Miriam: Eso de la mayoria de edad, es un engaño publicitario.

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No podía estar más de acuerdo.

Cuando me levante por la mañana y me mire al espejo suspire un poco decepcionada. Puede que parezca una niña, que lo soy, pero me esperaba algo. Un cambio mínimo, un brillo distinto en la mirada, un…Yo que sé.

Pero nada, aquella mañana, en la cumplía dieciocho años, era como cualquier otra. Me reí un poco de mis tontas esperanzas, no sé que tenía pensado que ocurriría, pero era mejor que la cosa se quedara tal y como estaba no fuera a ser que como resultado de desear tanto cambio, al final ocurriera algo irreparable, como una mutación genética. Aparte mi vista de espejo y suspire. Tenía todavía pensamientos de niña de catorce años, era totalmente normal que no se me notara la diferencia.

Aun así, si que habían cambiado algunas cosas y al recordarlas un calor insoportable recorrió todo mi cuerpo y mis mejillas se pusieron coloradas. Mire inconscientemente el móvil esperando una llamada de Fran, pero luego recordé, no sin un poco de tristeza, que él no sabía que era mi cumpleaños.

El motivo de mi silencio era confuso y a veces me costaba entenderlo hasta a mi.  No era como en navidades. Me apenaba que mi madre no estuviera conmigo, pero no se me hacia insoportable la idea de celebrarlo, lo que en realidad pasaba era que me sentía culpable.

Últimamente era tan feliz que me había olvidado un poco del dolor…supongo que eso estaba bien... ¿pero tan rápido? Me sentía avergonzada conmigo misma.

Aun así a Alex y Hugo no los podía engañar así que habíamos quedado para pasar la mañana juntos y luego ir a comer con mis tíos…otros a lo que no podía engañar con mi fecha de nacimiento.

Cuando salí a desayunar mis tíos me abrazaron y me desearon felicidades. Me regalaron un bonito ramo de flores que yo les agradecí con toda la efusividad posible. Después de desayunar, me plantee poner las flores en agua pero una idea se formaba poco a poco en mi cabeza. Mi tía debió de verlo también pues sin apenas un gesto me dijo:

-Puedes hacer lo que quieras con las flores, estarán bien donde tú quieras que estén.

Sonreí feliz y saque una rosa, la cual coloque en un jarrón y después en mi cuarto.

Me vestí corriendo cuando sonó el  telefonillo que indicaba que Alex y Hugo me esperaban, me despedí de mis tíos con los que quede en el restaurante  sobre las dos y media de la tarde. Hugo y Alex estaban muy contentos y me felicitaron con efusividad y alegría, tanta que no pude evitar sonreír.

De camino a  la piscina del colegio, que permanecía durante el mes de junio abierta para los estudiantes, mi teléfono móvil comenzó a sonar, era una llamada de Fran. Mi corazón se detuvo durante un breve instante dividido entre la emoción de su llamada y el miedo de que se enterara de que no le había dicho nada, cosa que llevaba sintiendo durante los últimos días.

-¿Diga?

- ¡Hola Miriam!

-Hola Fran ¿que tal?

-Bien, llamaba para pregunte ¿a que hora quieres que vaya a por ti esta tarde?

-Eh… ¿a las siete?

-Perfecto, a las siete nos vemos, un beso.

-Adiós

La llamada se corto y la culpa volvió a instalarse en mi estomago, ¿no había una manera de hacerlo todo bien?

- Tenias que haberle dicho la verdad, te sentirías mejor.

Mi turbación era tan visible que hasta mis amigos se habían dado cuenta.

-No puedo decirles la verdad, no entenderán mis motivos y se enfadaran.

Hugo me cogió de la mano para darme ánimo.

Bella SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora