8. Falling Down

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El dolor que sentía se intensificó hasta el punto de insoportable en cuanto la transformación se deshizo. Ahora era, además, vulnerable al ataque de Hawk Moth. El traje de Chat Noir ya no le protegía. La fuerza con la que el hombre le sujetaba del cuello habría bastado para rompérselo, y así habría sido, de no ser que sucedió algo inesperado que le salvó la vida.

Hawk Moth le soltó.

Adrien se desplomó en el suelo con brusquedad.

Comenzó a toser, esforzándose por recuperar el aliento, mientras se encogía de dolor a causa de las heridas. Plagg, que había caído a su lado debilitado, se arrastró junto a él.

Hawk Moth observó a Adrien con los ojos desorbitados en incredulidad. Estaba completamente inmóvil y le temblaban las manos, los brazos, las piernas. El terror le había invadido al percatarse de que había estado apunto de matarlo. Unos segundos más y habría sido demasiado tarde.

Ladybug también se había quedado pasmada al descubrir que era Adrien el que se ocultaba tras la máscara del gato negro.

Adrien. Todo este tiempo.

-No es posible... -murmuró ella horrorizada, recordando que hacía apenas unos minutos habría sido capaz de mutilarlo sin miramientos. -¡Adrien! -gritó, corriendo en su ayuda.

El chico se encontraba ajeno a las reacciones de sus oponentes. Demasiado preocupado por recuperarse, que de preguntarse a qué se debían esos segundos de tregua. Tenía que sobreponerse con rapidez antes de su situación empeorara.

"Levántate. Ponte en pie, ¡Ahora!" -se repetía a si mismo, aún incapaz de moverse.

El sonido de unas pisadas atolondradas llegó a sus oídos. Segundos después, los inconfundibles pies de Ladybug invadieron su campo de visión. Sintió como unas manos le rodeaban con fuerza y trataban de tirar de él hacia arriba.

"El anillo." -pensó.

Todavía lo tenía consigo. No podía permitir que se lo arrebataran. Él era la única esperanza que le quedaba a Marinette, su Lady. Si Hawk Moth se apropiaba de ambos miraculous, Marinette seguiría siendo ese monstruo para siempre. Su preciosa Lady, perdida en las tinieblas. Incapaz de sentir, de reír y mucho menos de amar. Él nunca podría volver a ver su sonrisa, ni sus mejillas sonrosadas, no podría confesarle lo mucho que la quería, ni estrecharla entre sus brazos. Si se dejaba vencer, todo habría terminado para los dos... Y él le habría fallado.

El destello metálico de un objeto junto a él llamó su atención, brindándole una oportunidad para lograr escapar.

Haciendo acopio de las últimas fuerzas que le quedaban; alentado por la idea de recuperar a Marinette a cualquier coste, Adrien alargó la mano, recogió la daga, y con un diestro y rápido movimiento se volvió hacia la mujer utilizando el arma del mismo modo que lo haría un gato: a la desesperada. Lo único que importaba era hacer el daño suficiente para poder huir.

La hoja cortó primero el aire y luego se encontró con el rostro de la mujer. Rasgó el antifaz y parte de su mejilla, que comenzó a sangrar. Esta ahogó un grito de dolor, soltó al chico y se llevó una mano a la herida abierta. El antifaz cayó al suelo.

Adrien se incorporó, jadeando por el esfuerzo. Se encaró con ella, daga en mano, y descubrió con horror quién era en realidad la persona que tenía delante.

-¡¿Nathalie?! -exclamó alarmado, apunto de entrar en pánico.

Miró a sus dos adversarios, temiéndose lo peor.

No quería creelo. Eso sí que no. Le sobrepasaba. ¿Qué clase de pesadilla era aquella?

La mujer avanzó hacia él con los ojos al borde de las lágrimas.

Todos los gatos caen de pieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora