—Tienes que comer. —Habló Odette, mientras sacaba una cuchara con gelatina. Gemma negó, hastiada.
—No quiero más, mamá. —Refunfuñó. La mujer cambió su expresión, dejando la cuchara dentro del envase.
—¿Sigues pensando en eso? —La pelirroja soltó un resoplido, derrotada.
—Obvia ese tema. —Sentenció. Su madre asintió, decidiendo que era momento de salir de la habitación. Gemma siguió sus movimientos con la mirada, sin emitir palabra.
Al escuchar la puerta cerrarse, se recostó de la camilla, sintiéndose débil.
Había pasado una semana desde que le pidió, sin fuerzas, que se fuera. No quería verlo, odiaba que su madre tocara el tema cada vez que podía. Las ganas de discutir estaban regresando, sin embargo, su estado aún era delicado.
Andrea la visitaba aunque ya muy poco pues tenía que estar trasladándose a su casa en otra ciudad; además de eso, el dinero no le colgaba de una mata por lo que frecuentaba las llamadas.
Suspiró.
A su lado estaban unos tulipanes blancos, habían llegado el día anterior con una nota que ni siquiera quiso leer. Sabía de quién se trataba y por ahora, no deseaba retomar ese tema.
Por otro lado, su hermano estaba histérico.
Apenas se había enterado de lo sucedido y quería tomar un vuelo hacia allá; no obstante, Teresa le había pedido que no fuera o necesitaría ayuda con el restaurante.
La llamó en cuento tuvo un tiempo libre. Hablaron de cualquier cosa que no fuera estar en el hospital, pero el tema surgió de alguna manera.
—Estaba dispuesta a decirle que sí en cuento volviera —confesó —, quizás fue buena idea no haber respondido en ese momento porque ahora ya no hay nada. —Dejó salir un suspiro profundo —. Además de venir a trabajar, también utilicé este viaje para poner las cosas en orden, para tomar realmente lo que era para mí, pero no fue así. Me salvé y a la misma vez me hundí. —Le dijo sin más.
La llamada terminó mientras él le prometía visitarla en cuanto pudiera, así que ella lo estaría esperando o tal vez se verían en el viaje de regreso.
Ensimismada, no se percató de que el sueño la estaba venciendo hasta que cayó en la inconsciencia.
En la sala de espera estaba Nora, quien deseaba verla aunque fueran unos minutos. No había vuelto a saber nada de Alvaro, por lo que deducía que no estaba allí y había vuelto a New York.
Después de lo sucedido, se limitó a ignorarlo. Se sentía pésima por ni siquiera escucharlo, sin embargo, lo que vieron sus ojos se reproducía una y otra vez en su cabeza, martirizándola sin piedad.
Cuando se enteró que Gemma había despertado, se convenció a sí misma que en algún momento le preguntaría a él qué había sucedido realmente, solo que no estaba preparada.
La tarde llegó, con ella despertando más calmada. No había nadie en la habitación y quería ir al baño.
Unos toques en la puerta la despabilaron, acomodándose en su lugar para permitir el paso.
—Puede. —Emitió. Una sonrisa se escapó de sus labios al ver a Nora entrar en la estancia.
—Ay Gemma, no cumples un mes completo en la empresa y ya estás aquí. —Murmuró. Asintió, riendo un poco.
—Estoy bien, eso es lo importante. —La mujer sonrió, asintiendo para sentarse a un lado de la camilla.
—Gracias a Dios, sí.

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FEA
Literatura KobiecaPORTADA E HISTORIA REGISTRADAS. CUALQUIER PLAGIO TOMARÁ FORMA LEGAL. Gemma no es el tipo de mujer perfecta, no lleva tacones, traje de secretaria y tampoco un maletín con todas las cosas que hará; ni siquiera tiene una empresa para comandar. Lo que...