Francisco: Y volver atrás parece la mejor opción.

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- Ese beso lo ha complicado todo…yo…no sé como decírtelo Miriam pero…

- No tiene por qué complicar nada, tú no te preocupes, no significó nada para ti…y para mí tampoco significó nada.

- Entiendo…

-No soy una cría frágil y rompible, y no me voy a colgar del primero  que me besa.

 -Ya, te entiendo, para mí tampoco fue para tanto, solo…que no sabía cómo decírtelo.

-Entonces quedan claras las cosas, ¿hermanos?

-Me parece bien.

-Perfecto.

- Estaba un poco confuso, porque no sabía cómo decirte esto, pero tú has sido mucho mas rápida y as sabido transmitir prácticamente una a una mis palabras.

- Me alegro. No quería que se confundieran las cosas, además tan solo fue una tontería ¿no?

-Si,  claro…

¿Claro? Lo único que estaba claro es que mi boca no había parado de soltar tonterías desde la primera palabra que dije, no me podía creer que aquello me estuviera pasando a mí.

Cuando baje  del coche y vi a Miriam allí de pie, tome la decisión al instante, iba a decirle toda la verdad, que me gustaba que había intentado evitarla, pero que había descubierto que era una tarea imposible para mi, que me encantaba su forma de ser, de mirarme, de tratarme… ¿Cómo podía haberse torcido todo de una manera tan repentina?

Menos mal que ella me había dicho lo que pensaba antes de que yo hablara más de la cuenta, por lo menos mi honor estaba intacto.

Aunque lo traté de evitar, aquella conversación se repitió en mi cabeza sin parar durante toda la noche,  no sé que me molestaba mas, si lo que ella me había dicho o toda la sarta de mentiras que había dicho yo. Mi orgullo de hombre estaba un poco herido, pero poco podía hacerse. A parte de eso estaba el hecho de que ahora, más que nunca, estaba decidido a evitar a Miriam. No a alejarme de ella, y tampoco a tratarla mal, pero tenía que fomentar una relación de hermanos que hace mucho tiempo que estaba difuminada, así que desde el instante en el que me monte en el coche trate por todos los medios de evitar el contacto que tanto hacia que me perdiera, tanto corporal como visual.  También su actitud hacia mí se notaba distinta, apenas me hablo durante el trayecto, y tampoco cambio las emisoras de radio como solía hacer siempre, ni siquiera me dió el acostumbrado beso en la mejilla de todas las noches. Ese debería haberme alegrado, pues mi misión de distanciarme era mucho más fácil, pero después de lo que había pasado aquella noche lo único que realmente me apetecía era abrazarla, y ya mañana pensaríamos en el resto.

Aquella noche tumbado en la cama volví a evocar el beso del día anterior y me entraron unas ganas tremendas de pegarle a algo ya que no podía conciliar la idea de que las cosas hubieran cambiado tanto en apenas veinticuatro horas, no podía ni quería creerlo.

Me volví a hacer la promesa de que la olvidaría, me apartaría de ella e intentaría que nuestra relación fuera como la de dos hermanos…hermanos, estaba empezando a tomarle mucho odio a esa palabra.

 A partir de aquel día, y durante las siguientes semanas de enero, todo se volvió  extrañamente frío y muy frustrante para mí. Llegaba cada mañana con la idea de ser cortés y distante  con Miriam, pero si ella se comportaba cortés y distante conmigo me enfurecía. No podía entender su actitud, pero la mía me parecía correcta. Era un tira y afloja, un juego estúpido en el que Miriam y yo habíamos entrado sin establecer las reglas previamente por lo que nos estaba saliendo caro. Por lo menos a mí. Mi humor empeoro y me volví bastante más oscuro que antes ya que no podía evitar estar enfadado con todo lo que me rodeaba. Yo había mentido como un bellaco y le había dicho a la muchacha que nuestro beso no había significado nada, eso me libraba de la humillación de desvelar un sentimiento no correspondido, pero me hacía sentir como un verdadero idiota. En realidad no tenía ningún derecho a enfadarme, ya no tenía doce años, se suponía que era lo suficientemente adulto como para decir esas cosas sin miedo, y por eso me enfurecía cada vez que recordaba mis palabras, lo que solía pasar unas veinte veces al día.

Bella SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora