Dolía. Muchísimo. Y a la vez sentía un vacío extraño que llenaba cada rincón y recoveco de mi mente. Nunca imaginé que mi madre pudiera morir siendo yo tan joven. Sin embargo, el destino jamás había sido muy justo conmigo.
A la mañana siguiente de que mi padre me avisara lo que había pasado, me quedé tumbada en la cama por lo menos una hora más después de haber despertado.
Luego, decidí que tenía que decirle a mi jefe y, aún más importante, a Sofía.
Así que tomé el teléfono, con la mano temblándome, y llamé.
—Brina —dijo Marco, mi jefe. Él era apenas unos años mayor que yo y había logrado subir de puesto muy rápido debido a su inteligencia y buen manejo de lenguajes—, ¿dónde estas?
—Yo...—comencé. Tenía que mantener la postura, aunque me costara demasiado—necesito el día libre.
—¿Qué pasa? ¿Te encuentras bien?
Apreté los labios para evitar llorar.
—La verdad es que no. Mi madre...
Y me quedé callada, cerrando los ojos y llorando silenciosamente. Ella siempre había estado ahí para mí, incluso en ese momento cuando casi lo perdí todo, hasta mis ganas de seguir.
—Oh, lo siento. De verdad —suspiró Marco—. ¿Hay algo en lo que pueda ayudar?
Negué con la cabeza antes de darme cuenta de que no me veía.
—No, no. Gracias.
—En serio lo siento, Bri.
Sólo pocas personas me llamaban "Bri", incluida mi madre. Me parecía masoquista pensar tanto en ella.
—Gracias —logré murmurar.
Colgué.
No creía poder seguir dando esta noticia tan desgarradora. Pero por una vez, la suerte me sonrió y Sofía llamó en ese preciso instante.
—Brina —exclamó contenta—. ¿Cómo estás?
—Nada bien, me atrevo a admitir —dije.
—No te muevas —dijo enseguida con preocupación marcada claramente en su voz—. Iré hacia allá en este momento. Llevaré helado, una maleta y más comida, te parece.
Me solté a llorar de nuevo.
—Te quiero.
—Yo más. Ya voy.
Y colgó. Daba gracias a ello porque no pude guardar mis lágrimas por más tiempo. Abracé la almohada mientras lloraba.Sofía llegó como una hora después. Ella tenía llaves de mi departamento porque era mi mejor amiga, y bueno, habíamos vivido juntas cuando estábamos en la universidad.
Me encontró sentada en el sofá, abrazada a mis rodillas y mirando al infinito con una "intensidad increíble", según describe ella.
—Oh, Bri —soltó las bolsas que llevaba en las manos y corrió hacia mí.
Me rodeo con sus brazos y besó mi frente. Yo lloré sobre su hombro por mucho tiempo.
Cuando me calmé, me pidió explicaciones. Le conté todo.
Ella es de las pocas personas en el planeta que cuando te pasa algo triste no te miran con lástima, sino que se ponen en tus zapatos y te dicen que todo estará bien. Y es de las pocas personas en las que confío cuando dicen eso.Comí con ella. Al cabo de unas horas, Rodrigo llamó para saber si todo estaba bien. Sofía le contó. Después, Rodrigo apareció en mi puerta. Me dijo que lo sentía. Había conocido a Rodrigo muchos años atrás, cuando Sofía me lo presentó como su "adorable" novio.
—Veamos una película —propuso Sofía. Hacía cualquier cosa por ayudar a que me distrajera. Se lo agradecería por siempre.
—Vale —acepté. Estaba vestida, por lo que quería salir, aunque sólo fuera al OXXO para comprar palomitas—. Iré por palomitas. Elijan la película que quieran —añadí tomando las llaves.
Seguro tenía la cara hinchada de tanto llorar, pero no me importó. Necesitaba aire. Urgentemente.
Salí del departamento. Era tarde y había un silencio inquitante y reconfortante.
Caminé al elevador con la barbilla en alto. Estaban por cerrar las puertas y una mano se puso en medio para evitarlo. Abrí los ojos como platos. Hice eso de niña y mi mano quedó destrozada al recibir un fuerte impacto por parte de las puertas al cerrarse.
Entonces entró Alex con aire triunfante. Aparté la mirada. El reparó en mi cara.
—Te ves deshecha, ¿estás bien?
—Creo que acabas de afirmar que no —ironicé.
Ladeó la cabeza en aceptación.
—¿Qué tienes, entonces?
—¿Por qué debería decirte? Eres casi un desconocido —alcé una ceja. Los números en la pantalla digital arriba de las puertas descendía lenta y sigilosamente.
—Casi —afirmó—. Pero puedes confiar en mí —posó una mano en su pecho y sonrió inocentemente.
Me reí. Se sentía bien reír en un día tan lúgubre y triste como aquel. «¿Qué importa mostrar un día mis sentimientos al mundo?» pensé.
—Mi madre tuvo un accidente ayer por la tarde y no...
Bajé la mirada, conteniendo las lágrimas por millonésima vez ese día.
—Oh. Lo siento —sonaba verdaderamente apenado y...¿era eso preocupación en su voz?
Volteé a verlo curiosa. Entrecerrando los ojos, medio sonreí.
—¿Es eso preocupación? —pregunté. Tenía que levantar la vista mucho para mirarlo a los ojos.
—Bueno —empezó encogiéndose de hombros —, me preocupas.
Fruncí el ceño. Antes de que pudiera responder, se abrieron las puertas y si no el timbre de llegada.
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La Chica Rara De Al Lado
Novela JuvenilPasado, presente y futuro. Tres cosas muy distintas y al mismo tiempo parecidas. Claro que preferimos pensar más en una que en las demás. Brina, por ejemplo, se enfoca mucho en el presente, intentando olvidar el pasado y esperando lo mejor del futur...