Euforia

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Eddie estaba eufórico al saber que después de tanto tiempo había encontrado una perla perfecta.

Un precioso rubio de ojos miel, y un cuerpo delicado y hermoso.

Había pasado tantas falsas esperanzas con un montón de perras ingratas que ahora colgaban en una de las habitaciones de su casa.

Pero ya no tenía que preocuparse ahora, Waylon era perfecto para él.

Le había mentido en un inicio, pero lo entendía seguramente los Alandry le habían adoptado y no sabían cómo educar a una señorita tan perfecta como Waylon.

Su perla tendría mucho que aprender, y Eddie tendría mano firme con ella.

Además tenía a su familia para ayudarlo a educarla, y cuidarla.

El mismo Frank se había ofrecido a enseñarle como vestir y comer, también cuidaría de sus heridas.

El trabajo del campo habían causado que su perla descuidara de ella, pero Frank tenía una especialidad para ayudar a las mujeres.

Se lo demostró esta vez ayudando a quitar esos antiéticos bellos que cubrían a su rubio, además de conseguirle ropa de fina calidad.

Hermosos vestidos, zapatos de su número, muchos accesorios e incluso ese precioso camisón que adornaba el tierno cuerpo de su Waylon.

Los tesoros más caros y finos para su amada, solo lo mejor.

Y eso incluía a su futuro marido.

El General Eddie Gluskin.

Un hombre de 38 años, que desde joven había logrado hacer una gran carrera militar.

Guiando a su pequeño escuadrón para conquistar las regiones más complicadas, que ni los grandes ejércitos había conquistado.

Pero a pesar de sus grandes logros y de todo lo que Eddie había conseguido acumular en su preciosa mansión, había algo que él deseaba.

Una esposa perfecta.

Una chica hermosa, que fuera la madre de sus hijos.

Aunque su plan se vio frustrado al notar que no sentía ninguna atracción por el género femenino, las mujeres que conoció eran escandalosas, no paraban de llorar y rogar para que las devolviera a su hogar.

Ninguna era digna de ostentar el apellido Gluskin...todas eran unas zorras mal agradecidas.

Entonces conoció al joven Henry, un hermoso pelirrojo de rasgos finos como los de una mujer.

Era como un sol, radiante de energía y sumamente amoroso.

Un amante ideal.

Aunque lamentablemente esto solo era una farsa, y Walker lo descubrió con su esposa e hijos.

Y ahora también colgaba en su sala de trofeos, de hecho era la pieza principal.

Y gracias a Richard perduraría su belleza eterna.

Era mucha su fortuna de que su camarada tuviera una afición a la taxidermia.

Y había hecho un perfecto trabajo como siempre, incluso sus rojizos cabellos permanecían tan brillantes como el día que lo conoció.

Pero eso ya era el pasado, ahora tenía a Waylon.

Una flor más hermosa que cualquiera, incluso tenia finas curvas que lo hacían verse un poco femenino.

Aquellos rubios cabellos de oros, y esas esmeraldas que tenía por ojos.

Además de la dulce voz....

Ya imaginaba a su hermoso Waylon recibiéndolo en su casa, diciéndole cuanto le amaba y besándolo.

Los hijos aun eran importantes, pero ya encontraría a una madre sustituta que tuviera a sus hijos, y porque no tal vez alguno de Waylon.

Seria hermoso ver a uno de sus hijos con aquellos hermosos rasgos que él había visto en su prometido.

Pero eso ya sería un plan a futuro, ahora solo podía pensar en disfrutar de su bello invitado, y los placeres carnales que Waylon podría ofrecerle.

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Entre la Guerra y el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora