PRÓLOGO

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Violetta se encontraba en la cafetería del hospital. Había ido a ver a su abuela, la cual estaba muy enferma. Ella estaba dibujando, cuando notó que alguien estaba detrás de ella:
- Bonitos dibujos.
Ella se asustó y se giró bruscamente para saber de quién se trataba.
Se encontró con un chico más o menos de su edad. Era bastante guapo aunque tuviera la cabeza rapada, sus ojos azules desprendían algo por el cual Violetta se sentía atraída.
- ¿Cuánto tiempo llevas aquí?
- Me ingresaron a los 14 y ahora tengo 18...eso quiere decir que 4 años.
Violetta no se refería a eso, pero el ingenio de ese misterioso chico le hizo gracia.
El chico se sentó delante de ella.
- Eres nueva ¿verdad? Nunca antes te había visto por aquí. Al no llevar pijama seguramente no estás ingresada...
Violetta le interrumpió:
- ...vengo de visita...
- No me digas nada más. Es tu madre la que está enferma...
Era su abuela pero para ella esta situación le parecía cómica así que decidió seguir escuchándole.
- No, no, es tu abuela.
Ella asintió.
- Soy el mejor mentalista del mundo.
- Ya, eso o que hace unos minutos estaba sentada conmigo.
Al parecer Violetta le había descubierto.
- Soy Leo.
- Violetta.
- Bonito nombre.
- Ha sido un honor conocer a un mentalista de tu altura pero me tengo que ir.
Entonces se levantó y salió de la cafetería para dirigirse hacia la habitación de su abuela.
En cuanto entró Nana, la abuela, empezó a sonreír. Para Violetta ella era como una madre y era normal, cuando tenía 12 años sufrió un accidente de coche y sus padres murieron. Desde entonces su abuela la cuida como a una hija.
- ¿Y esa sonrisa Violetta?
- ¿De qué me estás hablando?
- Te conozco.
- No es nada Nana. De verdad.
Violetta se sentó junto a su abuela y le tendió la mano.
- Eres la nieta más guapa del mundo.
Empezó a acariciarle la cara, lo que provocó que Violetta se sintiera triste. Nana estaba muy enferma y sabía que le quedaba poco tiempo de vida.
Su abuela se durmió así que para pasar el tiempo comenzó a dibujar. Le encantaba, desde pequeña dibujaba todo lo que veía, hay personas que dicen que bailar es como volar, pues para ella esa sensación se conseguía dibujando.
Habían pasado horas y el tiempo de visita enseguida acabaría, decidió despertar a su abuela pero esta no reaccionaba, eso era una mala señal y ella lo sabía. Violetta, llorando, llamó al timbre que había en las habitaciones, enseguida apareció una enfermera.
- ¡No reacciona!
La enfermera fue corriendo hacia Nana para tomarle el pulso.
- Tiene un pulso débil.
Salió y volvió con más médicos y enfermeros. Enseguida se la llevaron a quirófano. Por lo que Violetta se tuvo que quedar fuera.
Pero no estaba sola, al parecer Leo había visto toda la escena.
Violetta decidió tomar el aire y salió al pequeño jardín del hospital. Se sentó y miró el paisaje de la cuidad. Leo se sentó a su lado.
- Hola Violetta.
Ella giró la cabeza para mirarlo.
- Hola.
Dijo casi en un susurro.
No dijeron nada más, pero no hacían falta las palabras para entenderse.
- Tengo que volver. Por si ha salido.
Leo solo asintió.
Ella se levantó, se secó las lágrimas que había derramado y se dirigió de vuelta al hospital.
Una vez dentro esperó hasta que salió un cirujano. Se acercó rápidamente.
- Eres familiar de Nana.
- Sí, ¿que ha pasado doctor?
- Su corazón no ha aguantado la operación. Lamento decir que ha fallecido.
Esas palabras hicieron que el mundo de Violetta se desmoronara por completo. Su abuela era su vida.

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