Ah, faltaba el epílogo, ¿no?

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Llega el punto de tu vida en que ves las quince alarmas que sonaron antes de que finalmente te despiertes, y piensas si realmente vale la pena dejarlas, o si deberías conseguir una alarma mejor.

No es tu culpa. El vago de tu pareja tampoco esta despierto aún, y no puedes evitar hacer una mueca entre fastidio, celos y diversión mientras lo ves roncando cómodamente a tu lado.

Decides no despertarlo, solo por esta vez, (la última vez que trataste echándole agua encima terminaste siendo tú quien tuvo que cambiarse de atuendo antes de ir al trabajo).

Sin siquiera mirar al celular apagas la alarma, y procedes a empujar la sabana de encima tuyo hacia él, enterrándolo en un mundo de calidez en el que preferirías estar tu.
De puntillas, agarras el cambio de ropa colgado en el respaldo de la silla del tocador, y sales de tu cuarto para prepararte en el baño.

Hoy no es un día importante en la embajada, así que no necesitas ir de traje, y con eso en mente, también evitas tener que ponerte mucho maquillaje y tener que hacer un super peinado. En solo unos minutos estas lista para tu día.

Es raro pensar que pudiste haberte perdido de esta oportunidad, ¿no?
Que ese día que veías desde el techo el mundo, todo pudo haber acabado para ti. Un segundo más rápido, el no haber contestado una llamada, el haber elegido otro método. Cualquiera de esas cosas hubiese sido tu fin.

Es bizarro pensar en ello, ahora que estas en un punto completamente distinto de tu vida.

Tampoco es como que las cosas dieron un giro de 180 grados después de ese día. El bullying no se detuvo, tus sentimientos tampoco. Lo único que cambió en ese momento fue el hecho de que te diste cuenta de que no estabas sola, y eso fue suficiente solo para impulsarte a cambiar tu vida.

Y tu vida cambió.
Tomó años, pero verdaderamente cambió.

Y claro, no todo es perfecto.
Aún hay días malos.

Aún hay días en los que te preguntas si vale la pena seguir. Aún hay días en los que el odio del mundo te llega, y no puedes evitar que tu determinación se convierta en duda, en miedo, en pena. Días en los que el medicamento no es suficiente para mantenerte estable.

Crecer es difícil.

Ser un niño es complicado porque nadie nunca cree que tienes problemas.

Ser un adolescente es complicado porque no sabes quién eres ni lo que quieres hacer, y nadie te escucha nunca.

Ser un adulto es complicado porque todos creen que debes limitarte a hacer tu parte en el mundo sin quejarte del terrible estado en el que te tienen trabajando día con día.

Y es aún más complicado darte cuenta de todo lo que tuviste que dejar atrás para llegar a donde estas el día de hoy.

Nadie está listo para la vida.

Nadie está listo para ver los mensajes en el celular del viejo grupo de amigos de tu infancia alistándose para salir el domingo.

Nadie está listo para pasar al lado de la foto de su difunta madre y padre cada vez que van a la sala.

Nadie está listo para ver a sus hermanos estudiando para el examen de admisión de una gran universidad.

Y nadie está listo para entrar a la cocina siguiendo el delicioso aroma de hot cakes para encontrarse con el vago que se supone estaba dormido minutos atrás.

"Hey, todo bien, chica?" Te pregunta Sans, el delantal rosa adornando su figura de una forma adorable.

"Todo bien," asientes en respuesta, dirigiéndote al gabinete con los vasos, dejándolos en la mesa y luego sacando el juego del refrigerador. "¿Cómo dormiste?"

"Como un bebé," Rio tu pareja. "Definitivamente mejor que la flor. ¿Deberíamos dejarlo estudiar tanto? Me preocupa que se queme los pétalos del esfuerzo... o del enojo."

Bufaste ante el comentario. "Estará bien, probablemente se despertó con la primera alarma y por eso está de mal humor."

"¡Nada te cuesta despertar a tiempo!" Exclamó tu hermano con exasperación desde la sala.

En lugar de contestar, ambos rieron en silencio.
Sans acomodó tus panqueques frente a ti, y luego se sirvió a sí mismo, ni siquiera molestándose en retirar el mandil de donde estaba.

"Ah," Dijiste antes de terminar de masticar la primera mordida, tragando y luego continuando con lo que tenías que decir. "Alphys pregunta si iremos mañana al centro comercial con los demás."

Sans musitó, como considerándolo, incluso si ya sabías la respuesta que te daría. "¿Pues que dices?"

"Le diré que estaremos ahí a la hora exacta... si es que te puedes levantar a tiempo."

"¡Hey!, no es mi culpa que..." Tomaste un profundo respiro mientras Sans desabrochaba su reloj sin si quiera voltear a ver la correa-no era la primera vez que hacía esta broma, y no sería la última, así que solo te dedicaste a ver con pena como la pieza de relojería volaba hacia algún colchón acomodado sospechosamente en un punto perfecto para detenerlo, "¿el tiempo vuele fuera de mis manos!"

Lo miraste mal, pero eso no hizo más que inspirarlo a extender su sonrisa, lo cual en respuesta te hizo reír.

Y ambos se soltaron pronto en carcajadas, ignorando el ruidoso resoplete de Flowey en la habitación continua.


Si, la vida es complicada.

Y si, los días difíciles jamás se acabarán.

Pero los malos ratos pasan, y las nuevas oportunidades siempre llegan.
¿Y no vale acaso la pena seguir viviendo por momentos así? Simples, pero cálidos. 

Momentos que para siempre marcarán tu existencia.

Y quizá algún día, finalmente superes esa nube negra que te sigue a todos lados. Quizá encuentres que la felicidad no es siempre sonreír y luz y sol.

Quizá encuentres que la felicidad eres tú, y aquellos que te acompañan en tu gran aventura.



Bueno...

Por ahora y mientras tanto, dejarás de sobre pensar toda tu existencia por cinco minutos y disfrutarás esto, solo un ratito más, antes de tener que seguir con la vida.

Depresión. -Sans X Lectora-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora