PROLOGO

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00; DEPRESIÓN

El padre de Evelyn Mason era muchas cosas.

Jasper Mason era un buen hombre, el mejor que ella haya conocido. Era un hombre de familia, volvía todas las noches a casa a la seis, saludaba a su esposa con un beso y luego iba a ver a su hija que estaba en la habitación escribiendo o dibujando. Ella en el año 1929, tenía diez años, era muy joven como para ver que con el pasar de los días su padre llegaba más tarde, que raramente mostraba afecto o que ya simplemente no le importaban los dibujos que ella le hacía.

Ella incluso pudo encontrar unos cuantos rotos en el suelo, todos esos habían sido solo dibujados para él.

Jasper Mason era un hombre tranquilo, si alguien tenía que decir algo sobre él, el escucharía y luego intentaría resolver el problema sin necesidad de un conflicto. Y normalmente, el conflicto nunca llegaba, el asunto sería resuelto y cada uno iría por su lado sin ningún tipo de problema hacía el otro.

Ella tenía once en 1930, estaba casi propensa a entender por qué su padre se gritaba con sus amigos de muchos años que de pronto preguntaban por un lugar para dormir.

Su madre se había vuelto la voz de la razón en la casa, ya que la voz de la razón anterior tenía un whisky en la mano y apenas podía hablar.

Su padre era un hombre feliz, alguna vez tal vez lo fue. El saludaría gente en la calle y la gente devolvería el saludo. Evelyn había tenido caminatas con su padre cuando él era feliz, las calles atestadas de gente trabajadora y el mundo se veía más lindo ante esto. Un día, que su padre estaba desmayado en su cama (el parecía no ir nunca más al trabajo), ella decidió tomar una caminata ella misma. Las calles ya no estaban llenas de hombres con trajes y mujeres caminando de manera relajada, en su lugar había hombres con harapos suplicando por comida y mujeres que se paraban en una esquina por unos dólares rápidos.

A los diecisiete, Evelyn Mason se dio cuenta que su padre no era el único sin trabajo, sino toda la ciudad, tal vez todo el país.

Su padre tenía que saber todo. Incluso después de haber sido despedido, el seguía teniendo un periódico en mano, el lo leería hasta cuando hubiera luz pues no tenía el dinero para pagar las cuentas. Era un pequeño milagro que su madre a penas pudiera mantener un trabajo en una de las oficinas en Brooklyn, pero la paga era horrible. A la familia Mason no le importaba, por lo menos tenían algo. Un día, el leía el sucio periódico, de repente él se levantó y se fue, dejando el periódico tirado en su camino. La puerta se cerró de golpe, dejando a las dos mujeres preguntándose que era lo que tanto le había molestado. Evelyn se levantó de su silla y levantó el periódico que tanto había alterado a su padre.

"Inglaterra y Francia declaran la guerra al líder Nazi Adolf Hitler. Tiempos oscuros para todos."

Y justo cuando el mundo se veía desolado y destrozado, esa noche cuando Evelyn quién tenía dieciocho años fue a dormir, fue abrazada por su padre un poco más fuerte que años anteriores.

Su padre nunca había dicho mentiras, el era transparente. Eso es lo que su madre decía con una sonrisa ganándose un brazo abrazándola por los hombros. Ahora ella se lamenta por haberlo dicho, ahora con una sombría y pálida cara desea sólo poder sentir ese brazo rodeándola sólo una última vez. Ella descansaba por las noches en su cama y a veces si Evelyn quería, podía oír pequeños gimoteos y plegarias susurradas. Cuando él se iba por negocios u otra cosa, no dejaba nada por decir. Las cartas eran detalladas y no dejaban nada que hiciera a alguien asumir que él estaba en otros asuntos. Esta vez había dejado a su familia sin saber nada, las dejó preguntándose si una carta iba a llegar a su puerta, para solo tener una pequeña chispa de esperanza para luego hacer una fogata en su honor.

Una tarde, mientras Evelyn y su madre compartían un silencio en la mesa, un golpe en la puerta sonó.

"Damas Mason." Era un hombre con uniforme de policía, Evelyn se volvió nula al lado de su madre. "Necesitamos que venga con nosotros, su hija también." Las dos mujeres Mason cooperaron ante sus pedidos y siguieron al joven oficial de policía hasta el auto que las dejó en la estación.

Ambas estaban asustadas sobre lo que padre pudo haber hecho. Ellas fueron guiadas hasta una habitación fría de metal, llena de mesas para hacer cirugías, en una de esas había un cuerpo cubierto por una sábana. Un hombre con uniforme de doctor entró a la habitación, una mirada solemne en su cara. El removió la sabana del cuerpo y dejó a la pequeña familia ver por si mismas lo que había bajo de ella. Su madre ahogó un grito, lágrimas de dolor cayeron al ver el cuerpo de su amado esposo, el hombre que la besaba y le decía que todo iba a estar bien. Estaba azul, estaba hinchado, y peor de todo, estaba mojado, completamente empapado. Durante ese tiempo (tiempo llamado por la gente como La Gran Depresión), mucha gente había ido al río para suicidarse, por no poder soportar dormir en un callejón, o poder ver como sus hijos no tenían que comer. Ella nunca pensó que su esposo haría eso.

Cuando América se estaba preparando para una guerra con Alemania y Japón, nada parecía importarle más que las memorias del gran hombre que su padre había sido.

Porque realmente, su padre era muchas cosas buenas. La depresión solo parecía brillar más que otras.

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Historia escrita por peggyscarter todo el crédito va para ella. Yo sólo traduzco.
:)

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