Cap. 1: Algo en la red

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"Simulacro de prevención de sismos este viernes 16 a las 10 am"

Debajo de las letras redondas y en negrita, se hallaban impresas las indicaciones a seguir. El aviso ocupaba, debo aclarar, cierto espacio en el que el estudiante descansaba sus cuadernos y libros. Habían seis de esas hojas en cada mesa adheridas con una pequeña cinta para poder desprenderla. Llegase o no la persona, el aviso continuaría ahí hasta capturar nuevamente la atención del que ya lo hubiese visto por las paredes de los pasillos. Sonreí con cierta socarronería. Yo era el único que la estaba leyendo, o prestándole importancia, a excepción quizás de Francisco que hacía un buen rato le había echado un vistazo antes de comenzar con las asignaturas.

- Ni siquiera se molestaron en hacerlo a color - dije guardando la hoja bajo el cuaderno.

- ¿Y eso para qué? Eso no lo hará más entendible o... atractivo. Participaremos igual, lo queramos o no - aclaró él haciendo sonar un extremo del lapicero contra el libro abierto mientras fruncía los labios.

- Supuse que era cuestión de... ya sabes, animarnos a hacerlo bien. Nadie se toma en serio estas cosas. Un día un terremoto ataca a una pequeña ciudad a la mitad de la noche y miles de ciudadanos buscan a quien culpar por los desastres.

- No es para sorprenderse.

Sonreí.

Y entonces comenzó.

Fue como un zarpazo a los oídos, un grito estremecedor que de pronto hizo que algunos pegaran un respingo, uno que vino como un disparo, como un golpe fortuito que nos sacó de nuestro pequeño mundo cliché. Alcancé a ver la cara de algunos chicos que se quedaron helados y con los ojos sobresaltados. ¿Por qué de la nada alguien se dignaba a inquietarnos de esa manera, y a causa de qué, tal vez por querer gastarnos una broma de mal gusto? Alcé la cabeza por encima de la de Francisco para observar la entrada que estaba a varios metros a su lateral. La biblioteca era bastante amplia y monstruosa, tanto como para convertir cualquier sonido en el resultado de un ataque nuclear, pero el alarido que nos tomó por sorpresa no provenía de adentro. Y ni bien tardamos en reaccionar, luego de varios murmullos y gente rascándose la cara, otro grito fue lanzado al aire, el grito de una mujer desesperada.

- Oh Dios mío, ¡es Lorena! - espetó una voz a mis espaldas, una voz alarmada, una voz cuya última palabra se perdió al silenciarse con el apuro en su actuar.

Me giré de inmediato y luego lo seguí con la mirada, todos en realidad. Un intranquilo Esteban corría fuera de la biblioteca tratando de esquivar las sillas vacías que el acomodador no se había tomado la molestia de arrimar contra las mesas.

- ¿Lorena? - inquirí - ¿No se suponía que debía estar con él?

- Andando, ¡vamos! ¡Vamos a ver! - exclamó Francisco colocando con torpeza sus pertenencias dentro de su mochila.

Ni siquiera pensé en levantarme hasta que la emoción desorientada de mi compañero me motivo a ir con él. No se podía hacer bulla ni correr en la biblioteca claro está, pero al carajo, a nadie le importaba en ese momento. Una zarta de chismosos empezaron a hablar más fuerte y a salirse de sus sitios.

En el pasillo donde se ubicaba la biblioteca, además de dos aulas, estaba el cuarto de máquinas, al frente para ser precisos, en donde surgieron los gritos. La figura de Esteban ingresó como alma que llevaba el Diablo. Y para cuando llegamos, observamos al encargado del salón haciendo esfuerzos en vano por calmar a la muchacha que estaba sentada en el piso. Su enamorado, Esteban, se acercó presuroso casi al punto de tropezarse y la tomó del rostro poniéndose de rodillas. Lorena reflejaba un susto maldito y tenía las manos cubriendo sus orejas. Negaba con la cabeza apretando los párpados y los dientes.

Las personas de las otras máquinas estaban desconcertadas.

- Amor, amor, qué sucede, Dios, ¡¿qué pasa?!

- ¡Quítalo por favor! ¡Quita ese video! ¡Quítalo! - chilló en respuesta.

- ¿Cómo? ¿Qué video?

Entonces miré la pantalla del ordenador que ella había estado usando. Tenía un video en reproducción dentro de la plataforma de Youtube. Lo que apenas logré captar fue la foto de un animal, una morsa apareciendo de repente mientras el contorno de la imagen adquiría la forma de un corazón. Esta pasaba de un punto diminuto en el centro del 16:9 hasta ocupar toda la pantalla. Terminó la secuencia para exponerse la opción de "reproducir nuevamente". <<¿Qué se supone que es eso?>>, pensé con el sobrecejo arqueado y tratando de interpretar su actitud lunática. Se comportaba como tal, como si hubiese visto un horrido espectro con ojos saltones amarillentos, colmillos filudos y la piel ensangrentada hecha jirones. Fue como si se le hubiese presentado el mismísimo demonio frente a sus narices.

Dos autoridades de la universidad se acercaron trotando con un tipo de seguridad, que ni bien se hincó sobre sus rodillas extrajo una radio pidiendo que dieran aviso al médico del tópico, que había surgido un "incidente".

La levantaron con delicadeza e intentaron sacarla del área de la manera más cuidadosa posible. Eran cuatro personas más Esteban que rodeaban a la chica utilizando eufemismos para relajarla

Volví la vista nuevamente al computador.

"Reproducir nuevamente/Obedece a la morsa"

El video tenía más de 2000 visitas y no mucho de haberse subido.

- Asi que a esto se refería... - siseó Pancho para sí mismo.

- Hey, chicos, aléjense de esa máquina - ordenó otro sujeto de seguridad que se manifestó en la escena haciendo rechinar las suelas de sus zapatos - Todos ustedes, que están ocupando los ordenadores por favor no las apaguen y diríjanse despacio a la salida. No dejen nada en las máquinas, no nos haremos responsables de la pérdida de cualquier objeto de valor. Repito, diríjanse despacio a las salidas. No apaguen los ordenadores. Llévense todas sus pertenencias. Ahora mismo por favor.

No obedezcas a la morsa - Pesadilla Viral: Parte UnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora