No sé dónde voy, pero estoy yendo.

815 30 12
                                    

2016

Noe está sentada en el asiento del copiloto, el cuenta kilómetros marca 250, Axel conduce sereno y la luz entra por la ventanilla del vehículo por primera vez desde que han empezado el viaje.

- Gracias. - le dice Noe.

- Algún día ¿sabes ?

- Algún día.- responde ella.- pero no hoy.

- No, no hoy.

Siguen por la carretera hasta que llegan  y la inmensidad del océano que tiene frente a ella le invade. Una vez él le hizo una promesa y aquí están. Ella corre tan rápido como las dunas de arena le permiten, se quita la ropa como aquella vez hace años en el lago, sin vergüenza y extasiada por la emoción del momento.

Él la observa desde la carretera viendo como se aleja y lamentándose de no poder darle una vida mejor.

Ella nada y el agua apenas le deja respirar, las algas se envuelven en sus pies, la sal apenas le permite ver, la arena se ha introducido en su ropa interior y lejos de sentirse desafortunada Noe agrade que cada una de las sensaciones que el mar le otorga, porque acaba de descubrir que nunca más volverá allí. Se quedará en el pueblo, quizás sea maestra en Jaca, se reconciliará con Jorge, años después se casará con él, escribirá a Axel y le contará a sus hijos quién fue Axel Vázquez mientras vivió en Ansó y no le quedará un solo sueño por el que luchar porque todos van a morir con ella en cuanto salga del agua.

Él también lo sabe pero no puede hacer nada para salvarla de su destino.

Noe tampoco, pues hay un peso sobre ella del mismo calibre que el de él. Hay una muerte prematura, hay una ausencia, que sirve de excusa para evitar las cosas que les aterran. Cosas como sentir la necesidad de que nunca has pertenecido al lugar en el que te criaste o cosas como sentir que perteneces a una persona más de lo que nunca has pertenecido a tu sueño.

Porque si en ese momento, ella se hubiera lanzado sobre él, ambos habrían encontrado lo que andaban buscando, pero prefirió ahogarse en sus remordimientos y salir del agua paulatinamente.

Él tampoco hizo un último intento, porque probablemente si es del todo consciente de lo que implica marcharse, nunca abandonará Ansó.

La lleva a casa en silencio, disfrutando del sonido de su respiración y se queda sentado en su todoterreno observando la finca hasta que anochece y él emprende su viaje.

Si cualquiera de los dos hubiese sido consciente de que estaban cometiendo el mayor error de sus vidas probablemente no lo hubieran hecho. Pero había tanto miedo aquel día, que lo dejaron marchar. Axel condujo más allá de Villarreal aquel día, prácticamente llegó hasta Orihuela y se quedó allí a pasar la noche.

Ella vió los videos antiguos y volvió a sentir la misma emoción que cada uno de esos días y fue más consciente que nunca que solo hay unas pocas personas que consiguen que se te acelere el pulso cada vez que las ves y ella había perdido a la suya.

Axel triunfó en el fútbol y se casó con una modelo austrohúngara llamada Kíev. Kíev se pasó más de diez años tratando de estar a la altura del recuerdo de una chica de pueblo, inútilmente, porque ella nunca fue lo suficientemente divertida, inteligente o guapa para él. Finalmente se cansó y le pidió el divorcio que él le concedió de buen grado. A cambio de esos años se llevó más de diez millones de euros y un par de exclusivas en revistas del corazón. Nunca tuvieron hijos, porque él no la amaba lo suficiente aunque eso nunca se lo dijo, cosa que no quiere decir que ella no lo supiese.

Noe se reconcilió con Jorge y se convirtió en la esposa más devota y sumisa que la dignidad de una mujer permite. Abandonó la carrera para dedicarse al ganado cuando su abuelo enfermó y a los pocos años se casó con Jorge en la ermita de Ansó. Ninguno de los asistentes por parte de Noe sintió la más mínima alegría por el enlace, porque todos, incluso sus propios abuelos sentían que aquello no era lo correcto. Por eso llamaron a Axel, quien se presentó el día de la ceremonia y protagonizó todas las portadas al interrumpir la ceremonia, pero aquel gesto no fue suficiente para convencer a Noe de que una vida al lado de Axel no tenía sentido. Él se rindió para siempre aquel día.

Ella tuvo dos hijos y nombró Axel al primero. El día de su bautizo el futbolista se presentó como padrino y regaló al niño acciones del Real Madrid. No dejó de estar presente en la vida de aquel chico nunca. Jorge habría sospechado que el hijo no era suyo de no ser porque ella no pasó una noche fuera de casa en los cinco años que estuvieron casados, y lo cierto es que ella no volvió a serle infiel.

Cuando Jorge murió en aquel accidente de coche, se descubrió que él si lo era, con su amiga Ainhoa, su romance se remontaba a los tiempos en los que Noe iba al instituto y nunca llegó a cesar del todo, ni siquiera el día de su boda. Lo peor de aquello fue descubrir que Noe ni siquiera se sentía triste o enfadada por la traición de su marido, solo decepcionada consigo misma  por no haber sabido elegir mejor.

El día del funeral Axel también estuvo presente, pero al poco rato tuvo que marcharse porque la prensa lo acosaba y quería que Noe tuviese su momento de Luto. Se quedó con el pequeño Axel y su hermano Pedro en la vieja casa del lago y espero a que su madre llegara entreteniéndolos con historias sobre su infancia en aquel pueblo.

Axel mantuvo a Noe tras la muerte de su marido, hasta que ella pudo encontrar un trabajo más estable como camarera en un bar de Jaca. A él le destrozó durante años no poder compartir con ella algo de lo que la vida le había dado, pero ella nunca le dejó.

Pero si hay algo que Noe supo siempre fue que cada vez que Axel ganaba lo hacía para ella y eso bastó para que ella pudiera decir que había tenido una buena vida.

La muerte de Noe tampoco pilló desprevenido a Axel quien ya había vivido aquel mismo cáncer una vez. Jamás se preguntó por qué murieron a la misma edad, el mismo día y por la misma causa las dos mujeres a las que más había amado en su vida. Asumió que debía ocurrir así, sin más. Se hizo cargo de los hijos de la que siempre sería su mejor amiga, su primer amor, y la persona de su vida. Tenía solo 27 años y aún le quedaba mucho por demostrar en el campo pero renunció a ello por lo único por lo que no tuvo valor de hacerlo en su momento. Lo hizo por los cabellos rubios y la tez dorada, por los parches en la ropa y las estúpidas trenzas, lo hizo por las veces que ella sacó lo mejor de él y lo hizo porque aquellos niños eran la cosa que su Noe más quería en el mundo y solo por eso se merecían lo mejor.

Axel vivió una vida larga llena de recuerdos y sueños creados por el mismo en los que volvía a aquella playa y le preguntaba una vez más a Noe:

- ¿ A dónde vamos?

Y ella en vez de responder "a casa " decía:

- No sé donde voy, pero estoy yendo y quiero hacerlo contigo.

Quizás eso hubiese bastado para cambiar el rumbo de sus vidas o tal vez solo hubiese sido un paréntesis más en la eterna lucha entre el miedo y la verdad que disputaron Axel y Noe durante toda su vida.

Entre tú y yo: el fútbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora