Carta 0.

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Adiós. Sí, así es como tiene que empezar una carta de despedida. ¿No? Sería una tontería empezar con un saludo cordial como si lo que fuese a venir después no fuese una verdad de esas que son como una ostia en las costillas, de las que te dejan jodido, tocado, preguntándote a ti mismo el por qué sin hallar respuesta. Y es que no todo es felicidad. Siempre ha habido momentos duros. La diferencia radica en lo que te importe y como te lo tomes.

Mi abuela solía decir que cuanto más alto subes la caída es más grande y, obviamente, duele más. Y... ¿Sabes qué? Contigo estaba en lo más alto, o al menos eso me parecía. Y cuando estás en lo más alto no piensas que puedas llegar a caer. Te parece que es imposible, y solo piensas en seguir subiendo. Pero algo falla. Sus ojos, tus ojos, dejan de mirarme igual. Su corazón ya no late como antes por ti. Sus sentimientos cambian. Su boca ya no te busca y lo notas. Pero no quieres verlo. No quieres ver que ya no te quiere, que ya no siente lo mismo, que todo se va a la mierda. No notas, o no quieres notar, que estás cayendo en picado y sin paracaídas, que el suelo está cada vez más cerca y no tienes un plan B. Y a pesar de que es evidente, de que el suelo está a dos palmos de tu cara, cierras los ojos y te obligas a no verlo. Pero es inútil. El suelo va a seguir estando ahí, vas a chocar, dejaste de subir hace tiempo y ya solo queda coger aire y prepararte para lo peor. Las alarmas comienzan a sonar, tratas de agarrarte a algún lado pero no consigues nada. Y justo entonces, a milímetros del suelo, decides abrir los ojos, mirar al suelo de frente y aceptar que todo está perdido. Y caes. Sientes como te rompes. Como cada trocito de ti estalla, como tus sentimientos colisionan unos contra otros, como te duele hasta lo más profundo de tu alma. Sientes, ves, sabes, que todo se derrumba a tu alrededor y te sientes el culpable de la caída, lo peor del mundo. Y mira que tratas de pensar que la culpa no es tuya, pero es inevitable. Así que tienes el sentimiento de culpa, doloroso, y humillante, que te mata y te quema. Y quieres huir, morirte, alejarte, marcharte. Solo piensas en eso. En como la has cagado, en como puedes morirte, en que pasará cuando ya no estés. Y duele durante un tiempo, aun así sabes que dejará de doler algún día, pero mientras tus sentimientos siguen en esa persona, sigue doliendote.

Devuélveme el mes de abril.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora