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Rubén

Rápidamente bajó del automóvil y se puso de rodillas al frente de aquella persona.

Dios mío —dice sorprendido tapando su boca con sus dos manos—. Contéstame joder —golpeó suavemente sus mejillas.

La dejó recostada en el piso y él apoyo sus dos manos, en el pecho de esa persona para que vuelva a respirar.

Mierda —susurra y agarra su teléfono para llamar a la ambulancia.

Conversación telefónica

Bienvenido al sistema de salud a domicilio. ¿En qué lo podré ayudar? —habló una joven cómodamente.

¡Necesito una ambulancia pero ya!

Tranquilícese señor, en cinco minutos una móvil llegará al domicilio solicitado.

Fin de llamada telefónica

Mientras transcurrían los cinco minutos, Rubén alzó a la chica para ponerla bajo un techo mientras, él pensaba lo peor...

Al pasar el tiempo, las sirenas de la ambulancia sonaban cada vez más cerca, hasta llegar donde estaban ellos dos.

Tres médicos bajaron rápidamente del vehículo, y dos de ellos con una camilla.

¿Qué le ha pasado, señor?pregunta el médico.

—Sólo estaba pasando con mi auto y de pronto escuche un ruido muy fuerte.

¿Y no la vio? preguntó desconcertado.

Pues... la verdad, es que yo me estaba cambiando de ropa y al acelerar, no la vi.

¿Usted es familiar?

No, pero me gustaría acompañaros.

Me temo que eso no se podrá...

Pues a mí no me importa si se puede o no. Por si no me conoce, yo soy Rubén Doblas afirmó.

—¿Us-usted es el... señor Doblas? tartamudeó.

, lo soy y por eso iré pasó al lado del médico y se subió a la ambulancia.

Al llegar al hospital, Rubén no se separaba de esa chica. Se sentía muy culpable de arrollar a una muchacha como ella.

Discúlpeme señor, pero me temo que ahora sí, no podrá acompañarnos —habló el médico llegando a la sala de urgencias mientras, los otros paramédicos irse con la chica en la camilla.

Esperaré, pero no le tendrán que decir a nadie que yo he hecho esto ni que estoy aquí —amenazó nuevamente.

Creo que eso ya es muy tarde, señor Doblas —observó detrás del chico.

Mierda... —susurró—.

Tiene suerte que haya atendido yo el teléfono, señor, y que no haya llamado a sus padres.

Alberto —dijo al girarse hacia él.

¿Qué hace aquí, señor? pregunta serio.

He arrollado a una tía...

¿Cómo puede decirlo así? Y si ella tiene familia ¿qué dirán de usted? Y si muere, tendrá una carga de conciencia. Y como puede decir "tía" , tendría que tener más respeto a una señorita tan linda como ella —se indignó.

Tú tendrías que tener más respeto hacia .

Rubén, te conozco desde muy pequeñito, desde que has salido de tu madre, ¿crees que no te conozco?¿Por qué has estado actuando así?

Me han estado presionando con casarme estas últimas semanas, ¿cómo quieres que esté?

No es la forma de solucionar las cosas.

Pero así es como las hago yo —finalizó y se dirigió a la recepción a preguntar por ella.

¿Me podría decir datos de la señorita que acaba de entrar a urgencias?

No podré brindarle esos datos, señor.

Soy el señor Doblas, sino me lo pasas en este preciso momento, haré que te despidan antes de que parpadees.

La secretaria con miedo rápidamente abrió los archivos:

—Se llama Emily Vargas, nacida en la provincia de Ávila, con residencia de aquí. Tiene veinte años. Sus padres murieron en un accidente automovilístico y su hermana...

Y rápidamente se tapó la boca, sabía que habló de más.

¿Y su hermana?

—Ella se mató ya que, no pudo superar su pérdida. No tiene hogar ni trabajo.

Rubén tosió para no verse débil.

¿Algo más importante?

La secretaria lo vio con asombro y decepción.

Dejó la escuela. No está casada, no tiene libreta...

He dicho, algo importante reafirma.

Eso es todo, señor. Ahora le pido por favor que se retire de mi vista.

¿Cómo le puede hablar así a una persona como yo?

Justamente por eso —se levantó de su silla—, porque usted no es una persona —agarró unos papeles de allí y se fue.

Mundos diferentes » rdgDonde viven las historias. Descúbrelo ahora