Capítulo 3

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Mary miró con anhelo el paisaje nevado que se podía ver por el cristal de la ventana, que había en la cocina.

─¡¿Qué haces?!─exclamó Douglas entrando en la habitación y cerrando la ventana de un tirón.─¡Si hubiese sabido que eras tan perezosa te habría matado, vuelve al trabajo antes de que me arrepienta!.─completó la amenaza con una bofetada.

Mary se limpió la sangre de la comisura y se arrodilló en el suelo para fregar el suelo con un paño, mientras el hombre iba a la mesa de la cocina, no sin antes propinarle una patada a la chica. Se sentó y un cogió una par de cervezas y empezó a beber como si estuviera sediento. Mary le miró con asco. Hacía casi dos semanas que estaba en casa de ese cerdo, que la obligaba a trabajar como si fuera una esclava, y soportaba sus palizas como podía, ya que le pegaba estando borracho o no estándolo. Muchas veces había deseado morir cuando él le disparó, pero era tan cobarde que no se atrevía a desafiarle por si la intentaba matar.

Vivía con la esperanza de poder escapar, y entonces iría a la policía y lo enviarían a la carcel por muchos años, pero si él salía se vengaría, eso se lo había dejado muy claro desde el principio.

Mary suspiró y siguió limpiando. No sabía con exactitud dónde estaba, por que cuando la trajo aquí estaba inconsciente, pero no creía que estuviera muy lejos de Londres, o tal vez sí, no lo sabía por que desde la ventana nunca había podido ver a nadie, así que tal vez estaba a las afueras de algún pueblo.

Pero lo peor no era eso, era demasiado difícil escapar, por que ese cerdo vivía aquí con su esposa y su hijo. La única vez que había visto a su esposa, había sido el día de su llegada, ya que ella había curado su herida, pero después de eso, Douglas la había encerrado en una habitación y Mary le llevaba todos los días comida y se lo pasaba por una abertura que había debajo de la puerta.

Esa mujer estaba destrozada era pelirroja, pero su pelo había perdido brillo lo tenía revuelto y sin peinar, estaba muy pálida tal vez por llevar mucho tiempo sin salir de casa y que le diera el sol en la piel, sus ojos eran de un bonito azul cielo, pero siempre estaban tristes y hundidos, acompañados de unas profundas ojeras. Estaba bastante delgada y algunos huesos se le veían a través de la piel, la ropa que llevaba estaba muy vieja y sucia llena de manchas y le quedaba bastante pequeña. A parte de eso, también era como estaba su aspecto, la piel llena de moratones y rasguños ni siquiera sabía como se llamaba había oído algo así como Helen, Elena sólo sabía que la vida de esa mujer era un infierno y ella tenía que evitarlo. Su hijo Lucas, era idéntico a su padre. Tenía 19 años y era incluso más cabrón que él. Cabellos rubio rojizo, alto y fuerte como Douglas.

─Ya he terminado.─dijo Mary suavemente, temiendo que la pegara cuando dejó a un lado sus pensamientos. Se levantó y le miró con desprecio, al ver que volvía a estar borracho. Douglas murmuró unas palabras incomprensibles y se durmió encima de la mesa con unos ronquidos que se oían por toda la casa este era el momento, Douglas estaba dormido y Lucas no debía de estar en casa ya que ayer por la noche se había ido y no le había oído volver.

Se acercó a Douglas silenciosa y rápidamente y empezó a rebuscar en sus bolsillos la llave frenéticamente mirándole por si despertaba cuando la encontró un alivio la invadió. Prácticamente corrió hacia la puerta de salida y empezó abrir todos los cerrojos que había, probando todas las llaves que había, cuando terminó se fijó en que había una llave, con la que no había probado. Miró el piso de arribo con tristeza en la habitación donde tenía que estar encerrada la mujer y se decidió subió rápidamente por las escaleras y fue corriendo  a la habitación donde la habían encerrado, abrió la puerta y se quedó sin aire.

El cabello pelirrojo estaba esparcido por el suelo como un manto de sangre ella estaba tumbada en el suelo de cualquier manera sus bonitos ojos azules miraban en su dirección muertos...sin vida.

Al ver el cuchillo clavado en su pecho, de donde manaba sangre, que había hecho un gran charco al lado del cadáver se contuvo para no dar un grito de horror. No se lo podía creer había llegado demasiado tarde, ya no había esperanza para esa mujer había vivido en el infierno para ahora morir cuando podía escapar de él. A Mary se le llenaron los ojos de lágrimas y se dio la vuelta para irse. Era lo mejor que podía hacer por que ella podía acabar como la mujer o peor si seguía en esta casa. Corrió hacia la puerta de salida y la abrió.

─¿Ibas a algún lado, preciosa?─dijo Lucas que estaba en la puerta esperándola con un brillo malvado en los ojos y una mueca burlona en el rostro.—

Secuestrada #Premiosastros2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora