Un hueco en el corazón helado de la reina

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Miriam se despertó, encontrándose entre los brazos de la reina. Soltó un pequeño bostezo, y con mucho cuidado de no despertar a la otra, deshizo el abrazo y se levantó de la cama, mirando por la ventana. Cerró los ojos, los rayos de sol le relajaban junto con el sonido de los pájaros, por lo que decidió permanecer así durante un rato.
Ingrid se despertó, y al no notar a su querida al lado, abrió los ojos, encontrándola en la ventana. Se levantó y pasó los brazos por la cintura de la otra, acercándose luego a su oído.
"Buenos días, querida."
"Buenos días, Ingrid." La reina comenzó a acariciar la cadera de la contraria, de forma cariñosa. "Si me das un beso te dejo pasar el día fuera del castillo, pero debes de regresar antes de que anochezca." Miriam se giró, mirando fijamente a los ojos de su reina.
"¿Debe ser en los labios?"
"Por supuesto." Miriam soltó un suspiro. Colocó una mano en la mejilla de la rubia y poco a poco fue acercándose a ella, pero a escasos milímetros de que fueran a besarse, un soldado llamó a la puerta. Ingrid gruñó por lo bajo y abrió la puerta. Se encontró al guardia junto a una persona que no había visto nunca.
"Mis disculpas, Reina Ingrid, pero esta persona asegura ser un conocido de vuestra amada Miriam." Miriam miró a la puerta y al encontrarse con Neal corrió a sus brazos, dándose un cálido abrazo.
"Nos has tenido muy preocupados a todos." Dijo Neal mientras que acariciaba la cabeza de su amiga con mucha delicadeza. Miriam le miró a los ojos, estando casi a punto de llorar.
"Lo mismo puedo decir. ¿Estáis todos bien?"
"Sí. Los guardias de aquí corrieron la voz de que nos buscabas, así que por eso estoy aquí." La reina tosió de forma que reclamara la atención de los dos.
"Si gustáis podéis iros al pueblo para dar un paseo y poneros al día, pero te recuerdo querida que no puedes abandonar el poblado."
"Muchas gracias, majestad." Ambos amigos hicieron una reverencia y salieron del castillo, dando un pequeño paseo por el poblado.
"He oído que no puedes abandonar el poblado, ¿puedo saber el por qué?"
"Ojalá supiera la respuesta. La reina me salvó y dice que debemos estar unidas para siempre, que somos almas gemelas, pero yo.. Yo quiero volver a mi casa y estar con todos vosotros..."
"Ella no es nadie para impedírtelo, no puede tenerte contra tu voluntad."
"Es una reina, y ya sabes cómo son." Entraron en el bar del muelle, sentándose en una mesa. Ruby al ver a la chica decidió acercarse a saludar.
"Muy buenas, Miriam." Dijo sonriendo de oreja a oreja.
"¡Hola Ruby! Te presento a mi amigo Neal."
"Es un placer."
"Lo mismo digo." Ambos se dieron la mano, a modo de saludo.
"¿Cómo está Henry?"
"¡Genial! Te echa de menos."
"Que encanto. Espero que no se me haga tarde y pueda verlo después."
"Eso estaría genial. ¿Qué queréis tomar?"
"Dos cervezas, por favor." Dijo Neal.
"Enseguida las traigo." Ruby se fue y al poco les trajo las cervezas. Ambos amigos brindaron y le dieron un trago. Neal miró la muñeca de su amiga, concretamente, el lazo.
"¿Qué significa el lazo?"
"No lo sé realmente, pero no me deja quitarlo por alguna especie de hechizo que le puso."
"Entonces si no te deja salir de aquí a las buenas... Será a las malas. Tú dame tiempo, que te sacaré de aquí."
Ingrid estuvo observándolos todo el tiempo gracias a un hechizo, y al ver las intenciones de ese tal Neal, decidió aparecer en el bar.
"Oh querido, me temo que no es posible. No puedes hacer nada por llevártela contigo, ella debe estar aquí, os guste o no." Neal gruñó por lo bajo, lanzándole una mirada de odio.
"No eres nadie para evitarlo, no puedes privarle la libertad a alguien."
"Claro que puedo, y si no quieres vértelas conmigo, te recomiendo que te vayas." Dijo mientras que de su mano comenzaba a emerger polvo de nieve. Neal al ver que tenía poderes mágicos, sus posibilidades de rescatar a su amiga en esos momentos desaparecieron por completo, por lo que soltó un suspiro.
"Esto no quedará así." Pagó las cervezas y antes de irse, le dio un cálido abrazo a Miriam, susurrándole en el oído. "No te preocupes, reuniré a la pandilla y te sacaremos de aquí, tenlo por seguro." Y al acabar de decirlo se fue al muelle, en busca del barco en el que se vino. La reina se relamió los labios y cogió la mano de su amada, teletransportándose las dos dentro del castillo.
"Ingrid, yo... Quiero darte las gracias por haberme dado la oportunidad de haber estado con él un rato, significa mucho para mí." Ingrid la miró fijamente a los ojos mientras que acariciaba con ternura su mano.
"Si quiero ganarme tu corazón, he de ser un poco.. Flexible. Pero no te acostumbres a ello, querida." Miriam respiró profundamente y le dio un beso a la reina, muy cerca de los labios.
"Gracias de nuevo." La reina sonrió ante el beso y cogió a su amada en brazos, llevándola a la habitación. La tumbó con delicadeza y comenzó a acariciar su mejilla, viendo como poco a poco iban sonrojándose.
"Me encanta lo inocente que eres." Miriam se sonrojó más aún y escondió la cara en el cuello de la otra, acurrucándose entre sus brazos. Ingrid disfrutaba de estos momentos con ella, de poder demostrarle que su corazón helado tenía lugar para ella, solo para ella.

The SnowQueen and her loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora