4.- Típica noche en la Tierra

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Alex
Brina regresó a la sala con aire meditabundo. ¿Acaso era tan obvio? Yo, que trataba de no mostrar mis sentimientos por Brina.
Aún recuerdo el día que llegó al edificio...
Me asomé por la ventaba al escuchar un poco de ajetreo en la calle: ahí estaba una chica con el cabello de colores (¡colores!), bajando algunas cosas de su auto. Sacaba principalmente maletas. Quería bajar a ayudarla, pero apenas la conocía, y aparte estaba viendo la televisión con mi madre.
—¿Alex? —preguntó desde la sala. Volví la vista atrás y la descubrí caminando trabajosamente.
—Ma, no te hubieras molestado —dije preocupado. Desde que operaron a mi madre de la cadera, ya no ha podido caminar de la forma en que lo hacía cuando estaba más joven.
—Esa chica es linda —reconoció mirando también por la ventana a Chica Colorida.
Sonreí de lado.
—Ciertamente. Bueno, volvamos a ver nuestro maratón de "Vaselina".
Mamá amaba esa película, aunque la viera varias veces en un día. Desde que papá murió, hace seis años, mi madre ha hecho lo posible por sobrellevar el dolor; después de todo llevaban 30 años de casados. Se amaban profundamente, hasta donde sé.
Regresamos a la sala.
Curiosamente, no pude sacarme de la cabeza a esa chica ese día, ni los muchos otros días que siguieron a ese, que luego se volvieron meses, y después en un año, hasta que tuve el valor suficiente para hablarle.

Ahora sentía la misma ansiedad que esos días: ¿le hablaba o no?
—Bueno, iré con Rodrigo por la cena —anunció Sarah...no, Sofía, rompiendo el incómodo silencio—, ¿quieren algo?
Brina la miró estrechando los ojos, diciéndole algo a su mejor amiga con la mirada, y era imposible para mí descifrar lo que quería decirle.
—No, gracias —respondí.
—Bueno —dijo Rodrigo levantándose del sofá—. Volvemos en un rato. No tengan sexo sin protección. Y besos sólo en la boca, por favor.
Brina inspiró profundamente. Yo me sonrojé profundamente.
Rodrigo y Sofía se fueron soltando risitas cómplices. Eran bonita pareja.
Brina y yo nos quedamos solos. Ella se balancea con los pies: del talón a la punta de los dedos; de la punta de los dedos al talón y de regreso. Mordía su labio superior con nerviosismo. Yo no dejaba de tragar saliva.
Nos quedamos en silencio lo que me parecieron horas. Hasta que ella dijo:
—¿En serio?
—¿En serio qué?
—¿Estás...enamorado...de mí? —tartamudeó retorciéndose las manos sobre el regazo y sentándose a mi lado a, por lo menos, un metro de distancia. Sí, su sofá era bastante amplio. Y los más probable es que sí, también estaba enamorado de ella, o por lo menos de lo que sabía de ella.
Tragué saliva y evité su mirada.
—Tal vez un poco —murmuré. Listo. Lo había dicho. Ahora no había vuelta atrás.

Brina
—Tal vez un poco —murmuró en contestación a la pregunta que tanto me costó pronunciar.
Bajé la mirada.
—Pero ni siquiera me conoces —susurré negando con la cabeza. .
Eran demasiadas emociones por un día. Quería echarme a llorar, hecha un ovillo en mi cama y no volver a levantar la mirada; quería quedarme hablando con Alex sobre todo hasta altas horas de la madrugada; quería un abrazo; quería saber por qué Alex me quería si no le había contado nada de mí.
Seguro que mis ojos mostaron muchísimas emociones, porque Alex estiró el brazo, murmuró un «ven», y me acurrucó contra él. Con la cabeza sobre su su pecho, solté un suspiro entrecortado y lágrimas saladas que mojaban su camiseta gris.
Todo me parecía improbable.
—Por ahora sólo amigos, ¿sí? —dije levantando la mirada, sonrojada.
Asintió. No parecía desilusionado, más bien parecía como si ya se lo estuviera esperando.
—Estoy asustada —confesé, mi voz amortiguada por la tela de su camiseta. No sabía exactamente de qué estaba asustada; simplemente estaba casi aterrada de algo ajeno a mí.

Alex
Ya me esperaba que dijera "sólo amigos", y me dio una grata sorpresa cuando dijo " por ahora". Además, ya había esperado un año para hablarle. Podía esperar un poco más para que me quisiera.
—Estoy asustada —dijo, interrumpiendo mis cavilaciones.
—Una chica fuerte, bonita y realista como tú, ¿asustada? —bromeé, haciendo que soltara una risita—. Eso no se ve todos los días.
—Bueno, es que me pregunto... —guardó silencio, de pronto tímida. Ésta Brina me sorprendía. A parte seguía abrazada a mí, lo que era un avanze.
—¿Qué?
—...¿por qué me quieres?
Fue mi turno de guardar silencio. Afuera, se escuchaban las bocinas de los autos y uno que otro grito entre mujeres. Era la típica Ciudad de México en una típica noche en la Tierra. Sin embargo, Brina me estaba abrazando voluntariamente por primera, y no última, vez.
—Supongo que porque me gustó tu forma de ser, aunque fuera fría. Y me gustó que fueras realista y sincera, sin importar que pudiera herir tus sentimientos. A eso hay que añadir que eres bellísima e inteligente. Oh, y tienes un "doctorado en sarcasmo" —sonreí poniendo los ojos en blanco.
Brina soltó una carcajada y se pegó más a mí.
—¿Cómo recuerdas que lo dije? —me miró divertida —. Yo apenas recuerdo mis frases sarcásticas.
—Tal vez sea porque usas una a cada segundo —dije sarcástico.
Brina comenzó a reír. Su risa vibraba en mi pecho, produciendo una sensación de satisfacción extraña.
—Miren eso —exclamó alguien desde la puerta. Me giré para descubrir a Sofía cargando una caja de pizza en una mano y abriendo con la otra.
Brina no se separó de mí. En cambio, se acercó más y sonrió.
—Cuéntamelo todo, Bri —dejó la pizza en el centro de la mesa, ayudó a Rodrigo a dejar el refresco y un poco de licor en la barra y se sentó en las piernas de Brina—. ¿Cuánto se besuqueron en éste sillón?
Brina volvió a sonreír, pero esta vez bastante sarcástica y bromista.
—Primero me tienes que contar cuánto empañaron los vidrios de tu auto.
Sofía abrió la boca en una perfecta "O" y se quedó muda.
—Ay, no puede ser —Brina empujó a Sofía, que cayó al suelo en un golpe seco, sonrojada—. Sí empañaron los vidrios.
Miré divertido entre Sofía y Rodrigo, que boqueaban como peces fuera del agua.

Brina
¡Mi mejor amiga había tenido sexo en un auto!
Recordaba perfectamente cuando me dijo que tuvo su primera vez-con Rodrigo, por cierto-. Me lo detalló todo, como se lo había pedido.
Ahora también necesitaba detalles, por lo que me aparté de Alex, tomé la mano de Sofía, que seguía en el suelo, tomé una botella de tequila de la barra y la obligué a sentarse en los bancos a que me contara toda la historia.
—¿En frente de ellos? —retorcía las manos en su regazo. Su cara era del color de un tomate.
—Rodrigo estuvo en el acto, Alex es ahora nuestro amigo y yo soy tu mejor amiga —expliqué mientras sacaba unos caballitos de las gavetas y servía alcohol en ellas—. Así que sí. Lo contarás ahora.
Hizo una mueca. Tomó su caballito de tequila y lo bebió hasta el fondo de un solo trago.
Grité de emoción.
—Esa es mi chica —dijo Rodrigo.
Alex se levantó del sillón y se sentó del otro lado de la barra, justo a mi lado.
—En serio vamos a escuchar esto, ¿cierto? —susurró.
—Por supuesto —respondí después de beber mi tequila de la misma manera —, y le será fácil, creeme. Se pone borracha después del segundo trago —señalé a una Sofía medio mareada, que sostenía su su caballito con una mano y el brazo de Rodrigo con la otra, con la cabeza.
—¿Quieres detalles como la otra vez? —preguntó ella mirando encantada a Rodrigo tomarse su caballito.
—Claro —aseguré. Me levanté para ir por mi teléfono. Debía grabarla diciendo esto para mostrarle a mis sobrinos.

La Chica Rara De Al LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora