Cap. 2: Plaga

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- Sabes... han pasado cosas muy raras estos días - sonreí sobándome la nuca -. Y no te he visto tampoco, ni siquiera sé si estás yendo a la uni. Eh... fui a tomar desayuno con los chicos el día de hoy y... prácticamente un chico arrojó su portátil cuando vomitó sobre él, o fue antes quizás, el punto es: ¿quién carajos lleva una portátil a un desayuno en la calle? Es estúpido - volví a sonreír -. Vio algo seguramente, nadie vomita porque sí. Tendrías que ser... muy sensible supongo. No sé, tú eres la experta en psicología, a lo mejor lo podrías interpretar mejor... No, no, no, no seas idiota, no puedes decir eso.

Resoplé cerrando los ojos y negué mientras pasaba la mano por mi frente hasta descender a la boca. Observé el móvil con el contacto a marcar. De verdad quería llamarle, saber cómo estaba y contarle mi anécdota. Siempre me gustó charlar con ella de lo que fuera. Lisa era del tipo de persona con la que podías conversar hasta de los acostones de un fin de semana. Eso la hacía especial. ¿Pero contestaría? El reloj analógico daban las doce de la noche. Y estuve así por infinitos minutos jugando con el teléfono y alzando la vista para revisar la hora. Pensar demasiado provocaba que tardara más en tomar una decisión, obvia consecuencia de una lenta cabeza en la que llovían las inseguridades.

*   *   *

- Está... muy rara. No ha contestado mis llamadas en todo el día, ni siquiera permite que me le acerque - Esteban entrelazó los dedos sobre la mesa y suspiró -. Fui a su casa temprano antes de venir, pero sus padres me dijeron que no quiere ver a nadie. Apenas y ha estado comiendo.

- ¿Seguro que no está con su periodo? - manifestó Francisco dándole una mordida a su pan con queso. Luego bebió su café.

Esteban lo ignoró.

- Sé que parece extraño, pero un animal no pudo provocarle ese comportamiento.

- Es lo que vimos ese día, a un simple animal - afirmé -. Era una morsa asomando la cabeza fuera del agua.

- ¿Se molestaron al menos en ver el video completo?

- Con las asignaturas y los trabajos que tenemos que presentar, esa estupidez del video pasó desapercibido. Ni siquiera he dormido por todo lo que nos dejó de leer el condenado cocolizo ese - atraje más hacia mí mi vaso con soya -. Tampoco lo vimos esa vez, el de seguridad nos sacó a todos al rato.

- El video no fue una estupidez si hizo que mi enamorada pareciese la enferma de un manicomio.

Pancho dio otro mordisco mirando el canal de las noticias. El hombre tras la barra le subió un poco el volumen con los botones de la tele. Esteban ni tocaba lo suyo.

- No te lo tomes a pecho, Esteban. Solo digo que quizás acreditar el estado de tu novia a un video puede ser algo... ilógico.

- ¡Por favor, todos vieron cómo se puso! Ella lo dijo - puso el índice en picada contra la mesa -, gritó que quitaran ese video.

- Tal vez es por esa misma razón que muy pocos se atreven a hablar de él - intervino Francisco -. Tenía muchas visitas, bastantes como para que alguien se interesase en esa cosa en tan poco tiempo de subido. Solo UNA semana, UNA semana le bastó para llegar a esas cifras.

- Lo que dices no tiene sentido.

- Hay que preguntarle a la gente de la uni, otras personas tuvieron que haberla visto - Esteban chasqueó los dedos -. Hay que buscarla en la internet. Debemos usar una máquina del salón.

Francisco casi terminaba su pan cuando volteó a ver de reojo al joven que ocupaba la mesa de a lado, un joven que usaba una laptop con audífonos y comía a la vez.

- No lo creo - dije sin estar convencido -. Después de lo de Lorena, han puesto una especie de bloqueador de páginas en el sistema. Esa mierda no nos permitirá usar Youtube.

- No puede estar solo en Youtube, ¿o sí?

Dentro del establecimiento, y a pesar del tono de voz que usábamos, nadie mostraba indicios de estar interesado en nuestra conversación. Una conversación muy inusual o demasiado inverosímil como para tener a las 8 de la mañana. ¿Qué de interesante podía haber dentro de la charla de tres frikis? Que un corto de dudosa procedencia también se estaba convirtiendo en un tema de qué hablar entre los de nuestra edad. Las personas que desayunaban allí NO eran precisamente de nuestra edad.

- ¿Y cómo se supone que se llama?

- Obedece a la morsa - respondí.

- Entonces tiene nombre de animal. Es un animal - Esteban se encogió de hombros dándolo por hecho.

- Dijiste que un animal no podía provocar ese tipo de paranoia.

- Entonces es un título con un mensaje subliminal - concluyó Francisco arrojando una migaja al plato -. Hay una morsa pero el video no se trata de una morsa, ¡el misterio está resuelto!

De repente, como respuesta a la increíble coincidencia de nuestro diálogo, el muchacho de la mesa de al lado vomitó bruscamente sobre lo que estaba comiendo mientras empujaba la laptop que estaba frente a él. La gente que estuvo alrededor se alejó con expresiones de asco tapándose la boca con el reverso de la mano y haciendo amago de querer vomitar también. El chico se arrodilló arqueando su cuerpo hacia adelante. Oprimió su estómago con ambos brazos arrugando la cara con los restos de la comida sin digerir en las comisuras. <<Maldición...>>, balbuceó con la garganta burbujeante para después salir disparado del local sin importar el alboroto que había causado. La portátil quedó en el piso con la pantalla negra y rota, y con algo de vómito encima.

No obedezcas a la morsa - Pesadilla Viral: Parte UnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora