7.- Tan angelical como un cacharro infernal

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Brina
12 años atrás
Me coloqué los auriculares poniendo los ojos en blanco.
Mis padres peleaban incluso después de haberse divorciado. ¿No podían dejarse ser y ya? ¿Acaso era tan difícil aceptar la opinión del otro sin chistar?
Odiaba que discutieran frente a mí. Y más si era sobre mí.
Estaba sentada delante de la mesa del comedor, haciendo tarea y tomando café para relajarme. No podía creer lo difícil que podía ponerse la escuela.
Pasó un rato hasta que dejaron de discutir. Mi madre se despidió de mí con un beso en la mejilla y un abrazo rápido, y se fue como alma que lleva el diablo.
No entendí qué pasaba en ese momento. Tuve que entenderlo más tarde, mirando en silencio el techo de mi habitación, esperando en vano que llegara alguien para abrazarme y decirme que todo pasaría: mis padres discutieron porque yo ya iba a entrar a la preparatoria y mi papá no estaba de acuerdo en que me fuera a estudiarla a otro estado. Era bastante patético. Es mi vida, y yo decido qué hacer con ella.
De pronto, mi padre entró a mi recámara.
-¿Papá? -pregunté levantándome sobre los codos. No había encendido la luz-. ¿Qué pasa?
Entonces él se acercó a mi cama, arrancó las sábanas y bajó mi pantalón de pijama y mis calzones. Estaba paralizada. Observaba en silencio y con los ojos como platos cómo se quitaba el cinturón, luego el pantalón y finalizaba con sus boxers. Entendía perfectamente qué pretendía, pero me era imposible reaccionar.
Separó mis piernas con sus rodillas al ponerse sobre mí. En lo único que pensaba era en «¿Qué diablos? ¡¿Por qué mi papá me haría algo como esto?!».
De repente ya no había más que un sentimiento extraño entre mis piernas, los sonidos guturales y gruñidos que emitía el hombre que alguna vez me dijo que me amaba y mis manos aferrándose al colchón.
Rezaba en silencio una plegaria. Quería que parara.
Nada sucedió: no llegó un ángel vengador a arrancar a mi padre de mi interior; no llegó un rayo iluminador a cegarlo para que yo pudiera escapar.
Fue en ese instante que dejé de creer en Dios. No servía de nada rezar si mi padre me violaba con rudeza-tal vez demasiada rudeza-a media noche.
Solté un casi imperceptible gemido. Una parte mínima, física e ilógica de mí sentía un, a mi parecer, asqueroso placer. Me sentía culpable porque esa parte lo disfrutara.
Tomé una decisión. No dejaría que volviera a pasar. Nunca más.

Presente
Suspiré mientras hacía zapping en la televisión. Alex no tenía la culpa de nada, de absolutamente nada.
Sonó el timbre. ¿Sería él? Esperaba que sí, porque quería disculparme.

Alex
Descansé la cabeza contra la pared de mi habitación, sentado en la cama. ¿Qué haría con mis sentimientos por Brina? Ya ni siquiera sabía si ella quería volver a verme. La manera en que se enojó cuando la cargué. No entendía qué pudo haberla molestado. Tenía que hablar con ella. Pero, ¿cómo? Estaban pasando demasiadas cosas en tan poco tiempo.
Sonó el timbre. No podía ser ella. Me levanté pesadamente de la cama y caminé a la puerta pasando una mano por mi desordenado cabello.
Abrí la puerta.
Un chico con casco azul y rojo, un traje de los mismos colores y una caja de pizza en la mano estaba parado en el umbral de mi puerta.
-¿Ordenó una pizza de peperonni con doble queso? -preguntó leyendo un papel en su mano.
-Sí -no podía ocultar mi felicidad por la pizza. Pagué lo debido y el repartidor se fue.
Cerré la puerta detrás de mí.
En mi fuero interno sabía que debía..., disculparme con Brina por hacerla enojar. Sin embargo, también sabía que yo no tenía la culpa de sus cambios constantes de humor.
Fruncí el ceño. Corrí a la cocina, dejé la pizza sobre la barra y tomé el papel que buscaba. Marqué el número, arreglé un par de cosas y esperé.
Pasaron unos minutos y el timbre volvió a sonar. Abrí la puerta de nuevo con una pequeña sonrisa formándose en mis labios.
Regresé adentro para después tomar una vez más la pizza dirigiéndome hacia la puerta.

Brina
Tomé el pomo de la puerta y tiré de un jalón. Alex me miraba con una sonrisa tímida; en una mano sostenía una caja de pizza y en la otra un ramo de flores.
Sonreí, le quité la pizza y le di un beso en la mejilla.
-Lo siento -susurré mientras Alex entraba a mi departamento.
-¿Lo sientes? -replicó realmente confundido.
-Me comporté como una tonta. Tu no tienes la culpa de nada. Yo... -se me rompió la voz. No podía contarle todo. Era muy peligroso y vergonzoso. Y la única persona que lo sabía estaba a siete metros bajo tierra.
-No te preocupes -besó mi coronilla-. Yo también lo siento.
Apreté los labios.
-Y... ,¿de qué es la pizza? -dije, cortando el tema cual papel.
-Peperonni con doble queso.
Se me hizo la boca agua. Apenas si pude contener las ganas de arrancar una rebanada de pizza de la caja aún cerrada.
-Mi favorita -exclamé saltando como niña pequeña.
-No lo sabía -repuso Alex levantando las cejas.
-Eso es porque no sabes mucho sobre mí.
Movió una mano despectivamente.
-Llegará un momento en el que te conoceré como la palma de mi mano.
Entrecerré los ojos en su dirección.
-No lo creo -murmuré demasiado bajo para que me oyera.
-Traje una película -dijo un muy orgulloso Alex.
-Genial -sonreí-. Traeré platos y vasos.
Me dirigía a la cocina en el momento que me tomó por el codo, me atrajo hacia el y me besó tiernamente, con los ojos cerrados; los míos estaban abiertos.
-Puedes confiar en mí. Lo sabes, ¿verdad? -dijo con su frente pegada a la mía. Iba a decir algo pero me interrumpió al separarse bruscamente-. Y no traigas platos, comeremos directamente desde la caja. Oh, y tomaremos desde la botella de refresco.
Solté una risita.
-Bueno.

Alex
-¿Qué quieres saber de mí ? -preguntó-. Pero no preguntes de mi pasado, por favor.
Sonreí.
-Claro. Entonces -agarré una rebanada de pizza y la mordí-. ¿Qué te gusta hacer cuando estás sola?
Brina masticó lentamente, sopesando la pregunta. Finalmente, tragó.
-Supongo que escribir y tomar fotografías.
Asentí.
-Siguiente pregunta. ¿Cuándo tuviste tu primer novio?
Su semblante de oscureció. Bajó la mirada y tomó refresco.
-No hagas preguntas de mi pasado -repuso.
Suspiré internamente.
-Bueno. Entonces... ¿Comida favorita?
-Pizza, obviamente -dijo emocionada. Era bastante claro, por supuesto: se había zampado tres rebanadas en un santiamén.
-¿Sabes?, me alegra que no seas de esas chicas que se preocupan por las calorías y la grasa y todas esas cosas a las que no le veo sentido -confesé entre risas.
Rió.
-Nunca podría ser una de esas chicas. Sacrificaría muchos de mis gustos para no engordar. Además yo no puedo engordar, como tal -sacó otro pedazo de pizza y lo mordió.
-¿No puedes engordar como tal?
-Bueno, soy muy delgada y para engordar necesitaría, no sé, mucha comida de un jalón y luego no hacer nada.
Mientras hablaba, gesticulaba con las manos y asentía con la cabeza como si escuchara música.
-Interesante -froté mi barbilla con gesto pensativo. Rió y me golpeó ligeramente el hombro.
-Sí, claro. Sigue preguntando.
Hice lo que me pidió. Aunque era muy difícil, porque no podía saber nada de su pasado. ¿Cómo se supone que la iba a conocer bien si no quería hablar de su pasado?
Se hizo de noche y acabamos tirados en su sala, con los pies sobre el sofá y la cabeza recargada en un cojín sobre el suelo.
-¿Por qué no quieres que sepa sobre tu pasado? -pregunté de repente.
-No es interesante -mintió enseguida. Sorbió un poco de jugo de manzana.
Alcé una ceja.
-Es muy interesante e importante -dije.
Suspiró, derrotada.
-No es un tema del que quiera hablar así como así.
-Lo entiendo -mentí. Claro que no lo entendía. O sea, quería que la entendiera pero no me daba armas para hacerlo.
-Y a lo largo de mi vida ha habido personas que han intentado sacarme de mi infierno pero sin el suficiente valor para perdonar a mis demonios -su cara mostraba muchísimo dolor y pena.
Tomé su mano.
-Yo lo haría.
Sonrió tristemente.
-Estoy segura. El problema es que no estoy lista para liberar todo tan rápido.
Asentí.
-Conocí a una chica que sólo quería sexo -solté para aligerar el ambiente. Brina volteó a verme divertida y confundida.
-¿Eso en qué viene al tema? -rió.
-Que tampoco quería que yo supiera nada de ella, lo cual no es mi costumbre.
-O sea que tienes sexo hasta la cuarta cita, ¿no?
Me hice para atrás fingiendo ofensa.
-¿Acaso crees que yo tendría sexo con una extraña? Me sorprende, Brina. Jamás creí eso de ti.
Estaba riéndose en carcajadas controladas.
-No, no es eso. Yo...
-No -volví a interrumpirla levantando una mano, con una sonrisa delatora en el rostro-. Hieres mis sentimientos.
Soltó otra carcajada y rodó hasta quedar encima de mí.
-Lo siento -no paraba de reír. Su cabello caía por un lado de su cara y me hacía cosquillas en el cuello.
-¿Lo juras por la garrita? -pregunté.
Arrugó la frente.
-¿Por la garrita?
-Oh, no me digas que no sabes qué es eso -dije con los ojos como platos.
Negó con la cabeza frunciendo los labios.
-No.
Me llevé teatralmente una mano a la boca.
-Increíble. Eso me hiere más.
Entonces rompió a carcajadas.
-Claro que sé qué es eso.
Suspiré.
-Casi me da un ataque cardíaco por tu culpa.
Sonrío y se recostó sobre mi pecho.
-Adoro oírte reír -confesé. Levantó la mirada.
-Mi risa no es bonita.
-No, tienes razón. Es angelical.
Sonrió.
-Tan angelical como un cacharro infernal.

\(~∆~)/
Voten ;) </3 \(T-T)/

La Chica Rara De Al LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora