Capítulo 15

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"Intentas vivir por todos tus medios, pero al final, siempre acabas muerto".

Un ruido metálico me despertó viéndome entre los brazos de mi nuevo amigo desconocido. La noche anterior, tras numerosas risas y anécdotas, ambos caímos en los brazos de Morfeo.

Aguanté la respiración y me puse en pie lo más rápido y silenciosamente posible. Él, a su vez, se despertó y se situó al otro lado de la puerta; quedando ambos fuera de la vista de nuestro "visitante".

Mi corazón no hacía más que latir estridentemente en mis oídos, produciéndome una incómoda sensación de mareo. A ello había que añadirle la densa oscuridad de aquella habitación, siendo mi amigo casi invisible a mis ojos a pesar del metro de distancia que nos separaba. El ruido se repitió, esta vez mucho más cercano a nuestro dormitorio, haciendo sudar aún más mis manos, si era posible, en aquel silencio absoluto cortado únicamente por el sonido de nuestras agitadas respiraciones.

Numerosas escenas futuras se amontonaban en milésimas de segundo en mi cabeza, desconcentrándome aún más de lo que ya estaba. Si me intentaban matar, ¿conseguiría escapar?; si intentaran matar a mi compañero de aquella pesadilla, ¿daría mi vida por el?; ¿mataría por salir de allí?; ¿podría vivir con semejante culpa?... Aquella conciencia que tantas veces me había hecho elegir, hacia equilibrios en la cuerda floja de lo real y lo irreal, de la vida y la muerte, de lo malo y lo bueno...

Sin embargo, esto no era lo peor de aquellos segundos interminables, sino mi gran curiosidad por saber la identidad de mi "secuestrador". ¿Sería el hombre del tatuaje de la serpiente? ¿La mujer musulmana de inquietantes ojos verdes? ¿Otro nuevo integrante de mi perturbadora pesadilla viviente? Debía concentrarme por mi bien y el de mi nuevo amigo desconocido, que sin apenas conocerme había hecho tanto por mí. Giré mi cabeza y nos miramos a los ojos, sabiendo que era nuestra oportunidad para poder salir y estar a salvo.

Debía concentrarme y luchar para poder vivir.

Los fuertes pasos del secuestrador se notaban en aquel suelo adosado y mis manos temblaban en una mezcla de ira, miedo y frustración. Se detuvo a centímetros de mí, dejando el muro y la puerta entre ambos, cuando caí en la cuenta de que estaba aguantando la respiración. Solté el aire y un pitido se escuchó cercano a mis oídos, abriendo la puerta unos milímetros. Me aleje y la luz del pasillo proyecto la sombra de un gran hombre musculoso, con grandes hombros y de una altura superior al metro setenta. Mis pupilas se contrajeron luego del cambio de luminosidad, permitiéndome ver al "secuestrador" con una bandeja de comida que traían todos los días. En las jornadas anteriores, por nuestras heridas y cansancio, jamás vimos cuando aparecían esas bandejas; solamente aparecían y las recogían cada día.

Antes de poder reaccionar, el hombre me vio, ganándome una mirada acusatoria y de odio de aquellos ojos negros, a la vez que apretaba fuertemente su mandíbula cuadrada. De piel morena y acartonada, destacaban varias cicatrices en la frente, además de una amorfa y horripilante cicatriz a lo largo de su mejilla y cuello.

Mi compañero reacciono más rápido que yo, abalanzándose con todo su musculoso cuerpo cayendo los dos al suelo; además de empujarme a mí erróneamente contra una de las patas de la cama.

Toda la comida cayó esparcida por el suelo, mientras que ambos hombres se peleaban fuertemente en el suelo y yo intentaba levantarme del suelo, con un dolor agudo en el oído derecho. Al tocar la zona dañada, noté en mis dedos la viscosidad de la sangre; pero ello no me impidió levantarme y coger algo con que ayudar a mi compañero ya gravemente golpeado. Vi la lámpara situada en la mesita de noche, la cual era perfecta para dejarlo inconsciente y no era muy pesada para mi frágil y delgado cuerpo. Entonces intenté cogerla llegando mis dedos a rozarla, sin embargo mi secuestrador vio mis intenciones y tiró fuertemente de mi tobillo haciendo que cayese y me golpease la cabeza con el suelo.

En ese segundo de semiinconsciencia, me giré hacia mi agresor, el cual intentaba alcanzar a su espalda, más bien a la pistola guardada en la cinturilla de su pantalón. Tras un par de patadas con todas mis fuerzas me alejé de él, temblando al ver como esto le permitía sacar la pistola.

"Voy a morir", eran las únicas palabras que se repetían en mi cabeza una y otra vez; aventurándose a mi no muy indescifrable final. El repiqueteo del seguro al quitarse, me hizo cerrar los ojos y apretar mi mandíbula a la espera del dolor y el sonido de la bala al incrustar entre los huesos de mi cráneo. 

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