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Abriste los ojos, esperando fuese parte del sueño. Pero no, la persistente alarma mataba tus esperanzas.
Sin embargo, la determinación que tenias, te ayudó a levantarte.

-apaga esa maldita cosa- gruñó la dormida flor que te acompañaba del otro lado de la habitación, en la ventana.
Apagaste la alarma vagamente, cómo aprendiste de tu mejor amigo, y avanzaste hacia el baño. Dentro, abriste la llave del lavamanos, y te mojaste la cara. Luego, aprovechando la ida, te lavaste los dientes. Gruñiste incomoda al verte reflejada en el espejo. Tomaste un cepillo, y acomodaste tu pelo corto con el. Luego, con este mismo, cubriste un moretón en tu frente usando el cabello que no quería quedarse detrás de las orejas, y saliste a tu habitación.
Escuchaste a tu madre, Toriel, salir de su habitación, y corriste, acelerada, para terminar encerrándote antes de que ella viese tu deplorable aspecto.

-Mi niña- llamó Toriel. -apresúrate, debemos desayunar antes de salir-.

Escuchaste como se alejó bajando las escaleras, y reprodujiste un nervioso suspiro. Te dirigiste a tu closet, y sacaste el uniforme. Una blusa polo blanca, y una falda azul ultramar. Te pusiste las calcetas y los zapatos. Tomaste un suéter, y te lo pusiste con delicadeza. Hubieses preferido usar tu suéter azul, pero estaba prohibido llevar ropa que no fuese del colegio. Recogiste la mochila, y bajaste con tu madre.

-Oh, por cierto, ____, Sans llamó. Dice que vendrá por ti antes de que él y Papyrus vayan al colegio. Dice que ya casi viene. En ese caso, yo me adelantaré.- una vez te informó, te dio un delicado beso en la frente, donde no cubría el pelo afortunadamente.- adiós, mi niña.

Dicho esto, Toriel te dejo con la tostada en la boca y el vaso de leche en la mano.
6:34. La escuela no estaba lejos, y Sans vivía aún más cerca de la misma que tu, pero como eran buenos amigos, y podía tele transportarse, decidió acompañarte. Y si, eso hacía, todos los días, desde que salieron del subsuelo.

-Hola, ____.- Saludó el esqueleto apareciendo sorpresivamente a tu lado.

Escupiste lo que estabas bebiendo por el susto y te impulsaste hacia atrás, logrando hacer caer la silla contigo.

-Wow, tranquila, niña, cualquiera diría que has visto un monstruo- se burló.

Tu buscaste levantarte, y pronto lo lograste, apoyándote en la mesa.
-Lo siento. Mesa-bia tu poder, pero me tomaste con las defensas caidas- le seguiste el chiste.

-Silla sabías, bebiste haberlo pensado- continuó él, alargando su sonrisa.

-No seas una cabeza hueca y ya vámonos- reíste dándole un leve empujón.

-¿Eso no escuelarte en mi viaje?-.

-¡Eso ni siquiera tiene Sanstido!-.

-Bien, bien, se hace tarde. Papyrus debe estar esperándonos para que le caigamos encima-.

-Finalmente, pensé que no olvidaríamos este tropiezo-.

-____, No te tropezaste, caíste-.

-No me arruines el chiste, esqueleto-.

Ambos rieron.
Pero ya sabes. Entre risa y risa, la verdad se asoma.
Si, estabas enamorada de ese bobo, algo escalofriante, vago, torpe y divertido esqueleto.
Tu crush te tomó de la muñeca, y tan pronto como él llegó, ya estaban en la puerta de una casa moderadamente grande, parecida a la que tenían el par de hermanos en Underground. Ahí los esperaba el más alto de los esqueletos. Papyrus.

A pesar de todo, ellos aún eran apenas unos chicos como tú. Papyrus era de tu edad, pero iba en un salón diferente al tuyo. Sans era tres años mayor que tú, y estaba en tercero de preparatoria. Tú y su hermano estaban en tercero, pero de secundaria.

Depresión. -Sans X Lectora-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora