La quiero a ella

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La reina tumbó con cuidado y delicadeza a su amada, haciendo que apoye la cabeza en la almohada. Se levantó de la cama y encendió la luz, encontrándose a Rumpelstiltski en el marco de la ventana, sonriendo ladinamente.
"¿Qué es lo que quieres ahora?"
"¿Un amigo no puede venir a hacerte visitas?"
"Sabes perfectamente que no somos amigos."
"He venido a advertirte, hay ciertos rumores de una rebelión contra ti, yo de ti iría con mucho cuidado por el poblado." Ingrid alzó una ceja.
"¿Y por qué me avisas?"
"Para que así recapacites y me des lo que quiero. Tienes de plazo hasta mañana a la noche, si para entonces no me lo das tus ciudadanos atacarán el castillo." El Dark One desapareció de allí, dejando a la reina bastante furiosa. Ella era una persona de palabra, no podía entregarle lo que quería, o de lo contrario ¿quién puede asegurarla que Miriam continue a su lado? Debe de haber alguna manera de evitar que ataquen el castillo. Se sentó en la cama y comenzó a acariciar la mejilla de su amada.
"No permitiré que te pase nada, cariño." Besó su cuello varías veces. Mientras que la observaba como dormía, iba pensando en diferentes maneras de defender el castillo, si Rumpelstiltski iba a ayudarles, no podía hacer nada. La única manera de que estuvieran protegidas era yendo a visitar aquel mago que le ayudó antaño. Se recostó en la cama y abrazó a su amada, quedando al poco dormida.

A la mañana siguiente, con los primeros rayos de sol, Ingrid se despertó, y sabiendo que la mañana sería larga, comenzó a mover a Miriam, con la intención de despertarla. Ésta gruñó por lo bajo, soltando después un bostezo.
"¿Qué pasa? Es demasiado pronto."
"Es largo de contar, pero debemos partir. En el carruaje te voy contando." Se dieron el beso de buenos días y se levantaron de la cama. Cada una se puso su vestido y fueron a su carruaje. Cuando salieron del pueblo Miriam miró a su reina, observando que tenía cara de preocupación.
"¿Y bien? ¿Qué es lo que pasa?" Ingrid se sentó a su lado y comenzó a acariciar sus manos, mientras que la miraba fijamente a los ojos.
"Sabrás que Rumpelstiltski y yo no tenemos muy buena relación. Pues bien, si no le entrego un objeto que el aprecia hará que todos se revelen contra mí. El Dark One estará en la revolución, entonces no tengo nada que hacer. Es por eso que hemos partido, en busca de un mago más poderoso que él."
"Ya veo... Espero que pueda ayudarnos, no quiero que quedes herida bajo ningún concepto." Ingrid la besó en los labios, con todo el cariño posible. Miriam correspondió, pero al notar la lengua de la otra, se sonrojó a más no poder. La reina rompió el beso, e hizo que la mirara a los ojos.
"Querida, ¿crees que estaremos juntas para siempre?"
"Sí, porque no quiero separarme de ti." Ingrid le dio un beso en el cuello.
"Eres un encanto." Llegaron a su destino, la casa del aprendiz. Bajaron del carruaje y entraron dentro, donde el mago les estaba esperando. Éste miró a ambas fijamente a los ojos.
"Si queréis evitar que haya una revolución, decid las palabras de este papel." El mago les otorgó un trozo de papel, con varias palabras en él.
"Muchísimas gracias señor." Miriam hizo una reverencia, a modo de agradecimiento. Éste sonrió levemente y se esfumó del lugar. Ambas volvieron a entrar en el carruaje y tomaron el camino a casa. "Que señor tan majo. ¿Cómo lo conociste?" Ingrid señaló su lazo amarillo.
"Él fue el que me dio los lazos amarillos."
"Nunca me llegaste a contar para qué sirven." Ingrid atrajo a su amada, haciendo que se quedase en su regazo.
"Muy bien, creo que llegó el momento de que sepas el porqué lo tienes. Rumpelstiltski me amenazó diciéndome que cuando mi alma gemela y yo estuviéramos enamoradas por completo, vendría y te secuestraría. Así que fue al hechicero y me dio estos lazos. Cuando te encontré te lo puse y lo hechice para que no te lo pudieras quitar por un tiempo."
"¿Y qué pasaría si me lo quito?"
"Rumpelstiltski vendría a por ti y te alejaría de mí." Miriam cogió las manos de su reina y comenzó a acariciarlas, con mucha ternura.
"En ese caso no me lo quitaré, no debes de preocuparte."
"Gracias, cariño."
Cuando llegaron sanas y salvas al castillo, Ingrid fue al balcón y formuló las palabras del papel, y pudo notar que los ciudadanos adoptaron su conducta habitual.
"Vaya vaya, queridas, veo que habéis optado por esa opción." Se trataba de Rumpelstiltski. Caminó hacia ellas, sonriendo ladinamente. Miriam tragó algo de saliva y cogió con fuerza la mano de su reina.
"No te lo voy a entregar, cueste lo que cueste."
"No te preocupes querida, ya no lo quiero. Ahora quiero algo mejor." Señaló a Miriam, sonriendo ladinamente. La chica ladeó la cabeza, ¿por qué él quería tenerla?
"Sabes que mientras tenga el lazo no puedes tocarla."
"Es cuestión de tiempo, a no ser que ella quiera venirse conmigo y alejarse de ti."
"Jamás me iré contigo, Rumpelstiltski."
"Eso ya se verá. Nos veremos pronto, queridas." Y desapareció de sus vistas. Ingrid abrazó a la chica con fuerza, conteniéndose las ganas de llorar. Miriam correspondió al abrazo, dando varios besos a las mejillas de su reina.
"No debes preocuparte, jamás me iré con él. ¿Recuerdas por qué? Porque te dije que no quiero separarme de ti." La reina la cogió en brazos y la llevó al cuarto de baño. Puso agua tibia y ambas se desnudaron, metiéndose después. Miriam se puso en el regazo de su Majestad, sintiéndose así protegida.
"Querida, me haces tan feliz..."
"Lo mismo te puedo decir, majestad." Volvieron a mirarse fijamente, mientras que se acariciaban las manos.
"No cambiaría esto por nada en el mundo, Ingrid."

The SnowQueen and her loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora