Fue como una señal divina, un claro sendero que se dibujaba frente a nosotros y finalizaba en una silla delante de una computadora, aguardando esta por desenvolverse como un regalo navideño. Era obvio, lo único que tenía que activar en sí era el acceso a otras páginas que el sistema hubiera desautorizado. "Desbloquear" era la mejor palabra, y si únicamente de "desbloquear" la computadora se trataba, pues éramos solo un par de idiotas sin imaginar la traba que de pronto nos haría caer a mitad del camino.
Pensamos en Esteban también, en una forma excitante y compleja de sacarlo del aula para que viniese con nosotros, pero antes de tan siquiera escatimar en una opción factible, dos personas nos interceptaron sin que se dieran cuenta. Salieron de un pasillo que se cruzaba con el nuestro. Eran dos jóvenes un tanto más altos que nosotros, que no traían nada consigo más que solo su presencia. De alguna manera estaban deambulando por los corredores vacíos de la uni sin ninguna supervisión. Me familiarizaba con sus rostros, a excepción de Francisco que sí los conocía a la perfección. Me di cuenta de su expresión de sorpresa, de un nerviosismo palpable el cual congeló sus piernas y no le permitió avanzar. Uno de los chicos se le quedó mirando fijamente, dio la impresión de ser un segundo eterno, pero en un abrir y cerrar de ojos el tipo que se distinguía del otro por traer una remera roja lo señaló con el índice.
- ¿Francisco? Eras tú, ¿no? - dijo con seriedad -. Claro... si no había otro idiota que calzara con la misma descripción. Sí, sí... eras tú.
- ¿Cómo? - inquirí por lo bajo.
Mi compañero se mantuvo en silencio.
- Tienes suerte de que no haya ido a esa fiesta, porque te hubiese partido la cara. Pero no... no, no tienes tanta suerte - masculló acercándose a él para sujetarlo del cuello del polo.
- ¡Wow! ¡Wow! ¡Con calma, amigo! - exclamé tratando de meterme, sin embargo el sujeto que acompañaba al de remera roja me empujó - ¡Francisco, di algo!
- No tengo idea de lo que hablas - respondió por fin.
- No te hagas el desentendido, Pancho. El único imbecil que tiene el cabello con rizos y que estudía Administración eres tú. Manoseaste a mi chica. Te aprovechaste que estaba ebria para arrimártele, hijo de perra. ¿Lo gozó, verdad? Yo sé que sí, me contaron todo lo que hicieron en la fiesta de anoche.
- Cielos, ¿fuiste a una fiesta anoche? - pregunté consternado mientras esos dos se miraban - ¿Y no me invitaste?
- Cállate - dijo el muchacho entre dientes para después dirigirse a Francisco. Aún no lo soltaba -. Siempre te gustaron las de Nutrición, ¿eh? Dime, ¿te la tiraste? ¿Te la tiraste, Panchito? Así te decía ella, ¿no?
Francisco suspiró profundo arrugando la nariz y el entrecejo, mostrando un repentino cambio de actitud.
- Vete a la mierda, Dennis - arrojó Francisco con toda su valentía y le escupió en la cara.
Nunca estuve enterado de sus conflictos personales o qué se traía con las novias de otros, no obstante, intentar sacarlo de ese embrollo y no meternos en uno más grande que involucre a las autoridades de la universidad era mi mayor prioridad en ese momento.
- Te vas a morir... - farfulló entonces el tal "Dennis" arremetiendo contra mi compañero. Tomó impulso y le dio un golpe en la sien con la suya. Siguió con un puñete que se estrelló contra su mejilla izquierda y lo tumbó al piso.
¿Cómo se puede escapar de una pelea? ¿Cómo se puede escapar de una pelea de la que no eres parte, debo decir, no del todo parte? Ni siquiera estaba dentro, podía esfumarme con facilidad. Pero lo necesitaba, necesitaba a Francisco. Abandonar a un amigo nunca fue mi fuerte, pero arrástralos conmigo a donde fuere, sí.
Nuevamente quise intervenir, y el segundo muchacho me volvió a empujar. Colapsé estrepitosamente. Escuché un tercer porrazo, y luego un cuarto del cual tenía a Francisco como el que los recibía. Y como para complementar la escena y brindarle un final satisfactorio para el bando de las baldosas, una alarma comenzó a emitirse por todos los espacios audibles del campus, llegando a nuestros oídos en un chasquido, una alarma que pretendió dar por iniciado un evento premeditado.
- El simulacro - balbuceé.
El chico que venía con Dennis alzó la cabeza. Flexioné mi rodilla, tomé impulso y con mi pierna derecha lo pateé en los testículos. Sus manos fueron directamente a aferrarse a la zona genital mientras lanzaba un grito sórdido y atraía la atención del tipo de la remera roja quien giró su cuello en simultáneo. Francisco aprovechó la distracción para de igual manera empotrarle el pie en la ingle. Dennis se desplomó del dolor. Los estudiantes con los profesores a la delantera fueron saliendo de sus aulas de a pocos hasta llenar los corredores como si fueran una maldita plaga de ratas hambrientas. Me puse de pies inmediatamente haciéndole ademanes a Pancho para que se irguiera. Atisbamos a Dennis y a su cómplice en el suelo con los ojos cerrados y la cara contraida. Al cabo de unos segundos, nos habíamos perdido en la multitud.
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No obedezcas a la morsa - Pesadilla Viral: Parte Uno
Horror"Obedece ala morsa" ha destruido infancias desde mediados del 2007. Esta historia está basada en los mitos y leyendas de internet creadas alrededor de un famoso video "perturbador" circulado en YouTube a mediados del 2007, titulado: Obedece a la mor...