La cicatriz

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Empezaron a sonar las campanas del pueblo, esas que no habían sonado desde que Ingrid se hizo la reina de Arendelle. Ésta, extrañada de que sonaran, salió a la terraza para ver que ocurría, pero lo que vio le hizo entrar en estado de alerta, por lo que entró de nuevo a la habitación y comenzó a buscar a Miriam por todo el castillo, pensando que los ciudadanos la habían secuestrado o apartado de sus brazos. Pero caminando por los pasillos, vio que la sala congelada estaba abierta de par en par, con Miriam y Rumpelstiltski dentro.
"¡Miriam!" Ambos se giraron, la chica con lágrimas en los ojos y Rumpelstiltski sonriendo de lado.
"¿Cómo.. Fuiste capaz de congelarlos?" Dijo Miriam, con un tono decepcionado. Ingrid miró su muñeca, viendo que el lazo amarillo había desaparecido.
"Así es, querida, has estado bajo el engaño de ella, pero no te preocupes, yo te sacaré de aquí." Rumpelstiltski colocó una mano en su hombro, y en esos momentos Ingrid iba a atacarle , pero nada salió de sus manos, lo que hizo que no entendiera nada. "Desde que perdiste tus poderes, ya nadie te tiene miedo, es por eso que hay una rebelión fuera del castillo." Ingrid cayó de rodillas al suelo, notando como todo era superior a ella. Miriam soltó un suspiro.
"Nunca debí enamorarme de ella." De repente, todos los habitantes del pueblo, junto con los antiguos reyes descongelados, entraron a la habitación, con sed de venganza. Ingrid sabía que de esa no iba a librarse, así que se limitó a agachar la cabeza, y cuando iban a atacarla con una lanza, ahí fue cuando despertó.

Ingrid despertó sobresaltada, notando como el corazón se le iba a salir del pecho. Le costó varios minutos volver a respirar con normalidad, pero el encontrarse a su amada en su regazo, todo hizo que dejara de importar. Respiró profundamente y juntó ambas frentes, quería sentirse unida por completo con ella. Llevó una mano a sus caderas, comenzando a acariciarlas con delicadeza, haciendo que la otra sonriera con ternura. Después, la observó detenidamente, viendo que todavía llevaba el lazo. Soltó un suspiro de alivio y al ver que ya era de día, comenzó a moverla, intentando que se despertara. La chica, tras varios movimientos suaves, abrió lentamente los ojos, encontrándose la cara de la reina a escasos milímetros de la suya. Se frotó los ojos varías veces antes de decir nada.
"Buenos días, majestad. ¿Por qué me has despertado?"
"Buenos días. Ya es de día y quiero aprovechar el día para estar contigo." Depositó un beso en la mejilla, rozando los labios de la contraria. "Hoy tomaremos un baño juntas, así que voy a preparar la bañera y tú prepara para ambas la ropa. Y no, no puedes escabullirte de mí." Miriam soltó un suspiro, viendo como la reina salía de la habitación, sonriendo de lado.
Cuando Ingrid salió de la habitación y fue a preparar el agua del baño, se quitó lentamente el camisón, ya que imaginarse la escena del baño le hacía tener el corazón latiendo con fuerza. Cuando el agua estuvo en su punto, se metió dentro, cerrando los ojos del placer que tenía en esos momentos. Miriam entró, con la cara completamente roja. Dejó la ropa de ambas en la encimera y miró de reojo a la reina.
"¿Puedes al menos cerrar los ojos?" Pero Ingrid negó con la cabeza. Miriam se desnudó lo más rápido posible y se metió en la bañera, tapándose lo más importante del cuerpo con jabón, para que no se viera nada. La reina soltó varias carcajadas al ver lo tímida que era.
"¿Acaso nunca has estado desnuda delante de alguien?" Al ver que se puso más roja todavía, significaba que nunca lo había hecho, por lo que le resultaba vergonzoso. "Yo lo he hecho con muchas mujeres, así que no voy a ver nada que no lo haya hecho ya."
"Eso no me ayuda nada." Apartó la mirada de ella, notando como sonría de lado la otra.
"¿Has estado con alguien alguna vez, querida?" A lo que Miriam negó con la cabeza. Ingrid se puso justo delante de ella, acariciando luego la mejilla de la contraria.
"Al tiempo comprenderás el por qué estás aquí, y nos querremos de corazón, no habrá miedo entre nosotras." La reina la rodeó por la cintura, apoyando la cabeza en el hombro, disfrutando del momento. Miriam soltó un suspiro y correspondió al abrazo, pero notó una herida en la espalda de la rubia.
"¿Por qué tienes esto en la espalda?" Ingrid gruñó por lo bajo, el mero hecho de recordar cómo se hizo la cicatriz hace que recuerde todo el dolor. Se miraron fijamente durante varios segundos, hasta que empezó a hablar.
"Digamos que antes de ser reina, tenía un trabajo muy duro, y en un día mi... Supuesto jefe, bebió vino y lo pagó conmigo. Pero ya ha recibido su merecido castigo, por lo que no tienes que preocuparte de nada."
"Nadie se merece ser tratado de tal manera, lo siento mucho..." Miriam sintió algo de pena por la reina, viendo que había tenido un pasado, aparentemente, muy duro. Ambas salieron de la ducha y se vistieron, bajando luego a desayunar. Al acabar, se asomaron por la ventana, viendo que había una gran tormenta en el exterior. Miriam, al oír varios rayos, dio varios pasos para atrás, porque le recordaba la noche en la que el barco se partió por la mitad. Ingrid, al ver su cara de pánico, comenzó a masajearle los hombros, notando una gran tensión en ellos.
"Debes de relajarte, no voy a hacerte nada." Mientras que le daba el masaje, besaba con ternura de cuello, haciendo que se estremeciera la otra de placer. "Envié varios de mis hombres en la búsqueda de tus amigos, en cuanto sepan algo me informarán de inmediato." Miriam la miró fijamente a los ojos, al borde de las lágrimas.
"¿De verdad? ¿No es una broma?" Ingrid negó varias veces con la cabeza, sonriente.
"No dejaré que vuelvas con ellos, pero sí darte la tranquilidad de saber que están vivos." Miriam la abrazó con mucha fuerza, ocultando su rostro en el cuello.
"¿Cómo te lo puedo agradecer, majestad?" La reina se relamió los labios al oír su pregunta, por lo que comenzó a acariciar el cuerpo de la otra con la punta de las uñas.
"A la noche quiero que tengamos una cena romántica." Miriam asintió con la cabeza, aunque no muy conforme con la idea. "Perfecto. Te proporcionaré un vestido para la ocasión."

Llegada las 8 de la tarde, ambas comenzaron a prepararse. La Reina se puso un vestido negro, bastante escotado, junto a unos tacones. Miriam se puso un vestido rojo algo escotado junto a unas sandalias, ya que los tacones no los soporta. Cuando ambas estuvieron preparadas, se cogieron de la mano y fueron al salón, donde se encontraron con la cena preparada, varias velas para crear un mejor ambiente, varias botellas de vino y pétalos de rosas. La reina besó la mejilla de la otra, para que se tranquilizara. Se sentaron y antes de decir nada, cogieron las copas, iniciando así el brindis de la noche.
"Por una eternidad juntas, querida." Brindaron y bebieron cada una de su copa. Comenzaron a cenar, lanzándose alguna que otra mirada. "Ese vestido te favorece mucho, querida."
"Gracias, Ingrid. A ti.. Te queda de maravilla." La reina sonrió de lado al ver que volvió a ponerse nerviosa la otra. En esos momentos apareció Rumpelstiltski, justo detrás de Miriam.
"¿Disfrutando de la velada, queridas?" Ingrid gruñó por lo bajo, mirándole con odio por haberlas interrumpido.
"¿No ves que estamos ocupadas?" El Dark One soltó una de sus famosas carcajadas, comenzando a pasear por la sala.
"No ha cambiado mucho desde la ultima vez que vine."
"Hay cosas más importantes que eso."
"Ah sí, la chica." Volvió a reírse. "No te creas que se quedará para siempre contigo." Miriam ladeó la cabeza, sin entender el porqué de esa conversación.
"Piérdete, está a salvo de tus garras."
"Eso ya se verá a su momento." Desapareció del castillo, tras dedicar una mirada a Miriam. Tras haber respirado profundamente ambas, la chica dio el paso.
"¿Qué relación tienes con Rumpelstiltski? Parece que te la tiene jurada."
"Tuvimos un trato hace un tiempo, pero no salió como él quiso, pero no debes preocuparte, no va a pasarte nada."
Acabaron de cenar, habiendo bebido unas copas más de lo necesario. Llegaron a la habitación e Ingrid arrinconó a su querida en la cama, comenzando a acariciar su cuerpo. Miriam, al estar bajo el efecto del alcohol, no tenía tantas fuerzas para librarse de ella. La reina comenzó a morder su cuello, dejando varias marcas en él.
"Da gracias a que quiero hacerlo contigo por primera vez cuando estemos en... Mejores condiciones." Bajó un poco su vestido y fue dejándole más marcas, para recordar que le pertenecía. Miriam, mientras que recibía los mordiscos, metió sus manos en el vestido de la reina, acariciando así su espalda. Ingrid respiró profundamente, intentando calmarse, pero sabiendo que la cosa iría a peor, hizo que la chica cayera dormida. "Hay que reservarse para la próxima." La metió dentro de la cama, y acto seguido ella también lo hizo, quedando al poco dormida.

The SnowQueen and her loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora