[9] Espero que lo encuentres.

5.2K 396 111
                                    

Un claxon la sacó de trance en el momento en que miraba vagamente el sitio en el que se encontraba. Volvió su vista, contemplando el auto de su amiga, quien la esperaba del lado conductor con una sonrisa.

—¿Cómo te sientes? —Preguntó. La chica entró, mirándola.

—Mejor. —Contestó de forma serena, como si lo ocurrido el día anterior ya no la atormentara.

—¿Lista? —Su cabeza se movió de un lado a otro en negativa, escuchando que la mujer a su lado reía levemente —. Es bueno saberlo. —Afirmó, con una sonrisa —. Temo que hemos empezado con el pie izquierdo, pero la experiencia va a servirte hasta que no des más y consigas que alguien te sustituya. —Gemma frunció el ceño un momento, sin comprenderla completamente. ¿A qué se refería con que comenzaban con el pie izquierdo? Tal vez no se sentía cien por ciento lista, pero no era como si fuese algo del otro mundo. Solo tendría dos trabajos y más ingresos.

—¿Qué quieres decir? ¿Pasa algo aparte del cambio repentino con el puesto? —Nora aparcó, colocando la palanca de seguridad antes de que salieran.

—Alvaro mandó a convocar una junta para hoy. Tenemos problemas con los distribuidores de México y voy a estar asistiéndolo ientras te encargas de lo demás. —Enunció —. La verdad, no sé cuánto tiempo dure, solo ten paciencia. El problema abarca algo personal. —Asintió, suspirando, tratando de asimilar la información.

En cuanto llegaron al piso, se concentró por completo en atender a Nora por al menos treinta minutos hasta que su jefe le pidió que entrara en la sala.

Apenas podía escucharlos, sin embargo, supo que la situación era más grave de lo que podía entender, porque los minutos se hicieron horas. Horas en las que tuvo que contestar llamadas, tomar mensajes, pedidos e ir unas que otra veces a la sala para entregar papeles con los que Nora trabajó alguna vez.

Claro, no podían quedarse las tazas de café o las botellas de agua de alguno de los presentes, incluyendo a las dos personas que la tenían de blanco fácil, solo que no iba a caer en sus juegos por más infantiles que fueran, así que cuando tuvo la oportunidad de salir, lo hizo para no regresar por unos largos minutos.

Movió su cabeza a un lado, sintiendo una molestia en su cuello, levantando la mirada para conectar con la de su jefe, que parecía necesitar algo.

—Dígame, señor Dunne. —El hombre cerró la puerta tras de él, acercándose.

—Creo que ya viene siendo hora de que entres a la sala, Gemma. —Emitió, logrando que su ceño se frunciera.

—¿Qué se supone que haré allí? —Alvaro le dio una media sonrisa, negando.

—Trabajar. —Murmuró, dando un toque sobre el escritorio —. Vamos, señorita Blumer. —No le quedó más remedio que obedecer, al final era una orden que debía acatar por más absurdo que le pareciera.

La invitó a tomar asiento, recibiendo las mirada de cada uno de los que se encontraba en la sala, sin excepciones.

Alvaro la puso al día al instante, pasándole los papeles con los que estaban trabajando hasta que por fin pudo dejar la pregunta que iba a resolver la situación, sobre la mesa, solo que nadie dijo nada concreto.

Volvió su mirada hasta el hombre que esperaba una respuesta, cerrando todas las carpetas que le había entregado.

—Está más que claro que la situación es bastante delicada y aún así no podemos dejar que el patrimonio familiar se vea afectado por alguien que no está dentro, pero que sabe cuáles son nuestros puntos débiles. —Mencionó, poniendo todo de sí para continuar. Hacía tiempo que no enfrentaba algo como eso —. Este problema puede afectar los acuerdos internacionales que tenemos con nuestros aliados alrededor del mundo. Si nuestros inversionistas se enteran que nuestro modelo para prevenir la bancarrota se vio afectado sin que lo supiéramos, estamos perdidos. —Prosiguió,

FEADonde viven las historias. Descúbrelo ahora