina línea.

Por muy increíble que parezca, me siento culpable. Hacía muchos años que no me pasaba una cosa así. Es, supongo, el efecto que produce Drake en mí.

Aunque me duela admitirlo, sigo enamorada de él, tanto e incluso más que el primer día. Es como una corriente eléctrica que me atrapa, que acaricia todo mi cuerpo. Él, es el único que consigue hacerme sentir viva, hacerme sentir humana. Es mi interruptor, siempre lo ha sido.

Y es que como vampiresa soy un completo desastre. Nunca he sido normal, siendo humana ya me gustaba acompañar a mi hermano a cazar conejos para poder tener algo que comer. Lo hacía por placer, me gustaba ver como morían, como su sangre fluía abandonando su cuerpo. Con la transformación, mi instinto animal y mi naturaleza oscura han aumentado, al igual que mi belleza.

Por fuera puedo llegar a ser el alma más inocente de este mundo, pero por dentro estoy podrida.

— Señora. — Ian me llama desde la puerta y me giro para mirarle. Lleva puesto un simple bóxer, por lo que puedo apreciar su hermoso cuerpo. — Hay una chica que pregunta por usted.

Me visto rápidamente con unos jeans ajustados y una camiseta roja ceñida al cuerpo y salgo de la habitación. Fuera hay una sirvienta esperándome.

— Señora, el rey desea verla en la biblioteca. — la chica se marcha y yo empiezo a andar por los pasillos.

Nunca me había enviado a una sirvienta para avisarme, siempre lo hacía él mismo. ¿Qué estará pasando?

Entro en la biblioteca y veo a mi padre sentado, como siempre, en su escritorio, revisando papeles y hay otro hombre, que permanece completamente serio en una esquina.

— Papá, ¿Qué ocurre? — al escucharme me observa levantando su mirada por encima de sus gafas de lectura y se levanta de golpe para abrazarme fuertemente.

— ¿Cómo estás Leia? ¿Has dormido bien? — su nerviosismo es evidente.

— Papá, por favor, al grano. — cruzo mis brazos y lo miro irritada.

— Está bien. Nathaniel, ¿Podría dejarnos a solas unos minutos? — el hombre de la esquina, que ahora reconozco como uno de los miembros del consejo, asiente y sale cerrando la puerta. — Me imagino que Nick ya te ha comentado que estoy un poco cansado. — asiento con la cabeza. En la fiesta de anoche mencionó que últimamente nuestro padre sufría de algunas jaquecas a causa del agotamiento. ¿Pero por qué me lo cuenta ahora, aquí, en privado y tan nervioso? — Pues justamente por ese motivo, a Madeleine y a mí nos gustaría contar con alguien para tomar el relevo de mi puesto. — no me sorprende en absoluto lo que acaba de decir, Desmond se pasó toda la noche alardeando de que probablemente muy pronto ocuparía el trono, en lugar de nuestro padre. ¿Pero qué tengo que ver yo en esto?

Sauron me observa de una manera verdaderamente incómoda, como queriendo descifrar mis pensamientos. Espero estar equivocada porque si es lo que creo que es...

— Leia, me gustaría que seas tú la que ocupe mi lugar. — definitivamente este no es mi día de suerte.

— Pero padre, yo no soy la indicada. — logro decir, casi temblando. — Sabes que odio las responsabilidades y las leyes y todo lo que tenga que ver con los siniestros asuntos de los chupasangre.

— Hija, sé que puedes hacerlo, inténtalo, al menos hazlo por mí. — contesta suplicando con la mirada. Por mucho que quiera no puedo aceptar, ya tengo bastantes problemas con Fred, lo último que necesito es meterme en más embrollos.

— Sauron, sabes que para mí eres igual o incluso más importante que mi padre humano. Tú y tu familia me ayudasteis a pasar página, os debo la vida y haría cualquier cosa por vosotros. Pero no me pidas lo que no puedo hacer. — intenta hablar, pero se lo impido y prosigo. — ¿Por qué no se lo propones a alguno de tus hijos biológicos? Tienen mucho más derecho que yo.

—Primero, que no seas mi hija biológica no significa que tengas menos derecho que tus hermanos. Segundo, ¿Quién gobernaría mejor que tú? Nick siempre ha deseado una vida normal, sin interferir en este tipo de asuntos y no puedo pedirle que renuncie a lo que está a punto de conseguir. Y en cuanto a Desmond, — suelta un suspiro y se recuesta en la mesa. — sus ideales son muy radicales, su odio me recuerda mucho a mi hermano. No quiero que la historia se repita — Le observo verdaderamente asombrada. ¿De verdad cree que Desmond sería capaz de hacer una cosa así? Está bien, sus opiniones sobre los humanos son un tanto excesivas, pero solo intenta simpatizar con los vampiros influyentes, cosa que logra completamente. En el fondo lo único que quiere es que su padre se sienta orgulloso. — Pero Leia, tú fuiste humana y te conozco a la perfección. Bajo esa capa de indiferencia y bajo tus "juegos", todavía quedan restos de esa dulce niña. Aunque intentes esconderlo, sigo viendo en tus ojos esa preocupación, ese miedo a poder lastimar a tus presas. Tú estás entre los dos mundos, Leia, eres vampiresa, pero también humana. Sé que tienes tus defectos y apuesto lo que sea en que no dejarías de practicar la caza ilegal, pero serías una gran reina...

— Basta. — mi padre vuelve a la realidad y me mira expectante. — No insistas más, te he dicho que no quiero ser tu sucesora.

— Leia solo te pido que aceptes a ser la primera en la línea de sucesión para preparar los documentos correspondientes, la sucesión no se realizará hasta dentro de dos, tal vez tres siglos, o incluso más.

— Papá por favor, para. — me acerco hacia él y le tomo por los hombros. — Desmond sería incapaz de cometer los mismos errores que cometió Edrick. Lo único que desea es hacer que te sientas orgulloso. — no puedo creer que de verdad esté defendiendo a mi "queridísimo" hermano mayor. — Él se merece más que nadie ser el rey. — agacha la cabeza y la cubre con sus manos, alborotando sus cabellos.

— Al menos déjame tenerte de repuesto. — pronuncia tras volver a colocar su vista en mí. Le miro confundida ante tales palabras. — Déjame hacer una cláusula, para que tú puedas reclamar tu derecho al trono cuando quieras, por si Desmond cometiera alguna locura. — quiero rechazar la propuesta, pero su mirada de corderito degollado me lo impide y susurro un insulto antes de contestar malhumorada.

— Está bien. 

Las normas de LeiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora