[1] Cadenas / Parte uno.

17.3K 956 260
                                    

Terminó de arreglarse para ir a trabajar. Se colocó el saco azul oscuro que combinaba con lo que llevaba puesto antes de peinar su cabello y recoger su maletín para dirigirse al trabajo. Se despidió de su madrina con un beso en la frente antes de dirigirse hacia el auto donde su chofer lo esperaba para introducirlos en las calles de New York.

La calle estaba atestada de autos, el tráfico era horrible y por supuesto, no podía olvidar que era lunes. Muchos odiaban ese día pues debían ir a sus trabajaos y salían a la calle malhumorados o con preocupaciones que no venían al caso. A él, no le importaba en lo absoluto, era uno de sus días preferidos porque volvía a trabajar con lo que su padre dejó en sus manos antes de descansar.

Bajó del vehículo, no sin despedirse de Richard, su chofer, deseándole que tuviera un buen día, para luego caminar entrar a la empresa, saludando a algunas personas que se encontró en el recorrido, al igual que en el ascensor antes de llegar a su destino.

En cuanto las puertas se abrieron, se dirigió a su oficina saludando a Nora, su secretaria y pidiéndole que lo acompañara al despacho.

—¿Qué hay para hoy? —Preguntó, tomando asiento en frente de ella. La mujer se acomodó en su asiento antes de hablar.

—En una hora tienes la entrevista para el Times. Para las doce está la inauguración de la sucursal en Brooklyn, a las tres pediste la junta con los empleados y casi al final del día te espera una entrevista para un puesto de trabajo.

—¿A quién? —Demandó, con el ceño fruncido.

—Basándome en la información de su currículum, es una chica de veintisiete años, capacitada para trabajar como secretaria ejecutiva o para el puesto de mecánica automotriz. —Emitió, observando en sus apuntes.

—¿Una chica? ¿Mecánica automotriz? —Nora resopló al escucharlo. Alvaro, siempre tan obstinado.

—Sí, Alvaro, una chica especializada en la mecánica automotriz ¿Qué tiene de malo eso? —La pregunta lo hizo bufar sin que tuviera más remedio que aceptar lo que estaba escuchando, al fin y al cabo, su madre fue quien se hizo cargo de la empresa un tiempo mientras cumplía la mayoría de edad.

—Nada, solo... ¿Algo más? —Ella negó, observándolo.

—No por ahora, pero sabes que en el transcurso del día se irán sumando más cosas. —Asintió, comprensivo mientras que ella abandonaba la estancia.

Unos minutos antes de que llegara el momento de la entrevista, sintió su teléfono resonar contra la madera oscura de su escritorio. Tomó el aparato en sus manos preguntándose por qué no lo había colocado en silencio y luego contestó.

—¿Diga? —Habló.

—¡Hasta que por fin te encuentro! —Resopló su viejo amigo desde la otra línea.

—Sabes que estoy ocupado la mayoría del tiempo. —Pinchó molestándole.

—Lo sé, lo siento. —Se disculpó —. ¿Vienes hoy a la inauguración de la sucursal? Es que surgió un pequeño problema. —Alvaro miró el techo de la oficina, suspirando de manera profunda al escucharlo.

—¿Qué tan pequeño? —Su amigo carraspeó, dudoso.

—Pues...

FEADonde viven las historias. Descúbrelo ahora