Capítulo 4

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23 de marzo, 2016. Corllin.

-Estúpidas llaves, estúpida puerta, estúpido edificio, estúpida vida -murmuraba, intentando abrir la puerta de su apartamento que se había quedado atascada por alguna razón que no le importaba mucho.

-¿Con quién hablas? -quiso saber una voz masculina tras ella.

-Con la puerta, ¿es que no ves? -contestó, girándose para encontrar a un muchacho rubio cuya mirada azul estaba fija en ella.

-Avísame si la puerta te responde -pidió, sacando de su bolsillo trasero las llaves y metiéndolas en la cerradura de su puerta. Le dio un giro y ésta se abrió, tal y como debería haber hecho la de Meena hace diez minutos.

-No es justo -se quejó, sacando la llave y cruzándose de brazos. Escuchó la risa suave del muchacho y lo fulminó con la mirada, o al menos intentó, porque con lo despistado que era no debió notar el enojo en sus ojos.

-Déjame que te ayude -dijo, caminando hacía ella y arrebatándole las llaves.

-¡Gabriel! -estuvo a punto de protestar, pero él se inclinó, introdujo las llaves, le dio un empujón a la puerta y se oyó el "clic" que avisaba que estaba abierta.

-Y eso es todo, sin insultar al apartamento, sin hablar con la puerta -sonrió y le regresó sus llaves. Meena no lo estaba escuchando, estaba demasiado concentrada intentando descifrar qué olor era aquel que tenía el muchacho, si era natural o alguna especie de colonia hipnotizante-. ¿Meena? -la llamó, alzando una de sus cejas.

-Es una verdadera lástima que alguien como tú sea gay -afirmó-. De otra forma, ya me hubiese abalanzado sobre ti.

-Yo...ah...-intentó buscar qué contestar pero no se le ocurrió nada y sus mejillas se tornaron de un rojizo intenso.

-Oh, tranquilo -le dijo, dándole suaves palmaditas en la mejilla-, tu novio es muy obvio. Pero los gemidos dejaron de escucharse después de dos noches -y le guiñó, antes de entrar al apartamento y cerrar la puerta tras de sí.

Una vez dentro de su apartamento, recorrió el lugar con su mirada.

La sala era amplia, de paredes naranja, con un gran ventanal y el suelo de cerámica cubierta por una alfombra negra; tenía un sofá-cama, una televisión gigantesca, amplificadores y un estante con muchos libros. Hacía la derecha, llegaba a su habitación con baño privado, y hacía la izquierda, a la cocina.

-Oh, querida Soledad -murmuró, caminando hacía el sofá. Escuchó un maullido y vio a la gata negra acercarse a ella, empezó a acurrucarse a sus pies y siguió maullando-. Hola, Soledad.

Su gata respondió al saludo con felicidad y se subió al sofá, como si tuviese algo urgente para avisar.

-¿Qué pasa? -quiso saber, acariciándole la cabeza.

-Sería muy divertido ver tu cara si ese animal llega a contestar a tu pregunta -oye el comentario de una voz conocida.

Cha... ¿Chase?

Ella miró en todas direcciones, deseando encontrar aquellos ojos peculiares con los que soñaba cada noche, pero encontró a otro muchacho, a otros ojos, a otra mirada.

-Hola, Meena -saludó, bastante serio.

-¿Quién eres? -preguntó ella, cogiendo su teléfono para llamar a cualquiera que pudiera ayudarla. En el peor de los casos, gritaría con todas sus fuerzas y esperaría a que Gabriel tuviese la sensatez de ir a ver qué ocurría.

-No llames a nadie. No quieres hacerlo -le dijo, extendiendo su mano hacía ella-. Dame tu teléfono y hablemos con tranquilidad. Soy Elías, la única persona que puede mantenerte en contacto con Chase.

-¿Chase? -ella sabía que ese era el nombre de él, aquel muchacho que tanto deseaba recordar.

-No importa ahora. Estás sintiendo algo, ¿o me equívoco? Es por él, porque sabes lo importante que es.

Meena lo detalló un momento.

Era un muchacho bajito y con algo de músculos notorios bajo la ropa negra, moreno, de rizado cabello castaño y ojos de un tono de verde muy llamativo.

-Puedes confiar en mí.

Puedes confiar en él.

Era su voz.

Chase, la palabra se repitió varias veces en su cabeza mientras asentía.

-Tengo mucho de que hablar contigo -explicó-. Para empezar, ésta no eres tú y ésta no es tu vida.

-¿Qué?

-Has pasado por varios mundos antes de llegar a este. Has sido la mejor estudiante de psicología y también te has graduado de sociología, has estado comprometida con Julián -al decir su nombre, su expresión se suavizó un poco y su tono de voz fue más bajo- y también le has roto el corazón. Has odiado a muerte a Kaila y la has adorado como a tu hermana. Cada mundo tiene algo diferente, algo que te afecta y te cambia, pero en todos ocurre lo mismo.

-Conozco a Julián -dijo, como si repitiese las palabras de alguien más-, Kaila arruina mi cumpleaños, entonces lo veo...y todo vuelve a empezar.

Elías asintió.

-Y eso no es todo -aseguró-. Chase te ha seguido a cada mundo, él está atado a ti, e incluso si no quiere, termina siendo llevado a donde tú estés. No hay manera de que puedas separarte de él.

-¿Por qué?

-Te lo dije: están atados. Es lo que debe pasar, encontrarse y perderse. Nunca pueden estar separados ni tampoco juntos.

-Pero...¿por qué no?

-Porque tú lo quisiste así.

-¿Qué? ¿de qué hablas?

Meena no podía creer que ella, con los deseos que tenía de ver a esa persona, hubiese querido eso en algún momento.

Elías se agachó frente a ella y Meena estuvo a punto de marcarle a Julián, cuando él le quitó el teléfono y lo dejó en el suelo, a su lado.

-Te lo mostraré. Presta mucha atención -pidió, dejando sus dedos índice y medio en las sienes de ella.

Siempre tú [CNO#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora